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Vázquez Taín: «No me importa pagar el peaje de decir lo que pienso en libertad»

El instructor del caso Asunta y autor de «La leyenda del Santo Oculto», basada en el sorprendente robo del Códice, cree que «sería inmoral tratar el tema que me ocupa en una novela»

Vázquez Taín: «No me importa pagar el peaje de decir lo que pienso en libertad» efe

p. alcalá

José Antonio Vázquez Taín es juez, pero también escritor , su ópera prima se inspiró en parte en la instrucción del robo del Códice Calixtino. Cercano, polémico, admirado y criticado, pero objetivamente eficaz, vuelve al primer plano por ser quien instruye el asesinato de Asunta Basterra en Santiago de Compostela.

«Sé que para el público resulta extraño que un juez hable . Es como si tuviéramos que vivir aislados, incomunicados, pero después nos critican por eso. Si vivimos aislados somos unos dioses, que vivimos en un pedestal y no conocemos la realidad y si intentamos mostrar un lado humano, nos critican». José Antonio Vázquez Taín (A Merca, Orense. 1968) explicaba sin querer a ABC su merecida fama de juez peculiar , sobre todo a la hora de hablar con de los casos que instruye. Lo hacía en realidad en el transcurso de una entrevista que no abordaba esta cuestión de su carácter, sino para presentar la que sería su primera novela, «La leyenda del Santo Oculto» (Teófilo Edicións), a principios de 2013. Poco, casi nada, se filtra en las páginas de dicha obra del caso que, casi paralelamente a su escritura, ocupaba sus días: el sorprendente robo del Códice Calixtino.

En público o en privado , al juez que ahora tiene entre sus manos la instrucción del caso que más horas de televisión, radio, papel prensa y webs ha llenado desde el pasado 22 de septiembre, el asesinato de Asunta Basterra, le gusta ser el alma de la reunión . Y resulta simpático y locuaz . La frivolidad y la rumorología compostelana le situaba, medio en broma medio en serio, ante un ordenador , tecleando inspirado por otro de sus casos, como ocurrió en parte con el robo del Códice. Taín, amable como de costumbre con la prensa, responde a tal posibilidad a este periódico: «Sería inmoral tratar el tema que me ocupa en una novela», asegura tajante . Pero no cuelga el folio en blanco y adelanta una futura nueva novela: «la única idea que estoy madurando para el próximo libro es histórica».

Es, efectivamente, un juez diferente. Pero su prestigio no procede de su rara proximidad con los plumillas o de sus dotes literarias, virtud primera que junto a sus procedimientos despierta no pocos recelos entre los suyos, sino de su vital papel para desarticular gran parte de la enquistada y cuasi tolerada macroorganización narcotraficante en las gallegas Rías Baixas .

Lo hizo desde un juzgado que, por miedo o por desidia, había sido parte, por omisión, del enquistamiento y de la impunidad que se respiraba en la Ría de Arousa. Desde el Número 1 de Villagarcía, cuando apenas rebasaba la treintena, Taín conseguía hacerse con la mitad de la droga incautada en toda España en 2003 , encarcelar o encausar a varias decenas de narcos y terminar con la impunidad y, en muchos casos –confesaba recientemente en el transcurso de un almuerzo con periodistas-, la connivencia o inacción de no pocos cargos públicos.

Mientras la tragedia pasa por su juzgado, ahora el de Instrucción número 2 de Santiago de Compostela, Taín sigue ejerciendo de normal ciudadano. En el pequeño Santiago los milenarios muros de granito musgoso oyen tanto como cuentan, y un juez de relevancia nacional pasa desapercibido a pocos.

No esconde su carácter campechano, protagonista y, en consecuencia, polémico. «El periodismo funciona así, sale un tuit y dice "los datos revelan que Asunta volaba" y se convierte en titular», dijo este jueves para ridiculizar algunas informaciones en torno al caso. «¿De qué sirve que la actuaciones sumariales sean secretas y no se prohíbe publicarlas? Al final, filtran todos», completaba el incendio. «No me importa pagar el peaje de poder decir lo que pienso con libertad» , dice a ABC tras avalancha de críticas que sucedieron a sus palabras.

Admirado y cuestionado a partes iguales, lo cierto es que sus casos -unos más mediáticos, otros sin un titular que los recuerde-, han forjado al juez que un día, con un puñado de policías, extirpó un cáncer que parecía crónico en un pequeño y multimillonario lugar del noroeste español.

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