Los veteranos recuerdan a Isabel II: «Por primera vez en nuestra vida, la Reina no está presente»
en la muerte de isabel ii
El Royal Hospital Chelsea, una institución militar con más de tres siglos de historia, abre sus puertas a ABC con motivo del fallecimiento de Isabel II. Así viven el duelo quienes sirvieron a la Corona en las Fuerzas Armadas británicas
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Última hora de la muerte de Isabel II: Los restos de Isabel II llegan a Londres
Servicio en recuerdo a la monarca en el Royal Chelsea Hospital
Stephen 'Charlie' Farley tiene 71 años, es natural de Leytonstone (noroeste de Londres) y luce sobre su abrigo escarlata una resplandeciente hilera de medallas que certifican una larga vida de servicio a la Corona. «De crío viví en Gibraltar, espero que siendo usted ... española no sea un problema; fui reclutado a los 15 años como 'boy soldier' y hasta mi retiro del Cuerpo de Paracaidistas he trabajado por mi país en todo el mundo. Canadá, Belize, Australia... ¿Quiere saber si he estado en la guerra...? Sí, he estado en la guerra. Y también fui durante 15 años guardaespaldas de la Reina Isabel. Estas condecoraciones son algo así como mi hoja de servicios», cuenta a ABC este soldado de barba tan acicalada que parece haberse escapado de algún retrato decimonónico de la National Portrait Gallery.
Sin embargo, Stephen Farley se explica sin impostura alguna más allá de su imponente aspecto. A cierta distancia le observa su amigo Alan Gill, nacido en Gosport (Hampshire), 70 años atrás, y veterano del Cuerpo de Ingenieros y Mecánicos del Ejército británico, quien, con un gesto con los dedos, indica a Charlie que se retuerza aún más los bigotes para darse un aire algo más marcial. Ambos son pensionistas y residentes del Royal Hospital Chelsea, el hogar de unos 300 militares retirados –hombres y mujeres, aunque éstas en franca minoría– que, viudos, con los hijos lejos o con una vida solitaria muy a su pesar, decidieron cambiar la paga de su jubilación por una plaza en este rincón de Londres. La intención es acabar sus días junto a sus pares y «en muy buena compañía». Aquí todavía viven soldados que lucharon en las Malvinas, Corea, Chipre o la Segunda Guerra Mundial.
Los orígenes de esta institución se remontan al reinado de Carlos II (1660-1685), cuya dorada y bien pulida estatua reluce en la verde explanada por la que el imponente edificio, con forma de U y frontal triangular, se asoma a un horizonte de grúas y rascacielos en construcción más allá del Támesis.
Una conmoción
Estamos en la orilla norte, amenaza lluvia y son las nueve y media de la mañana del día en el que el cuerpo de la Reina Isabel II viaja de la catedral de Saint Giles, en Edimburgo, a Buckingham Palace. Es la antesala de la mayor vigilia de la historia de Gran Bretaña, que arranca hoy a las cinco de la tarde con la exposición del féretro de la monarca en Westminster Hall. Tras unas desasosegantes y tristísimas jornadas, el Royal Chelsea Hospital ha abierto sus puertas a un pequeño grupo de periodistas para invitarnos al Drumhead Service por Su Difunta Majestad la Reina Isabel II. Eso sí, ruegan que vistamos de riguroso luto y respetemos una norma que nada cuesta cumplir: dirigirnos únicamente a los pensionistas elegidos por la dirección del centro. «Tengan en cuenta que son muy mayores, algunos están bastante enfermos y todos están conmocionados. Son unos días difíciles», argumenta la responsable de comunicación.
«Durante 15 años guardaespaldas de la Reina Isabel. Estas condecoraciones son algo así como mi hoja de servicios»
Stephen 'Charlie' Farley
Himnos y plegarias
Instantes antes de la hora señalada, una legión de ancianos militares, uniformados con chaquetas oscuras de doble botonadura, sale del interior del edificio y se van colocando en torno a la dorada estatua del Rey Carlos II, siguiendo las instrucciones a viva voz de alguien que parece más joven y bien dotado para el mando. Es una suerte de llamada a formar filas. Y en esas filas hay pensionistas de talla imponente y erguidos como juncos, junto a otros que se inclinan sobre unos andadores que arrastran por la grava. Una buena parte de ellos se mueven en sillas de ruedas. Les acompañan enfermeras, celadores, camareras, personal de mantenimiento y de cocina... Todos los que forman parte de esta institución se suman al homenaje, durante el que se van sucediendo lecturas bíblicas, plegarias por el alma de la Reina Isabel y el buen discernimiento del Rey Carlos III, e himnos a ritmo de piano y trompeta. El sobrio acto se cierra con el 'Dios salve al Rey' y quien buenamente puede se pone en pie.
