La otra cara de la industrialización catalana
Jordi Tomàs novela en «El mar dels traïdors» el tráfico de esclavos en el siglo XIX
La acumulación de riqueza casi nunca es inocente. La prosperidad de Cataluña en el siglo XIX tuvo su lado sombrío: el tráfico de esclavos. Los barcos zarpaban de Barcelona, recogían su carga humana en las costas africanas, identificada eufemísticamente como “madera de ébano” y la “descargaban” en Cuba y Puerto Rico.
Vaciadas las bodegas de esclavos, se recogían los cargamentos de cacao para las tiendas de ultramarinos en Vilafranca, Barcelona y el Maresme y el algodón que hizo potente a la industria textil. Antropólogo y buen conocedor del África Occidental, con obras como “Un cor aixanti” o “El pescador que volia anar al país dels blancs”, Jordi Tomàs reconstruye en “El mar dels traïdors” (Proa) las rutas clandestinas de unos esclavistas que la posteridad convirtió en prohombres.
A través del diario del médico de a bordo, podemos conocer las duras condiciones de aquellos sórdidos viajes: “Encadenados en las bodegas debían soportar un viaje de dos meses entre África y las Antillas. Para que no perdieran facultades físicas, se les nutría con cereales, legumbres y fruta fresca y se les sacaba cada cuarenta y ocho horas a cubierta para que les diera el sol. Normalmente, los barcos transportaban entre doscientos y cuatrocientos esclavos pero los brasileños llegaron a mil… Cuando subían a cubierta, desnudos, se les ponía música para que bailaran y desentumecieran sus extremidades…” El médico, comenta Tomàs, “constituye una fuente documental de primer orden y sus notas y cartas mantienen el hilo narrativo de la novela”.
Apadrinada por Albert Sánchez Piñol, compañero de Tomàs en el Centro de Estudios Africanos, “El mar dels traïdors” nació hace tres años a partir de una sesión sobre esclavismo. La acción transcurre en 1864, cuando el tráfico de esclavos estaba prohibido. “Oficialmente, explica el autor, eran barcos comerciales que se llegaban a cubrir con una red para que los esclavos no saltaran al mar. Si se oteaba una patrullera, se hacía lo contrario: lanzar el cargamento humano al océano”.
Cataluña, concluye Tomàs, “fue una potencia industrial gracias a la trata de negros: al volver a su tierra natal, los indianos invirtieron su capital en la industria textil y realizaron obras benéficas haciendo olvidar su pasado esclavista”.
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