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SOCIEDAD

Corea del Sur, impactada por la tragedia del Sewol, alaba la labor del capitán de un buque español

Alexander Balsa y la tripulación del «Volcán de Taburiente», que el pasado día 25 sufrió un incendio en pleno trayecto desde Tenerife, se han convertido en la antítesis de Schettino y Lee Joon-seok

Corea del Sur, impactada por la tragedia del Sewol, alaba la labor del capitán de un buque español ABC

M. Á. MONTERO

Francesco Schettino, capitán del crucero Costa Concordia, y Lee Joon-seok, del buque Sewol , serán siempre ejemplos de lo que todo líder de navío nunca debe hacer. Decenas de muertos y desaparecidos dejaron las tragedias ligadas a sus nombres. Pero como en casi cualquier relato, también en el de la navegación hay villanos y héroes. Alexander Balsa y los tripulantes del Volcán de Taburiente, que pudo dar nombre a otro capítulo negro, están entre los segundos. En Corea del Sur, país aún conmocionado por lo acontecido en el Sewol, Balsa y su equipo son hoy una referencia de integridad.

El Volcán de Taburiente, un barco de la Naviera Armas con capacidad para 600 pasajeros, cubría el viernes 25 de abril la ruta entre el puerto de Los Cristianos, en el sur de Tenerife, y el de San Sebastián de La Gomera. Durante el recorrido, un incendio en la bodega alteraría la rutina del trayecto. El fuego se había originado en un camión (las investigaciones apuntan la posibilidad de un cortocircuito) y suponía uno de esos momentos en los que la profesionalidad marca la diferencia entre el reconocimiento y la indignación.

La tripulación trasladó a los viajeros a las zonas seguras del buque, no sin antes equiparlos con los chalecos salvavidas. Un escandaloso humo negro se elevaba ya varios metros desde la bodega. Alexander Balsa, que trabaja en Armas de capitán de navío desde 2004, dirigió la operación contraincendios conforme a los protocolos que la compañía ensaya semanalmente: traslados, retén, puertas estancas... Mientras, el capitán ponía el barco al abrigo del viento, cerca de la costa, tras verse obligado a regresar a Tenerife. Trataba así de que no escorase y de facilitar una eventual evacuación.

Los primeros periodistas de la isla se desplazaban ya al puerto sureño cuando los helicópteros de Salvamento Marítimo, con quien Balsa mantuvo la comunicación en todo momento, sobrevolaban la zona. El temor a una posible tragedia, un temor que en realidad se propagó más en tierra que en el propio buque, donde imperó la tranquilidad, quedó afortunadamente en nada. El navío atracó con una estaca de humo atravesando su bodega pero con todos los pasajeros en perfecto estado. El buen hacer del capitán, de su equipo y de la naviera fueron la noticia. «Lo fundamental es la serenidad, saber qué hacer; y en este caso se supo actuar y se adoptaron todas las medidas necesarias», explica Balsa.

Repercusión en Asia

En Corea del Sur aún resuenan los ecos de la tragedia del Sewol y sus centenares de muertos o desaparecidos, en su mayoría estudiantes. Una tragedia de tal envergadura que incluso ha desembocado en la dimisión del primer ministro Chung Hong-Won. No extraña, pues, que el corresponsal en España del periódico «Chosun» , uno de los de mayor tirada del país asiático, se pusiera de inmediato en contacto con Armas para contar el feliz final del suceso del Volcán de Taburiente. Y no solo eso, el mismo Gobierno coreano, por medio de su representación diplomática, se ha puesto en contacto con la empresa para conocer sus protocolos y normas de control de pasajeros, seguridad a bordo, emergencia y evacuación.

Balsa explicó al diario surcoreano su parecer sobre lo ocurrido en el Sewol y el papel de su capitán , un parecer que expone ahora a ABC: «Ha habido una cadena de fallos, desde el mando a la tripulación; no sé si esto se debió a falta de profesionalidad o de humanidad». El líder del Volcán de Taburiente se muestra especialmente contrariado por el comportamiento de Lee Joon-seok durante el naufragio. «Un capitán es el último que abandona el barco. Yo llevo a personas, no mercancía, y ese es el compromiso que asumo al ser capitán: no salir del barco hasta que lo haga el último pasajero». Y sentencia: «Se puede tener un error, pero siempre hay que pensar en salvar las vidas de los pasajeros, lo contrario me parece una barbaridad, no me cabe en la cabeza».

En cada una de las entrevistas que ha dado tras su labor en el incendio, Balsa siempre ha puesto por delante el trabajo que hizo su tripulación, desde los oficiales hasta los camareros: «En realidad, el mérito no es mío, yo sin mi tripulación no puedo hacer nada; yo puedo dirigir, pero su afán y su preparación, tanto psicológica como física..., se actuó muy bien».

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