premio gabarrón de pensamiento y humanidades
Donald Kuspit: «El valor del arte como algo útil es cada vez más incierto»
Pesimista con su evolución en las últimas décadas, el pensador americano considera que el futuro de la crítica de arte pasa «vertir luz» sobre la creatividad
-Qué sintió al conocer que era el nuevo Premio Gabarrón del Pensamiento y Humanidades?
-Me sentí honrado y agradecido, sobre todo por mi larga relación con la Fundación y la familia Gabarrón, y por mi admiración y respeto por el arte de Cristóbal Gabarrón. A nivel personal, el premio es importante porque reconoce mi contribución a las artes y humanidades, y a nivel general porque supone un reconocimiento a la importancia del pensamiento crítico sobre el arte.
-¿Ha sufrido muchos cambios la crítica de arte desde que usted comenzó en los setenta?
-Sí, casi siempre negativos. Cuando comencé, Clement Greenberg, Harold Rosenberg y Leo Steinberg era las figuras más influyentes. Todos habían sido educados como intelectuales con una profunda comprensión del arte y un minucioso conocimiento de su historia, y estaban seriamente comprometidos con el arte de su tiempo. Eran brillantes teóricos con diferentes puntos de vista y discutían sobre los conceptos artísticos. Los artistas jóvenes me dicen que echan de menos un debate serio sobre el arte contemporáneo, y sobre todo un análisis intelectual del arte, que reflexione sobre su condición humanística y el valor y lugar que ocupa en la sociedad. En mi opinión, esto se debe al menos a dos factores: la idea posmoderna de que «todo vale», que supone la supresión de cualquier jerarquía de los valores artísticos y el colapso del típico cliché del arte «avant-garde» o experimental, y el hecho de que escribir sobre el arte se haya convertido en un tema más propio de los medios de comunicación que de análisis y reflexión. Otro artista que conozco ha dicho que el mejor lugar para encontrar crítica seria de arte es en los catálogos, no en las revistas ni en los periódicos.
-¿Cree que los críticos disfrutan de libertad o que viven condicionados por una «industria cultural»?
-La crítica de arte, los artistas y todo el mundo están condicionados por la industria cultural, y por la globalización y popularización del arte como un bien de primera necesidad. En Nueva York hay el siguiente dicho: «el dinero no tiene valor, los fondos de inversión tampoco, el arte es el nuevo valor seguro». Parece acertado, para bien o para mal. Y quizá más importante aún sea el hecho de que todos quieren ser artistas o pensar que son «creativos», lo que ha llevado a una eclosión de pseudoartistas, o lo que Allan Kaprow llamó «post-artistas». Cuando que alguien se cepille los dientes es una obra de arte, como dijo Kaprow, o se puede convertir un urinario en una obra de arte, como hizo Duchmap, el concepto del arte queda en entredicho y el arte se ve amenazado por su pérdida de sentido.
-En ocasiones caemos en la nostalgia de pensar que cualquier tiempo pasado fue mejor. ¿Cree que esa máxima también es aplicable en su trabajo?
-Sí, creo que la crítica de arte en el pasado era mejor que la contemporánea. Si comparas a Baudelaire, los hermanos Goncourt, Apollinaire, Greenberg, Rosenberg o Steinberg, entre otros, con los críticos de arte del New York Times, New York Magazine, New Yorker, Los Angeles Times o el Washington Post, etc. comprenderá lo que quiero decir.
-¿Cree que el mundo del arte ha roto todos los límites éticos?
-Si un supuesto «artista» dice que cualquier cosa que él ha presentado oficialmente como arte es arte, entonces lo artístico estaría más allá del bien y del mal, parafraseando a Nietzsche. Algunos filósofos del arte creen que el valor de ser expuesto ha sustituido al valor de la utilidad y puede aportar al arte un valor añadido, a nivel socioeconómico, que no artístico. El valor del arte como algo útil es cada vez más incierto y confuso, llegandose a sugerir que la importancia reside más en la exposición, que puede aportar o no un valor añadido en el mercado del arte. Cuanto más expone un artista, más valor adquiere su trabajo, alcanzando su punto álgido cuando llega a convertirse en una marca; es lo que el psicoanalista Erich Fromm llamó «personalidad de marketing» (como sucede con Warhol o Koons). Conseguir eso quizá sea la mejor y única vía para alcanzar la inmortalidad en estos días, o al menos para que el arte perdure.
-¿La crítica de arte todavía conserva su función pedagógica para el gran público?
-Sí, la crítica de arte tiene un valor pedagógico para el público, pero todo depende de quién sea el pedagogo y quién sea el público, de lo que la crítica de arte tenga que enseñar y de lo que el público esté dispuesto a aprender.
-¿Cuál es, en su opinión, el gran reto de la crítica de arte hoy?
-Aportar luz.
-¿Cuáles serían sus consejos para las nuevas generaciones de críticos de arte?
-Que se conviertan en historiadores del arte y de la cultura. Sin conocer su historia, no se puede hacer una evaluación ni una interpretación crítica del arte.
-Ahora que las nuevas tecnologías están integradas en el arte, ¿cree que son una ayuda o un límite para la creatividad?
-Todo depende del artista y de lo que uno entienda por «creatividad». Salvo que definamos esto con cautela, se trata de un concepto sospechoso. Para simplificar, que «hagas arte» no quiere decir que seas un «artista creativo».
-Como comisario, ¿cuáles son sus artistas contemporáneos de referencia?
-Vincent Desiderio, Lucian Freud, April Gornik, Odd Nerdrum, Joseph Raffael, Paula Rego, Jenny Saville o Michael Zansky, entre otros.
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