La Universidad de Columbia, símbolo de las protestas pro-palestinas, capitula ante Trump

Trump apretó las tuercas a Columbia a comienzos de este mes, después de que la universidad de la ciudad de Nueva York se convirtiera en el gran símbolo de las protestas del año pasado tras el ataque de Hamás a Israel del 7 de octubre de 2023 y tras la respuesta de Israel con la guerra de Gaza. Para los pro-palestinos, Columbia fue un ejemplo de reivindicación -como lo fue en la guerra de Vietnam- y su polémico campamento-protesta fue replicado en decenas de campus universitarios de todo el país.

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javier ansorena | Corresponsal en Nueva York

Para muchos pro-israelíes y conservadores, Columbia fue el símbolo del antisemitismo que ha calado en parte de la izquierda de EE.UU. y se condenaron los episodios de ataque o intimidación a estudiantes judíos y el caos que provocaron las protestas en la vida universitaria. Algunos estudiantes-activistas, por ejemplo, ocuparon a la fuerza un edificio del campus después de que la policía desmantelara el campamento la primavera pasada. Algunos de los cánticos que se repetían entonces: 'Solo hay una solución, la revolución de la intifada' o 'Desde el río hasta el mar, Palestina será libre' (considerado por algunos como la defensa de la aniquilación de Israel).

Los líderes de Columbia, al igual que los de otras universidades de elite del país -Harvard, Yale, Universidad de Pensilvania-, fueron castigados en el Congreso por los republicanos que les acusaban de pasividad ante el antisemitismo.

Ahora, con Trump al volante, las tornas han cambiado. Ha pasado poco más de una semana desde que la Administración Trump envió una misiva con sus exigencias y con la amenaza de bloquear el dinero federal a Columbia y la universidad no ha resistido: prohibirá que los estudiantes lleven la cara cubierta con máscaras para ocultar su identidad; permitirá que 36 agentes de la policía del campus ejecuten arrestos; y nombrará a un vicedecano que supervisará el funcionamiento del Departamento de Estudios de Oriente Medio, así como del Centro de Estudios Palestinos.

La capitulación de Columbia en algo tan propio de la autonomía universitaria como decidir sobre la operativa académica del centro es algo reseñable. El nuevo vicedecano, que nombrará la universidad, tendrá voz sobre el currículum, la contratación de profesorado asociado y de gestores «para asegurar que la oferta educacional es amplia y equilibrada».

«Durante demasiado tiempo, Columbia ha abandonado sus obligaciones con los estudiantes judíos de su campus», escribió entonces la secretaria de Educación, Linda McMahon. «Hoy demostramos a Columbia y a otras universidades que no toleraremos su decepcionante inacción».

Según la misiva de la Administración Trump, la aceptación de esas exigencias no implica que la universidad recuperará la financiación federal. Solo que le permitirá seguir con negociaciones.

La capitulación llega después de negociaciones entre Columbia y la Administración Trump, en las que la universidad se planteó tratar de pelear la amenaza de cortar el grifo de fondos por la vía legal. Finalmente, consideró que sus opciones no eran buenas y se avino a las exigencias.

Según la rectora interina de Columbia, Katrina Armstrong, el acuerdo es resultado del «considerable trabajo» hecho por la universidad en el último año para enfrentar las preocupaciones por el antisemitismo en el campus. «Tengo toda la fe en nuestra capacidad para enfrentarnos a los desafíos más grandes. Somos resistentes y brillantes», dijo en una carta.

Además de las concesiones a Trump, Columbia aseguró que irá más allá en los cambios. Por ejemplo, apostará por una posición de neutralidad institucional -dejará de tomar posturas oficiales en asuntos políticos- y creará un nuevo programa para su sucursal en Tel Aviv esta primavera.

La aceptación de las exigencias por parte de Columbia llega pocos días después de la detención de Mahmoud Khalil, uno de los estudiantes que lideraba las protestas del año pasado.