Podcast | Tren con destino Kiev. Volver a una ciudad en guerra
la lupa de abc
El tren entre Varsovia y Kiev está lleno de historias personales. ABC comparte las 18 horas de trayecto con algunos de sus viajeros: los que deciden regresar a casa
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![El tren se ha convertido en la principal herramienta para entrar y salir de Ucrania](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2024/02/22/lupa-ucrania-1200x840-RtXfsu19IhF5EdTF2VduPUJ-1200x840@diario_abc.jpg)
El olor a gasoil es fuerte, llama la atención si lo comparamos con una estación de tren española. El convoy que une la localidad polaca de Chelm con Kiev está compuesto por ocho coches, todos del mismo color: el azul y amarillo de la bandera ucraniana. Tal y como sospechaba, el 90% de los viajeros son mujeres. En Ucrania, los varones adultos menores de 60 años tienen prohibido salir del país por la ley marcial que se activó con la invasión rusa.
Mi idea para este podcast es conocer las historias de algunos de los habitantes de este tren. Vera y Kateryna rondan la treintena y están viajando juntas. «Somos arquitectas y trabajamos en el mismo coworking, estamos volviendo de Suecia», explican poco antes de ponerse en marcha el tren. Trabajan en Kiev y han salido de su país, como miles de ciudadanos europeos solemos hacer, por trabajo. «Nos dedicamos a la decoración de interiores, hemos estado en Suecia porque había una feria de materiales y nos interesaba ver las nuevas tendencias», detallan a la vez que se frotan los ojos del cansancio.
Cerca de mi compartimento viaja Daria, una chica de 25 años que aún no se ha quitado el gorro. «Soy de Odesa, del sur de Ucrania, pero me fue a vivir a Dinamarca cuando empezó la guerra», dice con una media sonrisa. Odesa es una de las grandes ciudades ucranianas en el Mar Negro, allí la superioridad marítima de los rusos es tan grande que el peligro es constante. Ahora Daria tiene una nueva vida y un nuevo trabajo, pero confiesa que echa de menos su casa: «No veo a mi familia desde agosto, me apetece mucho volver».
![La estación de Chelm apenas unos minutos antes de salir el Kiev Express](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2024/02/22/IMG_5374_20240222154600-U70434826858iHk-760x427@diario_abc.jpg)
La noche avanza en el tren mientras los guardias fronterizos polacos y ucranianos hacen acopio de los pasaportes de los viajeros. A eso de las siete de la mañana empieza a entrar la luz por la ventana del compartimento y los viajeros vamos despertando poco a poco. Después de asearme, cruzo por la plataforma al siguiente vagón y conozco a Olena, una coreógrafa y bailarina que también vive en Kiev. Viene de Estonia de grabar un videoclip para un grupo ucraniano. Aunque en Ucrania siguen activos muchos estudios, es más seguro hacerlo fuera.
«Esta es nuestra realidad ahora, no tiene nada que ver con la del resto de países. Ahora para cualquier viaje a cualquier sitio de Europa necesitamos unas 30 horas», precisa Olena, que parece cansada de la guerra. Varias veces se ofrece para ayudarme en Kiev si tengo algún problema, me dice que le escriba por Instagram para cualquier cosa. Ahí descubro que es una bailarina famosa con miles de seguidores. La guerra también ha quitado a los ciudadanos algunas libertades que al resto nos recuerdan a la pandemia. «Con el toque de queda, todos los bares cierran a las once, así que la vida de noche en Kiev ha desaparecido», zanja Olena.
Sigo caminando por el tren y apenas veo hombres de mi edad. Solo hay niños y varones de más de 60 años. En una de las plataformas entre vagones descubro lo cargados que van algunos viajeros. Hay un microondas, una nevera, bolsas de rafia hasta arriba de cosas, y también me llama la atención una silla de ruedas con la bandera de Ucrania. «Yo vengo de Roma de ver a mi madre, que vive allí desde hace cinco años», me dice Alina, una traductora de eslovaco y checo que también vive en el área metropolitana de Kiev.
Bastante lejos de mi compartimento conozco a Viola, una chica nacida en Kajovka, en el sur del país. «Vengo de Polonia de ver a mi madre y a mi hermana, que están allí refugiadas desde que comenzó la invasión», Viola resulta ser una refugiada en su propio país. Su ciudad está ocupada por los rusos y ya no puede volver: «La casa que construyó mi abuelo y que renovaron mis padres está allí, pero está ocupada por los rusos, no puedo ir». Su vida ha cambiado radicalmente en dos años porque su ciudad ya no es su ciudad, ahora es la ciudad de otros.
Viola quiere quedarse en Ucrania para seguir aportando a la economía del país, pero eso decisión tiene un peaje muy alto. «Ahora mismo soy la única persona de mi familia que vive en la Ucrania no ocupada. A veces es difícil convivir con el sentimiento de soledad que tengo, pero hay que seguir adelante», sentencia con una mueca de preocupación. Le doy las gracias por su tiempo y sigo mi paseo, aunque su historia me hace reflexionar mucho.
![Una imagen de las vistas desde el Kiev Express junto a unos cafés](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2024/02/22/IMG_5386(1)(1)-U10282816531GPC-760x427@diario_abc.jpg)
Le pregunto a otra chica que está mirando por la ventana. Lleva un rato ahí. Todo lo que se ve son árboles, nieve y algún pequeño pueblo. Pasamos por las estaciones de Bucha e Irpin, llama la atención la cantidad de gente con ropa militar, incluso algunos portan armas. La chica me dice que su historia no tiene nada de interesante, pero me invita dentro del compartimento a hablar con su novio. Cree que esa historia merece más la pena.
Artem me atiende desde la litera superior. Es el dueño de la silla de ruedas que me había llamado la atención. «Soy deportista paralímpico, me dedico al esgrima en silla de ruedas», comienza diciendo. Viene de Alemania donde ha estado entrenando dos años: «Tras la invasión, el estado alemán nos invitó a irnos a vivir allí para entrenar con ellos. Conmigo se vinieron mi novia y mi madre». Yo no sé nada de él en ese momento. Después descubriré que Artem no es cualquiera. Ha ganado títulos mundiales y hasta una plata paralímpica en los juegos de Tokio 2020.
Vuelve porque ahora Kiev tiene mejores defensas aéreas y el ministerio de Deportes del país quiere reunir al equipo de cara a los juegos de París. Artem está contento de regresar a casa, pero a la vez no oculta el agradecimiento que siente hacia Alemania: «Estoy intentando aprender alemán, ellos entienden bien mi inglés, pero me siento en deuda y quiero hablar un buen alemán».
El Kiev Express llega puntual a la estación central después de 18 horas de viaje. Aunque nunca he estado en Ucrania, ya conozco algunas cosas del país, sobre todo de los que han decidido volver a casa.
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