Ucrania rezó para que éstas sean las útimas navidades en guerra
Cáritas desarrolla su labor en territorio ucraniano desde hace tres décadas. Durante la última década, ha ayudado a paliar los efectos de la guerra en el este de un país, que, este 2023, se suma por vez primera al calendario navideño católico
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Las bombas caían sobre Járkov a diario. En aquella época los rusos estaban muy cerca de la ciudad y no escatimabane esfuerzos en los lanzamientos de proyectiles. Todavía las fuerzas de Zelenski no habían liberado los territorios en el este y el sur. Esta ... urbe, la segunda más grande de Ucrania, estaba desolada y vacía. Era agosto de 2022 y el sol picaba a medio día.
En una plaza del centro, cerca de la estatua del poeta ruso Pushkin, los voluntarios de Cáritas repartían ayuda a los vecinos. Uno de los sacerdotes vestía una larga sotana negra. El padre era polaco y se le veía muy atareado mientras entregaba los paquetes a los lugareños. La estampa era imponente. Y ahora, un año y medio después, a finales de diciembre de 2023, Ucrania sigue en guerra y esa misma estampa aún se ve en pueblos y ciudades de un país de mayoría ortodoxa que, por vez primera, ha celebrado la Navidad el 25 de diciembre, según el calendario católico. En un discurso de Nochebuena dirigido a la nación, el presidente Volodímir Zelenski dijo que la población «reza por el fin de la guerra» y «por la victoria» ante la invasión de Rusia, desencadenada en febrero de 2022 por orden del presidente ruso, Vladimir Putin, informa EP.
La gente de Cáritas ha trabajado y trabaja a destajo. Las creencias personales de cada quien no son importantes. Todo el que quiera arrimar el hombro, es más que bienvenido. En agosto de 2022, con ellos fui al barrio de Saltivka, una zona residencial y obrera arrasada por los misiles del Kremlin. En el sótano de uno de los edificios vivían unos diez niños con algunos familiares.
Para ellos, Cáritas tenía reservados chocolates y golosinas. La guerra es la guerra, pero los niños no dejan de serlo por ello. Los sacerdotes y los voluntarios locales sabían perfectamente donde estaban los vecinos que sobrevivían allí y el tipo de asistencia que necesitaba cada uno. A lo lejos, mientras repartían paquetes, se escuchaban el retumbar de los morteros, pero nadie se inmutaba.
Chernóbil
Cáritas comenzó su labor en Ucrania hace 30 años y durante la última década han ayudado a paliar los efectos de la guerra en el este del país y las consecuencias de la invasión a gran escala. Su primer proyecto piloto se centró en la reconstrucción de casas para las víctimas del desastre de Chernóbil. Poco tiempo después se involucraron en la rehabilitación de los niños afectados por la radiación. Ahora cuentan con 52 centros repartidos por toda la geografía ucraniana y más de 8.000 voluntarios cooperan con la organización. Desde que inició la guerra total han ayudado a más de cuatro millones de personas.

La oenegé católica tiene programas de atención médica, asiste a personas con discapacidad y cuenta con personal especializado en cuidados paliativos. Entregan todo tipo de ayuda humanitaria: 'kits' de reparación de viviendas, paquetes de alimentos y de higiene personal, botiquines de primeros auxilios, agua, material escolar… También dan asistencia legal gratuita y ayuda psicológica. Actualmente recaudan fondos para ayudar a calentar las casas que están cerca del frente. Muchos de estos hogares están habitados por personas mayores o niños y los miembros de organización se encargan de que no les falte un plato de comida caliente.
El padre Vyacheslav Grynevych, que dirige la entidad de 2020, destaca que Cáritas no es una organización como la demás, ya que tiene mucha experiencia sobre el terreno y una larga relación con las distintas comunidades. Algunos de sus equipos trabajan en zonas muy cercanas al frente de guerra, por eso, «lo principal es cuidar la seguridad de todas las personas», explica.
