Viaje a Transcarpatia, la Ucrania más pobre que Rusia ni siquiera ataca para no gastar misiles

A mediodía, junto a la iglesia ortodoxa del Cristo Salvador, unos adolescentes cruzan la calle mientras suena la alarma antiaérea. ¿Por qué suenan las sirenas todavía si nunca anuncian un impacto? Por si acaso, y quizá para recordar a todos que el país continúa en guerra. Transcarpatia está lejos del frente, y hace frontera con varios países miembros de la OTAN. Dice Olena Mudra, periodista local, que las razones por las que no se ataca esta región son más geopolíticas que geográficas: «El año pasado, los rusos atacaron varias infraestructuras críticas, y en Transcarpatia no tenemos. Y los misiles son caros«.

Al ser la zona más segura del país, se han instalado muchos desplazados internos venidos del este de Ucrania. La primera consecuencia es que se ha encarecido la vivienda; la segunda, que ahora en las calles se oye más hablar en ruso. No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial que Transcarpatia se incorporó a la URSS. «Por aquel entonces el ruso era oficial, claro», dice Mudra. «Venían familias que hablaban ruso, y se quedaban. Destinaron aquí a muchos soldados, maestros... Ellos hablaban ruso y algo ha llegado a nuestros días». Hasta la desintegración del Imperio Austrohúngaro en 1920, Transcarpatia había sido húngara durante un milenio. Entre las dos guerras mundiales, va cambiando de manos como ocurre a menudo en los territorios que son bisagra. Esto determina su identidad y las lenguas que se hablan. Además del ucraniano y del ruso, en Transcarpatia se habla ruteno (no se ponen de acuerdo en si es un dialecto del ucraniano o bien una lengua diferente), y las minorías húngara y rumana hablan húngaro y rumano, respectivamente.

Noticia Relacionada

Orbán predice que Trump pondrá fin a la guerra de Ucrania antes de su investidura si gana las elecciones

Miriam González | Corresponsal en Kiev

El primer ministro de Hungría, que se reunió con Putin en julio, bloquea la ayuda europea a Kiev

A la llegada a Berehove, el nombre de la ciudad está en ucraniano y en húngaro (Berehove-Beregszász). Más abajo, un muñeco hinchable con forma de pimiento rojo anuncia, en inglés, un restaurante de cocina húngara. Berehove está a sólo cinco kilómetros de Hungría, tiene cerca de 25.000 habitantes, y la mitad de ellos son húngaros étnicos. En toda Transcarpatia, hay más de 100.000: son un 12%, la minoría más importante en la región. No son muchos, pero tienen la fuerza de mil años de historia y, sobre todo, un estado detrás. Budapest ejerce un poder blando, subvenciona instituciones húngaras en la región y, además, ha repartido miles de pasaportes.

En el consejo regional, los nacionalistas del KMKSZ (siglas en húngaro del Partido de los Húngaros de Ucrania) tienen ocho de los 64 escaños de una cámara liderada por una fuerza regionalista. El KMKSZ no ha atendido ninguna solicitud de entrevista.

En la plaza de los Héroes, dos testigos de Jehová hacen proselitismo: la diferencia con sus homólogos de Uzhgorod es que aquí los trípticos están también en húngaro. En Berehove casi todo está rotulado en ambas lenguas, pero con un ligero predominio del ucraniano. Este predominio se invierte en los pasillos de la KMF, la Universidad Húngara de Transcarpatia (tampoco han atendido ninguna solicitud de entrevista). Para las clases, a menudo tienen un grupo para cada lengua. En el bar de la facultad, el menú está en húngaro, cosa que no gustó a Oleksandr Ivashchuk, un cliente que hace un año dejaba esta reseña en Google, en ucraniano: «Voy y allí todo son garabatos. ¡Sólo hay una lengua en Ucrania! ¿Berehovo no es Ucrania?«. Berehovo es el nombre de la ciudad en ruso. Les dio una sola una estrella.

En el jardín interior, Kamilla, Cintia y Patrik juegan al UNO: los tres son húngaros étnicos. El grado de fluidez con que los húngaros de Ucrania hablan ucraniano depende del entorno: dónde han crecido y a qué escuela han ido. Kamilla es de un pueblo monoétnico húngaro y en la escuela la lengua vehicular era el húngaro. Cuando habla ucraniano, le falta fluidez. ¿Hay fricciones por esta cuestión? Las hay, dicen.

