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ECONOMÍA Y SOCIEDAD

Un Puerto sin puerto

Decenios llevan los ciudadanos del Puerto de la Cruz, en Tenerife, esperando ver cómo el municipio hace honor a su nombre

Un Puerto sin puerto ABC

M. Á. Montero

«Es un país de contrastes». Acaso esta sea una de las frases más socorridas para describir España. Y lo cierto es que hay hechos que reverdecen el tópico. No en vano conviven en nuestro país aeropuertos sin aviones con puertos sin puerto . Los ciudadanos del Puerto de la Cruz, municipio del norte de Tenerife, pueden dar fe de ello: llevan decenios esperando que la localidad haga honor a su nombre y cambie su histórico aunque vetusto muelle por un puerto deportivo y pesquero en condiciones. El último anuncio de la Administración, uno de tantos, tampoco ha tenido éxito, cuando menos de momento.

«¿Y yo qué edad tengo?; deja ver si encuentro a mi mujer y me dice, pero más de 75 seguro. Pues fíjate que llevo oyendo hablar del nuevo puerto desde hace más de 30 años , y me voy a morir sin verlo». Lo dice un vecino del que fuera municipio turístico por excelencia de la isla del Teide, el Puerto de la Cruz, mientras apura un café cortado en uno de los muchos bares anejos a la populosa plaza del Charco. Los atractivos de la ciudad (el sol, el mar, la tranquilidad, la seguridad...) siguen intactos, pero será complicado continuar compitiendo en el cada vez más difícil mercado turístico sin ese ansiado puerto que incluso ha dado lugar a multitudinarias manifestaciones .

Porque el muelle del que fuera el Puerto de La Orotava es una magnífica pieza de museo, pero hasta ahí. Un veterano pescador, que prepara su caña en los diques que protegen el muelle y la explanada de aparcamientos que un día debiera ser la deseada infraestructura, lamenta los retrasos y la incapacidad institucional. «Nos da igual que la culpa sea del ayuntamiento, del Gobierno de Canarias, de Costas o de quién sea, pero se están cargando una ciudad. Yo creo que en 30 o 40 años han tenido tiempo ; ahora hablan de un concurso, ahora...», se queja.

Porque la sensación que impera entre los vecinos con quienes ha hablado ABC es que ese concurso es una forma de acallar las críticas. Sea como fuere, hace apenas un mes informaba la gerencia del ente Puertos Canarios de que ninguna de las dos ofertas que se habían presentado cumplía los requisitos. Un nuevo jarro de agua fría para colectivos como la cofradía de pescadores Gran Poder de Dios o el Círculo de Empresarios del Norte de Tenerife, que, con todo, no cejan en su empeño de dotar a la ciudad de una infraestructura acorde con una historia que se enriqueció al calor del «boom» turístico de los sesenta y setenta.

Tanto los gobiernos estatal y autonómico (sus diferencias acerca del proyecto han demorado años cualquier plan) como el cabildo y el ayuntamiento convergen en la necesidad y la importancia de este puerto (a lo largo y ancho de las siete islas se han levando infraestructuras portuarias de dudosa rentabilidad), pero la comunión llega en el peor de los momentos socioeconómicos posible . De hecho, los 170 millones de euros previstos serán finalmente «solo» cien, y el Gobierno de Canarias, como ha informado su consejero de Obras Públicas, Transportes y Política Territorial, Domingo Berriel , espera ahora, tras el fiasco del concurso (al parecer, ninguna de las dos empresas licitadoras contó con aval provisional), que estas presenten sus ofertas para un proceso de adjudicación directa. En todo caso, y si fueran varias las empresas, habría que volver a sacar un concurso. El propio Berriel ha confirmado que una de las dos sociedades que licitaron inicialmente sigue interesada en el proyecto.

El alcalde del Puerto de la Cruz, Marcos Brito , y el consejero de Economía y Competitividad del cabildo insular, Carlos Alonso , han insistido en que ese interés que aún hay por la construcción de la infraestructura es ahora la noticia positiva, si bien este último ha reconocido que el traspiés del concurso retrasará el proyecto. Cabe puntualizar que la empresa se haría cargo de la inversión, la cual recuperaría con el derecho a la explotación de las futuras concesiones durante un período de 30 años. Esta es la fórmula que evitaría tamaño impacto en las arcas públicas y que haría posible que los mayores de la ciudad, cansados de promesas, vieran al fin moverse los primeros bloques.

Un Puerto sin puerto

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