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El legado de Lendoiro: miel deportiva, hiel económica

El Deportivo, bajo Augusto César Lendoiro, conoció éxitos futbolísticos con los que nunca hubiese soñado, aun a precio de quedar sus arcas extenuadas y al borde de la quiebra

El legado de Lendoiro: miel deportiva, hiel económica efe

J. PAN

El nuevo presidente del Deportivo de La Coruña, Tino Fernández, gusta de definir al club herculino como lo hizo en su día Luis Somoza: «Una empresa de sentimiento». Es, precisamente, esta característica de los clubes de fútbol, que los diferencia de las empresas tradicionales, la que hace que, en La Coruña, haya una profunda división a la hora de hacer balance del cuarto de siglo de Augusto César Lendoiro al frente de una de las enseñas de la ciudad.

Si hubiese que otorgar un color a la larguísima presidencia del de Corcubión, este sería uno de entre la amplia y variada escala de grises, pues resultaría de la mezcla de dos colores bien contrapuestos: el negro que caracteriza una gestión económica que llevó al club una mastodóntica deuda de 160 millones de euros y el blanco de unos logros deportivos que llevaron a un Deportivo que, en 1988, estaba en el pozo de la parte baja de la Segunda División, a conquistar una Liga, dos Copas del Rey y a tocar con las yemas de los dedos una final de la Champions League. Del peso relativo que cada persona otorgue a uno u otro apartado depende la tonalidad final del gris.

En el apartado deportivo, los cinco lustros de Lendoiro en el butacón de la coruñesa Plaza de Pontevedra dejaron en el recuerdo de los seguidores deportivistas unos momentos inolvidables. El celebérrimo penalti fallado por Miroslav Djukic en 1994 marcó el momento más agrio del Superdépor, aquel equipo que, ensamblado por Lendoiro y pilotado por Arsenio Iglesias, le miró a la cara a los grandes. Se quedó a las mismas puertas de que un título de Liga lo encumbrase definitivamente en el Olimpo del fútbol español.

El deportivismo tuvo que esperar seis años para que llegase el desquite y, en mayo del año 2000, poder levantar por fin la copa de la Liga. Aquel equipo no tenía nada que ver con el que había cogido Lendoiro más de una década antes. Por el camino, el abogado se había forjado una fama de duro y hábil negociador, pues había traído a La Coruña a prestigiosos internacionales brasileños como Bebeto y Mauro Silva y había hecho caja con las ventas de unos jovencísimos Sylvain Wiltord o Rivaldo. Estos y otros fueron forjando un equipo que, durante el primer lustro del siglo XXI, se convirtió en un fijo de la élite europea.

Conflictos y mala gestión

En la segunda mitad del mandato de Lendoiro, sus defectos comenzaron a resultar más patentes. El capitán del equipo, Fran, se marchaba del club enfrentado abiertamente con la directiva, la prensa coruñesa y el Ayuntamiento le daba la espalda, movidos por el peculiar carácter del presidente.

Las malas relaciones institucionales y el declive deportivo agravaron una crisis económica galopante. Una deuda de 160 millones llevó al club al borde de la liquidación en dos ocasiones durante el último año, en el que estuvo sumido en la concursal. Con todo, en la Junta de Accionistas de ayer, un candidato llegó a pedir que Riazor se bautice con el nombre de Lendoiro. Un matiz muy claro del gris.

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