La televisión e internet no compensan el escaso contacto con el ucraniano porque viven de espaldas a los medios de su país. Están más cerca de Budapest, no sólo geográficamente, e incluso viven con el huso horario de Hungría, aunque oficialmente tienen el mismo que toda Ucrania. Un ejemplo: en el móvil, los tres tienen la hora de Budapest: «Cuando miramos el horario de los autobuses, aparecen con la hora ucraniana, y ya sabemos que hemos de restar una hora», dice Kamilla, y ríe. ¿Hay confusiones por esta cuestión? No las hay, dicen. Por defecto, en Berehove y alrededores, todos van con la hora de Budapest. Y, si por lo que sea, alguien se refiere al huso horario de Ucrania, dice la hora y añade «hora de Kiev».

La KMF es una de las muchas instituciones subvencionadas por el Gobierno de Hungría. En Kiev fruncen el ceño, pero les dejan hacer porque, al fin y al cabo, se trata de dinero. Se muestran menos transigentes con otras cosas: «En mi pueblo, hace unos meses, hubo problemas», dice Kamilla. «Mi pueblo es 100% húngaro, no hay ni un solo ucraniano. Y tuvimos que quitar todos los símbolos húngaros, incluso los nombres de las calles». Aquí, en Berehove, la bandera de Hungría está en las ofrendas que hay a los pies de monumentos a poetas, reyes y revolucionarios húngaros, pero también en la iglesia católica de la Exaltación de la Santa Cruz (junto a la bandera del Vaticano), e incluso en el monumento a los soldados caídos en la guerra contra Rusia.

Patrik tiene veinte años; hasta los veinticinco no hay reclutamiento forzado. Al ser estudiante, tampoco le reclutarían si tuviera la edad. «Muchos hombres en edad de combatir se fueron», dice Patrik. Pudieron irse gracias a los pasaportes húngaros. Si en toda Ucrania, ya muchos hacen lo imposible para esquivar el reclutamiento, ¿qué no harán los húngaros étnicos, que a todas las razones que uno puede tener para no ir a una guerra, se añade que muchos no la sienten suya?

¿Y qué ansían los húngaros de Transcarpatia? Cintia dice que «Hungría y Transcarpatia son distintas, no creo que mucha gente quiera anexionarse a Hungría. Todo era fantástico antes de la guerra. Todo el mundo quiere eso». Kamilla lo ve igual: «Transcarpatia es como un pequeño país. Antes de la guerra, todas las etnias vivíamos en paz. Si veían que no hablaba ucraniano, intentaban hablarme en húngaro, con lo que sabían. Esto ha cambiado«.

Al día siguiente, en el café Riverside de Uzhgorod, Dmytro Tuzhanski dirá que «desde la Revolución del Maidan, y especialmente desde 2022, ha habido una exacerbación del nacionalismo ucraniano. Es un resentimiento natural contra Rusia«. Tuzhanski es director del Instituto para la Estrategia Centroeuropea, un 'think tank' con sede en Uzhgorod. Reconocerá también que la región está muy dividida y que los vínculos interétnicos son débiles, pero rebatirá el discurso de Moscú («Putin pretende poner Transcarpatia como si fuera una bomba de relojería») y también el de Kiev («Tienen miedo, un miedo poco conectado con la realidad. Kiev todavía ve Transcarpatia como una región potencialmente separatista»).

Continuará así Dmytro Tuzhanski: «Puede que hayas escuchado que hay una especie de opresión sobre la comunidad húngara, una asimilación (y por supuesto no quiero menospreciar estas opiniones), pero en Ucrania no tenemos ni la capacidad ni el deseo de asimilar a nadie».

Por su parte, Kamilla, la estudiante, concluye que «si la convivencia interétnica pacífica no es posible, lo mejor sería una Transcarpatia independiente. Si nos incorporásemos a Hungría, quizás sería fantástico para nosotros, pero las demás etnias sufrirían como los húngaros sufrimos ahora. Yo sé lo que tenemos que soportar los húngaros ahora, y no se lo deseo a los demás«.