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Los Verdes alemanes entran en decadencia con una caída de 10 puntos en estimación de votos

En las últimas semanas, las comparecencias de los más destacados miembros del partido han sido interrumpidas e incluso boicoteadas por abucheos y protestas

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Los líderes del Partido Verde, Annalena Baerbock y Robert Habeck AFP
Rosalía Sánchez

Rosalía Sánchez

Corresponsal en Berlín

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Varias docenas de activistas a favor del medio ambiente permanecen desde el pasado fin de semana colgados de varios árboles en Brandemburgo, cerca de Berlín, en protesta por la expansión de una fábrica de automóviles de Tesla. «¿Qué más tiene que pasar para que los políticos reaccionen y finalmente antepongan el bienestar humano a los intereses de lucro?», dijo el sábado Lou Winter, portavoz de la alianza «Cierra el grifo a Tesla».

Para muchos votantes alemanes, resulta incomprensible que colectivos ecologistas supongan un obstáculo al avance de los coches eléctricos, en cuya expansión están puestas las esperanzas de cumplir con el calendario alemán de reducción de emisiones. Tampoco entienden que los activistas que durante años exigieron medidas de protección del clima hayan marcado ahora como prioridad la defensa de Palestina.

A pesar de que Hamás ha sido clasificado como grupo terrorista por parte de Estados Unidos y de la Unión Europea y tras el ataque a Israel, el pasado 7 de octubre, el movimiento Fridays for Future (FFF) se ha hecho eco de publicaciones antisemitas y antiisraelíes en su cuenta de Instagram. Algunas de ellas han hecho referencia a un «genocidio» contra los palestinos y al «sistema de apartheid» de Israel. Otros llaman a la «liberación» de Palestina.

Greta Thunberg apareció en una manifestación climática en Ámsterdam, en noviembre de 2023, luciendo la keffiyeh palestina y proclamando que el movimiento climático debe apoyar las voces de quienes están siendo oprimidos. «No hay justicia climática en las tierras ocupadas», coreó. Luisa Neubauer, la líder de Fridays for Future en Alemania, se distanció de Thunberg, después de que el comisionado del gobierno federal para la vida judía denunciase que aquellas «declaraciones unilaterales sobre el conflicto en Oriente Medio son hostiles a Israel y también antisemitas por su negación implícita del derecho de Israel a existir». También a raíz de esta nueva estrategia de Greta Thunberg algunos grupos locales de FFF se han disuelto, como el de Marburg, en el estado federado de Hesse, o el de Bremen.

Según una encuesta publicada por el Augsburg Allgemeine, los alemanes en su conjunto ya no tienen mucha fe en el futuro de FFF y casi dos tercios de los encuestados consideran que ha fracasado. Y esa desafección por un movimiento juvenil que el que hace años empatizaba mayoritariamente la población alemana se extiende al partido político Los Verdes, que forma parte actualmente de la «coalición semáforo» que gobierna Alemania con el socialdemócrata Olaf Scholz a la cabeza. De cara a las elecciones europeas del 9 de junio.

Los Verdes figuran como mayores perdedores en las encuestas, con un 10,5 por ciento de los votos, en lugar de más del 20 por ciento que obtuvieron en las últimas votaciones comunitarias. En las últimas semanas, las comparecencias de los más destacados miembros del partido han sido interrumpidas e incluso boicoteadas por abucheos y protestas, especialmente por parte de los agricultores, un sector al que este partido representó en sus inicios, como contraparte a la industrialización. «Cada demanda de los Verdes se considera ahora arrogante o extremista, y es recibida con odio», constata el comentarista Julius Betschka, que considera injustificado que se culpe al ministro de Economía, el verde Robert Habeck, «de haberse cargado la economía alemana en dos años» y que señala que Los Verdes «están actuando actualmente como pararrayos para un desprecio general por la política y los partidos». «El odio irracional de los Verdes se basa en parte en el antisistema. El político verde condensa el resentimiento alemán generalizado hacia la capital, así como la fatiga del cambio y la rebelión contra el sistema democrático», añade.

Lo cierto es que los ecopacifistas no son hoy apreciados ni por sus enemigos políticos ni por muchos de sus hasta ahora seguidores. La «Ley de la calefacción», debido a los elevados costes energéticos con que ha cargado a los hogares, ha vuelto a muchos de sus votantes en contra de la formación política que la ha impulsado e implementado. Otras decisiones de política energética también han decepcionado a sus seguidores, como la prolongación de la vida de los tres últimos reactores nucleares para paliar la emergencia energética del año pasado, cuando Alemania tuvo que prescindir de un día para otro de su dependencia del gas ruso a causa de la invasión de Ucrania.

Otro problema evidente es su dificultad para lograr votos en la Alemania rural. En las ciudades, el ecopartido consigue regularmente obtener mandatos directos, pero en los distritos rurales los votantes huyen en masa, como se vio en las últimas regionales bávaras: si bien en Múnich Mitte triunfaron con el 44 por ciento, en distritos como Freyung-Grafenau sólo el 4,3 por ciento de los votantes confiaron en ellos. Para las ambiciones de los Verdes, que oficialmente quieren presentar un candidato a canciller en las próximas elecciones federales, la debilidad en el campo podría ser desastrosa, como reconoce la presidenta del grupo parlamentario en el Bundestag, Katrin Göring-Eckardt, que insiste en que «llevo mucho tiempo diciendo que tenemos que pensar en nuestra política desde el punto de vista del país» y que sugiere un problema de personal. Los políticos verdes son demasiado urbanos, demasiado académicos y demasiado jóvenes para el votante medio alemán. De los 118 miembros verdes del Bundestag, solo uno ha completado su formación profesional.

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