El «ecce Homo» gallego
«La restauración del retablo no es ninguna chapuza»
Dos vecinos de San Xoán do Alto, en Lugo, arreglaron la deteriorada pieza de altar sin consultarlo con el Obispado

Dos vecinos de la localidad lucense de San Xoán do Alto llevaron a cabo la restauración de uno de los retablos de la iglesia de su parroquia. Pero la obra despertó más revuelo del esperado. A José Rozas y a su primo Manuel Teijeiro ya los comparan con Cecilia Giménez, la vecina del pueblo zaragozano de Borja que hace dos años decidió restaurar por su cuenta y riesgo el «Ecce Homo» pintado en los muros del Santuario de Misericordia . Ahora, la obra de José y Manuel se conoce mediáticamente como el «Ecce Homo» de Lugo, un calificativo que disgusta y mucho a este par de vecinos de San Xoán do Alto. «No somos de Hollywood , ni vivimos de esto», responde José abrumado ante tanta expectación. Y es que a esta parroquia de apenas un centenar de vecinos nunca habían llegado tantos medios de comunicación, que buscan, principalmente, a José, el promotor de la llamativa restauración.
En el centro de la polémica se sitúa un retablo que salió de la iglesia para acometer unas obras en el interior del templo. Debido a su degradado estado, al finalizar estos trabajos el mueble nunca volvió a su lugar original. Hasta que después de más de veinte años, José lo rescató con la intención de recuperar su estado inicial. Poco a poco, con la ilusión de hacer «un regalo a la parroquia», José comenzó a restaurar la pieza. Sin embargo, enfermo de esclerosis y artritis, el hombre empezó a verse limitado para continuar con el trabajo y pidió ayuda a su primo Manuel. Todo ello con un presupuesto bajo —de unos 700 euros en materiales— pero con toda la buena intención del mundo.
Una voluntad que el Obispado de Lugo valora, si bien, critica la policromía utilizada en la restauración, en discordancia con el mobiliario de la iglesia. «Es muy discordante y llamativa», apunta César Carnero, delegado de Patrimonio Histórico Artístico de la Diócesis lucense, en relación a los colores que componen la pieza. Denuncia, además, que dicha restauración se llevase a cabo sin consultarlo con el Obispado provincial. «El procedimiento no fue el correcto: había que pedir unos permisos, presentar un proyecto y hacerse cargo una persona titulada —exige Carnero—. En el rural hay una gran tradición, muy arraigada en nuestra cultura, que es restaurar las imágenes con cierta periodicidad, en algunas ocasiones incluso por devoción. Pero eso hoy ya no se puede hacer así, sin consultarlo con la Diócesis». Al respecto, José y Manuel se defienden argumentando que en todos esos años el organismo no se había interesado por el retablo, un mueble que los primos daban por perdido. «Nuestro fallo fue llevar a cabo la actuación sin tener en cuenta al Obispado, pero tampoco sabíamos que teníamos que pedir permiso», explica Manuel.
Por su parte, el delegado de Patrimonio Artístico del Obispado, que lleva tres años en el puesto, hace referencia al número de parroquias que deben controlar para explicar por qué desconocía la situación de este retablo. «La diócesis de Lugo tiene 1138 parroquias, es la diócesis con más parroquias de España. Todas las capillas poseen retablos, muebles y demás piezas. Todavía no tengo controlado todo el mobiliario», apunta Carnero. Y, poniéndose en el lugar de José y Manuel, el responsable asegura comprender la buena fe de los «restauradores», aunque no comparta opinión con ellos sobre el resultado final. Un trabajo que, a ojos de José y Manuel, está bien hecho. «Nosotros no hicimos ninguna chapuza, está restaurado con otro criterio, con otros medios —defiende Manuel—. Los colores son los que realmente tiene que tener, porque son los originales que estaban depositados en la madera».
En manos de un restaurador
Sin embargo, en este punto discrepa el delegado de Patrimonio Artístico del Obispado lucense. «Realizaré una visita a la iglesia, lo antes posible, con un restaurador para ver qué posibilidades tenemos de reversión, de retirar la policromía chirriante. En principio, parece que la reconstrucción está bien hecha, con lo cual, solo se trataría de recuperar el color correspondiente», argumenta Carnero. Así, será un profesional el que valore la situación de la pieza de altar para tratar de devolverle su estado original.
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