Saharauis: medio siglo de resistencia a través de tres generaciones

De la lucha armada a la 'traición' española: los exiliados en el desierto argelino todavía aspiran a regresar a su tierra, hoy ocupada por Marruecos

Fisahara: cine en medio del desierto para seguir la lucha saharaui

Lamina (en el centro), su hija Jade y su nieta Maga en el campo de refugiados de Auserd C. Pérez

Carlota Pérez

Enviada especial a Auserd, Tinduf (Argelia)

A casi 1.460 kilómetros de Argel, en un terreno árido y arenoso donde no hay montañas, ni ríos, ni bosques, sólo arena, más de 175.000 personas viven desde hace 49 años esperando volver a la tierra que un día fue suya: el ... Sáhara Occidental. Hace medio siglo que se produjo uno de los mayores éxodos de personas documentado desde lo que fue una colonia española hasta los campamentos levantados en territorio argelino. En estos 6.000 kilómetros cuadrados de desierto, los saharauis siguen su lucha: «Resistir es vencer», repiten.

Medio siglo son tres generaciones y, por eso, juntamos a tres mujeres: Lamina (70 años), su hija Jade (39 años) y su nieta Maga (10 años), para poder entender cómo ha sido su lucha y su vida en un lugar que «es de paso», en boca del pilar fuerte de la sociedad saharaui: la mujer.

Lamina Ahmed Far nació en 1954 en el Sáhara Occidental, en Auserd, cuando todavía era la 53 provincia de España. Tiene carné español de 1974, pero ahora es papel mojado. Sin embargo, es una muestra de la responsabilidad histórica de España con el pueblo saharaui. «Siendo niña no era muy consciente de quiénes eran nuestros vecinos», recuerda Lamina mientras prepara un té en su jaima. La temperatura llega a los 37 grados y todavía no han llegado los meses de más calor, pero el té caliente es todo un ritual, y más si tienen visita.

El inicio de un exilio

«Vivíamos bien. Mi padre era pastor, teníamos cabras y camellos. Pero un día los marroquíes entraron en nuestras tierras y arrasaron con todo. Tuvimos que salir corriendo, no teníamos alternativa, y dejamos todo lo que teníamos atrás». Lamina rememora lo que fueron los bombardeos con napalm y fósforo blanco que el Ejército de Marruecos lanzó sobre la población civil. Tantos años después, esta mujer aún se emociona al recordar el exilio que tuvo que emprender con su familia para seguir con vida. La travesía hacia donde hoy está no fue fácil. Para llegar a Tinduf cruzaron cientos de kilómetros por el desierto entre Mauritania y Argelia. «El camino fue horrible. No teníamos nada; de vez en cuando, el Frente Polisario nos daba comida, agua y mantas».

Llegaron y levantaron unos campamentos que iban a ser provisionales y ya se extienden por casi medio siglo. En este tiempo se firmaron los Acuerdos de Madrid por los que el territorio saharaui se repartió entre España, Marruecos y Mauritania. España se retiró, al igual que lo hizo Mauritania, y Marruecos fue ganando terreno hasta tomar prácticamente el control de la zona. Mientras, en el desierto argelino los campamentos se iban formando y les fueron poniendo los nombres de localidades del Sáhara Occidental, por eso Jade, hija de Lamina, también nació en Auserd, pero en el Auserd del exilio.

Apoyo de países no alineados

Jade tiene 39 años y no tiene nacionalidad oficial. Para España -y para más de la mitad de la comunidad internacional-, la República Árabe Saharaui Democrática proclamada por el Frente Polisario no existe, por eso esta mujer es una apátrida, pero se siente «una privilegiada. No viví la guerra como la vivieron mis padres», cuenta.

En 1991 el Frente Polisario y Marruecos firmaron un armisticio que suspendía la guerra iniciada en 1976. Antes, las Naciones Unidas publicaron un 'plan de arreglo' entre las autoridades marroquíes y el Frente Polisario que incluía la celebración de un referéndum. Sin resolver la crisis, la calma parecía llegar al campo de batalla y fue entonces cuando el movimiento por la libertad se hizo más fuerte. Acompañado por corrientes similares en América Latina, la cuestión saharaui se hizo fuerte en los 80 y los 90. «Nuestra causa en esos años tenía mucho apoyo internacional. Los jóvenes se iban a estudiar a Cuba o países de la Unión Soviética, Libia o Siria», recuerda Jade. Ella no fue a estos países 'no alineados', pero sí recuerda como más de 600 jóvenes de su edad viajaron a Cuba.

