Los rohingya se matan en la guerra civil de Myanmar, el país que nunca les cobijó
Los rebeldes y el Ejército reclutan por la fuerza a miembros de la etnia más perseguida: «Nos quieren aniquilar»
Cinco años del éxodo rohingya, vivos en la desesperanza
¿Por qué persigue Birmania a los rohingyas?

Nuestro contacto prefiere mantener su anonimato. Está aterrado y, al mismo tiempo, tiene la necesidad imperiosa de contar el calvario de su gente. Acaba de cumplir 19 años, es estudiante y vive en Cox's Bazar (Bangladesh), el campo de refugiados más poblado del mundo ... con un millón de rohingyas. «Llevamos días sin dormir bien», confiesa. «El grupo insurgente, el Ejército Arakan (AA, en inglés), ha atacado nuestro campamento y nos estamos mudando otra vez». Queman sus casas porque les quieren incluir en una guerra que no es la suya.
Huir es el modo de vida este joven. También el de su etnia, la más perseguida del planeta. Recuerda nítidamente los cuerpos inertes que vio en 2017, con 12 años, mientras escapaba del genocidio birmano hacia el país vecino. Entre 2016 y 2018, alrededor de 25.000 rohingyas fueron asesinados por los mismos militares que gobiernan tras el golpe de Estado de 2021. Las grietas a la moral de esta comunidad se solapan sin respiro. Han sido décadas de marginación y de negación de un derecho básico como la ciudadanía, donde han experimentado el desprecio, la exclusión sistemática y el horror. Son apátridas. Ahora, sufren las consecuencias de la guerra civil birmana que enfrenta a la junta militar con una amalgama de grupos rebeldes. El reclutamiento forzado e intimidatorio por parte de ambos bandos les obliga a matarse entre ellos por un país que nunca les ha reconocido.
Esta urgencia de la junta militar del general Min Aung Hlaing por alistar a los birmanos se debe a los signos de debilidad que están mostrando. Han perdido puestos clave desde que, en octubre del año pasado, se inició la Operación 1027, una serie de acciones conjuntas y coordinadas de los rebeldes para recuperar terreno. Su objetivo es la implantación del Gobierno de Unidad Nacional (NUG) para que se restablezca la democracia.
Riesgo de cárcel
La consecuencia directa de esta campaña contra el Ejército fue la promulgación en febrero de este año de la ley de reclutamiento que se aplica a toda la población de Myanmar. Los civiles varones de entre 18 y 35 años y las mujeres de entre 18 y 27 años deben elegir entre alistarse, pasar hasta un lustro en la cárcel o esconderse.
La minoría musulmana rohingya se está llevando la peor parte comparado con el resto de la población birmana, porque para ellos es una cuestión de vida o muerte. Las redadas de la junta son constantes en el Estado birmano de Rakhine, donde se encuentra la mayor población de esta etnia. Usan la violencia indiscriminada y tratan de seducir a los jóvenes con promesas vacías, como las atractivas cantidades económicas que les ofrecen o la tarjeta rosa de ciudadanía. Al final, les dan menos dinero del acordado y no hay rastro de los carnés que regulan su situación. Se aprovechan de su vulnerabilidad. Los reclutas rohingyas pasan por una «intensa y humillante» formación militar de dos semanas. También los niños. Varias fuentes han confirmado a este periódico que se están llevando a menores de edad.
Los rebeldes usan las mismas técnicas que sus enemigos de la junta dentro y fuera de Myanmar para reforzar sus tropas. Desde Bangladesh, el joven que nos atiende confirma que el «AA también está reclutando a niños menores de 14 años». Los transfieren a Myanmar y luchan en las aldeas de su gente, convertidas en campos de batalla. «Los dos bandos nos quieren aniquilar. Quieren erradicar nuestros genes. Por cada 100 que van al frente, solo 10 regresan. Estimamos que 19.000 rohingyas alistados serán asesinados en esta guerra. Nos usan como beneficio político para aniquilarnos. Esto lleva pasando desde 1952. Lo han hecho a través de leyes y de todas las maneras posibles. Esta es la última estrategia». La intensidad en la forma de hablar de este joven ha ido aumentando a lo largo de la conversación.
Los rebeldes usan las mismas técnicas que sus enemigos de la junta dentro y fuera de Myanmar para reforzar sus tropas
La indignación deriva en escepticismo. Duwa Lashi La, el presidente del Gobierno birmano depuesto (NUG), ha confirmado una de sus medidas estrella en caso de desbancar del poder a los militares: promete regularizar a los rohingyas. «Myanmar es un país diverso. Es muy importante que construyamos una democracia en la que haya igualdad entre los distintos grupos étnicos y que los rohingyas obtengan la nacionalidad», ha señalado a ABC. Además, afirma que, si se produce un periodo de transición, «les incluiremos en el diálogo político para discutir el borrador de la nueva Constitución, que garantice la autodeterminación de todos los grupos en Myanmar, la justicia y la igualdad en el país. Los rohingyas serán incluidos en nuestro futuro y disfrutarán de la ciudadanía», sentencia.

Escepticismo
El joven refugiado no puede ser más claro ante las palabras de Lashi La. «¿Cómo me lo puedo creer? Nos persiguieron cuando estaban en el poder. Ahora que lo han perdido y se han exiliado nos quieren arropar. Lo hacen para lograr el reconocimiento del mundo».
Su tono se vuelve más agrio cuando recuerda que la presidenta depuesta y encarcelada, la Premio Nobel de la Paz Aung San Suu Kyi, defendió a los militares birmanos en 2019 ante la Corte Internacional de Justicia de la acusación de genocidio por cometer asesinatos masivos, violaciones y expulsiones a los rohingya. «Defendió que el Ejército no era responsable de exterminarnos y al final ellos mismos la han encarcelado», sostiene este joven escéptico con el porvenir de su pueblo.
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