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El síndrome del día después: la vida de un deportista fuera del terreno de juego

La Fundación Marcet defiende la formación como pilar básico en la educación de un buen profesional deportivo

El síndrome del día después: la vida de un deportista fuera del terreno de juego inés baucells

cristina leonelli

Cuando hablamos de grandes ídolos deportivos siempre tenemos en mente todo aquello que la fama les aporta: ostentosos contratos, importantes campañas publicitarias o el calor de la afición son algunos ejemplos. Sin embargo, no rendimos cuenta a qué sucede cuando esa carrera llega a su fin y las secuelas que quedan una vez alejados del terreno de juego.

«Cuando un futbolista llega a los 35 años -afirma Marta Piera Beltrán, psicóloga deportiva de la Fundación Marcet-, tiene que tener presente que la vida le va a cambiar». Y es que los años, que tanta fama han otorgado antes, juegan en su contra cuando éstos alcanzan una cierta edad. La vuelta a la vida real se convierte en un camino difícil por ser extraño, «pudiendo dar lugar a depresiones, problemas con alcohol o drogas», algo conocido en argot deportivo como el síndrome del día después.

Casos como el de Diego Armando Maradona y su adicción a las drogas o la recaída en el alcohol por el ex futbolista inglés Paul Gascogine ejemplifican cómo alguien que ha tocado lo más alto puede también llegar a tocar fondo. «En la carrera futbolística puedes tener mucho éxito, éxito normal o puedes no llegar a lo esperado», apunta Beltrán. De ahí que desde la Fundación no dejan que abandonen los estudios por entrenar.

Entreno físico y mental

La Fundación Marcet, escuela de fútbol presidida por Jose Ignacio Marcet, hijo del jugador del FC Barcelona Javier Marcet, ateniéndose a las consecuencias que cualquier jugador puede sufrir, defiende la «formación como base para el desarrollo de un buen futbolista». El objetivo es que los deportistas, en su mayoría jóvenes que dejan sus estudios por pasión, no cometan ese error y sean capaces de afrontar un futuro profesional más allá del ámbito deportivo una vez alcanzada la cúspide del éxito.

La institución, que acoge a unos 1.000 alumnos al año, provenientes de varias partes del mundo, cuenta con el seguimiento de un equipo pedagógico «educándoles más allá del terreno de juego», afirma Marta Piera, y enseñándoles a afrontar situaciones que podrían traducirse en un malestar posterior.

La psicóloga considera que los chicos aun tienen una carrera muy larga por delante para exponerse a problemas graves de competitividad aunque «sí que es verdad que cuando han tenido un mal día de entreno o el entrenador les dice aspectos negativos, pueden experimentar un bajón».

El ejemplo de Gimeno

Andrés Gimeno, uno de los cinco españoles cuyo nombre aparece en el Salón Internacional de Tenis en Estados Unidos y ganador del Roland Garros en el año 1972, además de otros títulos individuales, abandonó sus estudios habiendo terminado el actual Bachillerato para dedicarse estrictamente al tenis. Su carrera profesional alcanzó lo más alto cuando decidió retirarse tras «20 años entregado a la competición que ya son demasiados”, y fundar, un año más tarde, el Club de Tenis Andrés Gimeno junto a dos amigos «que me propusieron participar».

Supo encauzar esa vida de triunfos que había llevado hasta el momento como entrenador de la Copa Davis durante siete años, razón por la cual «seguía muy metido y me sentía muy a gusto», así como trabajó como comentarista en TVE. Oficios que «al principio» propiciaban que «el gusanillo de la competición seguía estando ahí», aunque a causa de su última lesión, valor añadido que marcó su retiro, «acabé perdiendo un poco el interés por competir».

Estudiar, fundamental

Exjugador del F.C. Barcelona a la vez que entrenador actual en la Fundación Marcet, Alberto Aybar fue consciente desde un primer momento de que los estudios eran fundamentales aun estando en una carrera deportiva que prometía, «seguí con mis estudios de Formación Profesional y posteriormente cursé una ingeniería técnica».

Tras estar 7 temporadas en 2ª B y 5 en 3ª división con equipos como el Barça B y el Reus Deportiu entre otros, afirma que en la cantera del FC Barcelona, donde estuvo desde los 9 a los 22 años, «un 80% de mis compañeros habían dejado los estudios».

Después de una larga trayectoria en el campo se da cuenta de que con 31 años, la competición no será su pan de cada día, y actualmente «con dudas» pero con optimismo afronta un nuevo futuro profesional dedicado a la enseñanza del deporte que más le gusta. «Hace un par de años ya vi que me iba a pasar esto, me entró la inquietud, pensé en hacer algún máster, pero finalmente me dije: lo que yo sé es que quiero dedicar mi vida al fútbol».

Aunque el mercado de entrenadores a día de hoy está complicado y “pensaba que cuando me retirase me darían trabajo en el club donde estuviese”, Alberto Aybar lleva 2 años en la Fundación Marcet y se siente cada vez más realizado. Desde su experiencia como jugador y actual entrenador anima a los niños a que sueñen por llegar lejos pero recuerda que son los padres quienes «deben hacerles ver que triunfar es algo que consiguen unos privilegiados» y sustenta que el «90% de futbolistas van a tener que trabajar en otro ámbito» y deben estar preparados.

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