Proyección de una película en el festival FiSahara Sergio R. Moreno

Sale, pintor de los campamentos, fue uno de estos niños que con 14 años viajó en un barco de la URSS hasta Cuba. Estudió artes plásticas, «otros hicieron medicina, ingeniería… nos prepararon para volver a los campamentos y desarrollar todo lo que sabíamos aquí. Eran otros tiempos. La causa saharaui era conocida por el mundo entero y nos apoyaban, incluso España y Felipe González vinieron hasta aquí para apoyarnos», cuenta. «España nos ha traicionado dos veces: cuando se fueron en 1976 y ahora con Sánchez al reconocer la soberanía marroquí sobre nuestras tierras», denuncia este pintor. Más que enfado, los saharauis lo que sienten es decepción por el cambio en la posición histórica del Gobierno español con la cuestión saharaui.

En marzo de 2022 el Reino de Marruecos hizo pública una carta firmada por Pedro Sánchez en la que asegura que apoya una autonomía dentro del país alauí para el Sáhara Occidental. La excolonia española sigue en el listado de territorios dependientes, pero no tiene, según la propia ONU, una potencia administradora.

Dificultades para quedarse

«Con el pueblo español nos sentimos muy agradecidos. Muchos hemos vivido allí, hemos pasado veranos con las familias, la segunda lengua que aprendemos en los colegios es el castellano, pero este cambio fue una traición a nuestra historia», dice Najim, un joven que colabora con la Media Luna Roja en los campamentos. Desde el Gobierno de la RASD, Mohamed Salem Salek, ministro asesor de la Presidencia y encargado de Asuntos Diplomáticos, hace el mismo diagnóstico: «España nos traicionó y creó una profunda herida, pero esto no tiene que ver con el pueblo español, que nos sigue ayudando y sigue estando con nosotros». El claro ejemplo es el Festival de cine que se está celebrando estos días en los campamentos de Tinduf, el FiSahara, que ya celebra su XVIII edición.

Enguilla y Debbed sonríen en su jaima del campamento C. P.

Aunque la máxima sigue siendo la misma -«Resistir es vencer»-, la juventud saharaui se enfrente a una encrucijada que en la mayoría de los casos suele ser desesperante: quedarse en los campamentos y vivir en un desierto donde apenas hay trabajo; o marchar y empezar una nueva vida fuera y así ayudar a sus familias con las remesas.

El sueño de Maga, nieta de Lamina y sobrina de Jeda, es irse fuera a estudiar medicina. Aún es muy pequeña, pero lo tiene claro: «Quiero ser doctora». Para serlo tendrá que hacer las maletas. Argelia es el país adonde la mayoría de los jóvenes marchan a estudiar, pero a su familia le gustaría España. «Ahí tendría una vida mejor, seguro, pero queremos que vuelva para seguir con nuestra lucha», dice su tía.

La juventud saharaui es luchadora y mantiene vivo el discurso, y también las acciones de sus antepasados sobre la cuestión de su pueblo. Sin embargo, las circunstancias y las condiciones en las que viven hacen que cada vez sea más difícil no querer buscar un futuro fuera. «Aún no sabemos qué hacer para mantener a la juventud», explica Ayud, director en el Ministerio de Juventud y Deporte de la RASD. Salumi, un joven de 21 años, tiene claro cuál va a ser su destino: España. Ya lo conoce. Ha sido uno de los miles de niños saharauis que han formado parte de los programas para pasar los veranos en una casa de acogida. Estuvo en Córdoba. Su hermana Debbed, de 19 años, también conoce España, Barcelona, a través del programa de Vacaciones en Paz. «Gracias a que salimos, mantenemos el vínculo con España», dice su madre Enguilla, que formó parte de los primeros programas, allá por 1987 y pasó un verano en Andalucía.

Las prioridades cambian

Salumi quiere trabajar para enviar dinero a los suyos: «No deseo irme de aquí, es mi tierra y tenemos que seguir luchando por esto, pero no queda otra», dice. Es la única salida que ven, irse de estos campamentos y empezar una nueva vida. «Aunque la lucha por nuestro pueblo sigue siendo muy importante para nosotros, las prioridades cambian. Si antes la de nuestros abuelos y la de nuestros padres era mantener viva la resistencia, ahora la prioridad es poder vivir bien», comenta Hafed, otro joven saharaui que trabaja para el Ministerio de Exteriores.

Y aunque cada vez son más los que se van, todos los saharauis de estos campamentos tienen algo en común: la idea de volver para seguir luchando por una causa justa que es el reconocimiento de su pueblo: «Volveremos a nuestra tierra. No nos rendiremos. Resistir es vencer».

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