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Petro adopta un estilo conciliador para templar la división social en Colombia

El líder izquierdista asume mañana la presidencia abriendo un periodo político inédito en la historia del país

El nombramiento del ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo, fue tranquilizador para los mercados

El presidente electo, Gustavo Petro, acompañado por un indígena EFE
Poly Martínez

Poly Martínez

Corresponsal en Bogotá

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Una cosa es ser gobierno y, otra, oposición. Comentario de cajón, pero el que le cae como anillo al dedo al Gobierno entrante de la coalición de izquierda Pacto Histórico, liderado por Gustavo Petro, quien este domingo asumirá la Presidencia de una Colombia dividida, aunque ya no tan beligerante: una parte aguanta la respiración emocionada por el cambio de aire y de línea política, mientras la otra respira profundo frente a la ansiedad e incertidumbre de lo que pueda suceder con un Gobierno nacional que termina con 60 años de hegemonía de partidos de centro y centro derecha, más allá de pequeños tintes de socialdemócratas en temas de política social dados por Gobiernos anteriores.

El cambio, en realidad, es para todos, sean partidarios o detractores del nuevo Gobierno. Como bien lo señaló Iván Cepeda, senador de izquierda con una larga trayectoria en el Congreso y en los debates al Gobierno de turno, les toca reinventarse. Para Gustavo Petro reinventarse ha sido, hasta ahora, ser pragmático. En este mes y medio previo a su llegada a la Casa de Nariño se ha reunido con todos, amigos y enemigos, procurando sonar y actuar como mandatario –conciliador, dialogante– sin ser aún presidente de tiempo completo.

Tan pronto ganó las elecciones, el nuevo presidente reforzó su propósito de lograr un gran Acuerdo Nacional, es decir, fijar unos temas comunes para avanzar reformas en el Congreso –al menos en este primer año crucial– y procurar una gobernabilidad que no tiene asegurada. Inclusive en el último mes de su campaña se acercó a líderes de los partidos tradicionales, a políticos y figuras que públicamente repudió en sus días de congresista beligerante y líder de la oposición, tiempos que hoy parecen lejanos o procura dejar atrás ante la inminencia de ser gobierno, y que le han costado fuertes críticas de algunos sectores más radicales de su bancada. El encuentro más sonado fue con el expresidente Álvaro Uribe Vélez, su férreo crítico y a partir de mañana líder no formal de la oposición, a quien Petro le ha hecho durísimos debates y acusaciones en el Congreso y ante los micrófonos.

Rebajar tensiones

Aunque agotado por la campaña, como él mismo lo señaló, Gustavo Petro aprovechó este mes y medio previo para dejarle al país ciertos mensajes o, al menos, marcar el terreno con su tono conciliador y bajar la tensión de los sectores más refractarios o temerosos de lo que conlleve su Gobierno, en especial los industriales, la agroindustria y la banca. Diálogo, acercamiento, escuchar al otro, consenso sin entregar sus banderas y una actitud de mandatario y no de candidato, han marcado estas semanas. Lo que ha faltado, eso sí, es salir con la misma diligencia a bajar las expectativas de su electorado, aunque algo ha logrado con nombramientos o enviando mensajes por interpuestas personas para no desgastar su imagen y caudal político antes de asumir el mando.

El nombramiento de José Antonio Ocampo como ministro de Hacienda fue un movimiento ágil y tranquilizador para los mercados internos y externos. Economista muy acreditado, exministro de Hacienda y Agricultura (dos sectores clave para el gobierno petrista), quien estuvo en la codirección del Banco de la República y fue director de Planeación Nacional, secretario general adjunto de las Naciones Unidas para Asuntos Económicos y Sociales, profesor en la Universidad de Columbia, y reconocido por la banca multilateral, Ocampo tiene la tarea de sacar en el primer año una reforma tributaria que busca 25 billones de pesos en el primer año y otro tanto en los otros tres de mandato.

Negociaciones de paz

Otra movimiento significativo fue el de designar como canciller a Álvaro Leyva, político y diplomático de origen conservador, pero quien en los últimos 20 años se ha destacado por ser un facilitador de negociaciones de paz con las guerrillas, cercano a los gobiernos europeos, a los sectores de izquierda del continente y conocedor de los procesos de paz, lo cual indica que su gestión estará centrada en lograr el apoyo bilateral y multilateral para estos procesos, que incluirían con alguna fórmula al Clan del Golfo, de origen paramilitar y hoy el más poderoso. Leyva se reunió el 28 de julio con autoridades venezolanas para hablar del restablecimiento de relaciones diplomáticas y una semana antes Petro hizo otro tanto con una delegación del Gobierno de Estados Unidos, cuyo presidente madrugó el 21 de junio para felicitar al mandatario electo.

Se ha movido de manera ágil, decidida y sorprendente en muchos casos, como con la designación como ministro de Defensa de Iván Velásquez, exmagistrado de la Corte Suprema, quien investigó la parapolítica y fue el delegado de Naciones Unidas en Guatemala, para investigar casos de corrupción e impunidad; un defensor de los derechos humanos que no goza de especial popularidad entre los altos mandos militares y que promete hacer los profundos cambios que requiere esa institución.

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