A todas las regiones
Intentan que la ayuda llegue todas las regiones y para ello están en contacto con las personas que viven y trabajan en las diferentes provincias. «Cuando hablamos con nuestros socios internacionales, desde Corea hasta a España, les preguntamos cuáles son los proyectos en los que están interesados. Después evaluamos la situación desde el terreno con nuestros directores locales y comprobamos si en ese lugar no hay otras organizaciones trabajando. Por ejemplo, cuando la masacre de Bucha saltó a las noticias, todos querían destinar allí las ayudas. Pero para nosotros la prioridad es llevar la asistencia a todos los lugares que la precisen», cuenta el sacerdote.
La comunidad mundial de Cáritas se volcó con sus colegas ucranianos desde el principio. Dice el padre Vyacheslav que Cáritas España ha sido un apoyo fundamental, uno de sus grandes socios. El soporte material y financiero es absolutamente necesario, pero «la solidaridad que nos trasladaron nuestros colegas fue de vital importancia, especialmente en las primeras semanas de la guerra. No nos sentimos solos», recuerda el director de la organización.

Las carencias en tiempos bélicos superan las cuestiones materiales. La guerra se mete dentro de las personas y también en esa intimidad tiene efectos devastadores. Es una destrucción invisible. El padre reconoce que este duro episodio de la historia de Ucrania ha cambiado radicalmente la vida de muchas personas. También la suya propia. «Unas semanas atrás, y por primera vez en casi dos años, tuve un sueño normal», afirma. Como parte de la labor social de la Iglesia Católica los miembros de Cáritas quieren acercase a las personas y a sus propias batallas internas. «No solo damos apoyo material, también queremos dar asistencia emocional. Pasamos tiempo con las personas, les preguntamos cómo están… Nosotros debemos compartir la riqueza que tenemos en el corazón; la dignidad humana es nuestro principal valor» apunta con énfasis el sacerdote.
El joven párroco muestra fortaleza para llevar a cabo su arduo cometido, sin embargo, reconoce que los dos últimos meses se ha instalado un poco de pesimismo. Las ayudas a Ucrania bajaron, aunque las necesidades se mantienen. «La situación en Armenia y más recientemente en Jerusalén, nos ha afectado. Hay brechas en las ayudas y por eso somos muy cuidadosos con lo que prometemos a la gente», sentencia.
Capellán militar
El padre Vyacheslav es veterano de guerra. Durante el año 2015 fue capellán militar en el frente de Donetsk. Afirma que le gustaría volver, pero la comunidad católica en Ucrania es pequeña y no cuentan con un gran número sacerdotes. Ese tiempo en la guerra fue para él una experiencia enriquecedora, dice. «Muchos soldados necesitaban sentir que Dios estaba cerca de ellos, que no estaban solos frente a esa experiencia tan visceral». El párroco conoció de primera mano cómo la guerra se incrusta hasta en el alma de los que combaten, y quizás por ello es tan sensible y comprende las consecuencias invisibles de este conflicto.
Ahora su frente es ayudar de todas las formas posibles a la sociedad ucraniana. Pero, reconoce que hay heridas que ninguna organización de caridad podrá curar. La distancia que surgió entre los vivieron esta guerra y aquellos que fueron del país no se podrá salvar nunca. «Un amigo mío decidió irse de Ucrania, decía que tenía miedo. El reencuentro será difícil, nuestra experiencia es muy diferente a la suya, nuestras expectativas también. Eso le va a pasar muchas personas aquí. Lo mismo ocurre con las mujeres que se separaron de sus maridos y vivieron en Europa», reflexiona el director de Cáritas.
«La situación en Armenia y Jerusalén nos ha afectado. Hay brechas en las ayudas y por eso somos cuidadosos», dice el padre Vyacheslav
La fractura del país va más allá de los mapas. Pero incluso los tiempos más oscuros la fe en Dios, dice el padre Vyacheslav, nos trae esperanza. Esperanza en que la justicia llegará algún día.
Y con esa esperanza el sacerdote celebra las segundas Navidades en guerra. Este año -como manda su tradición personal- enviará a sus allegados una postal que él mismo diseñó para desearles unas «navidades seguras».
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