«Canté el himno y me confundí. Canté a la Reina y no al Rey», comenta con cierta pesadumbre Alan Gill minutos más tarde. Llegó al Royal Hospital Chelsea el pasado mes de mayo y comenta con gesto de asombro, como si acabara de darse cuenta, que por vez primera Isabel II ha dejado de ser para él una presencia constante. «Nací poco después de que ella fuera proclamada. La primera vez que la vi de cerca, en persona, yo solo tenía 5 años. Hizo una visita a mi colegio y a mí me pareció alguien deslumbrante. Es raro que ya no esté entre nosotros», se lamenta.
«Canté el himno y me confundí. Canté a la Reina y no al Rey»
Alan Gill
Esa sensación de extrañeza no es ajena al común de sus compatriotas. A lo largo de los últimos días, jóvenes y mayores cuestionados por las calles de Londres coinciden en lo mismo: la fallecida monarca ha sido omnipresente a lo largo de toda su existencia. En diciembre de 2021, en un informe recogido por el rotativo 'The Telegraph', el profesor Les Mayhew, del Centro Internacional de la Longevidad, señalaba que la Familia Real Británica tiene una esperanza de vida 26 veces más larga que otros sujetos. Por aquel entonces, Isabel II contaba con 95 años de edad, lo que significaba que era más longeva que sus compatriotas, salvo los 100.000 que la superaban en años. Así pues, y dado que fue coronada cuando contaba 25 años, el 85% de los británicos no ha vivido con un jefe de Estado diferente a ella.
Nuevas generaciones
«Con la muerte de la Reina no volverá a haber una mujer en el Trono de Inglaterra. Ahora está Carlos, luego vendrá Guillermo y, más tarde, el pequeño Jorge... Y para mí esto es muy significativo». Esta es la reflexión de una de las escasas señoras que viven en esta residencia para veteranos. Se llama Monica Parrott, nació en Gloucester hace 76 años, a los 17 ingresó en el Women's Royal Army Corps –un Cuerpo femenino que en los años 90 del siglo XX dejó de ser adjunto a las Fuerzas Armadas británicas para integrarse plenamente en ellas– y aquí llegó en 2017. Cuenta la soldado Parrott que el estado anímico en el Royal Hospital Chelsea es «triste y contenido. Estamos intentando no emocionarnos demasiado, porque sería muy complicado salir de este sentimiento. Pero cada vez que veo la tele me pongo a llorar».
Monica Parrot contiene las lágrimas que no puede evitar otro de los pensionistas elegidos para hablar con la prensa. David Godwin oficiaba en el regimiento de la Real Policía Militar en Irlanda del Norte y, estrenados los 70, se le corta la voz en la primera respuesta. «Disculpe, es que es difícil de creer. La Reina nunca nos abandonó. Le habrán explicado que siempre que podía venía a visitar esta casa», insiste.
«Cuando la pasada semana vi su fotografía junto a Liz Truss, la primera ministra, se me partió el corazón»
Monica Parrot
Corría el año 1947 cuando la por entonces Princesa Isabel pisó en acto oficial el Royal Hospital Chelsea con motivo del Día del Fundador. Habían transcurrido dos años desde el final de la contienda y todavía estaba muy presente su ingreso, como segunda teniente, en el servicio Territorial Auxiliar de Mujeres. Ofició como conductora y mecánica. Ya coronada, uno de sus primeros eventos fue junto al héroe de guerra Bill Speakman, fallecido en 2018. Desde entonces, en cada década pasó por aquí al menos en una ocasión. Su última visita fue en 2014, con motivo de la conmemoración del Regimiento de Londres en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, David Godwin pudo coincidir más tarde con ella. «Fue con motivo del último Chelsea Flower Show. ¡Pero si estaba maravillosa! Su piel parecía de melocotón, irradiaba luz... Cuando la pasada semana vi su fotografía junto a Liz Truss, la primera ministra, se me partió el corazón. Precisamente por cosas así es de justicia no olvidarla. Nunca dejó de estar al servicio del país. Descanse en paz».