La casta de un galgo de la política
Juan Manuel Santos pertenece a una de las familias más influyentes y tiene «fama de honestidad»

Como si intuyeran que debían reservarse lo mejor para el día en que finalmente Juan Manuel Santos triunfaría como Presidente, ayer los diarios revelaron anécdotas y episodios insospechados de este economista de 58 años, padre de tres hijos, con un matrimonio estable y armónico hace más de dos décadas.
Tercero de cuatro hermanos, Santos nació en una de las familias más poderosas e influyentes de Colombia. Su tío abuelo, Eduardo Santos, fue presidente y fundador del diario El Tiempo, el de mayor circulación en el país. En un país donde los hijos de los poderosos no prestan su servicio militar, de Santos siempre sorprendió justamente su mayor orgullo: el haber portado el uniforme militar, cuando fue cadete en la Escuela Naval. Luego se graduó de economía y administración de empresas, en la Escuela de Economía de Londres y en la Universidad de Harvard. Tras pasar por Londres y trabajar con el gremio cafetero, Santos fue Ministro de Comercio Exterior, de Hacienda y de Defensa, con el presiente Uribe, donde obtuvo sus mayores logros al dirigir operaciones tan exitosas como la Operación Jaque que terminó con la liberación en 2008 de la ex candidata presidencial Ingrid Betancourt. “A él le debo mi vida”, dijo Betancourt quien votó por Santos.
Una vida limpia, sin cuestionamientos públicos, Santos, con fama de ser muy hábil y tener enorme olfato político, sorprendió con sus siguientes episodios del pasado.
Según el diario El Espectador, de la mano del cronista Germán Santamaría, quien le maneja la prensa a Santos y lo conoce como pocos, “fue él quien consiguió la motobomba aquel viernes de noviembre hace 25 años, para tratar de sacar del lodo a Omayra Sánchez, la niña de Armero (se refiere a la explosión del Nevado del Ruiz que sepultó una ciudad entera. Omayra fue emblemática de esa tragedia porque murió enterrada mientras la motobomba funcionaba). Otro día lo escuchamos contar cuáles habían sido las dos mejores partidas de cartas que había ganado en su vida. Una, frente al empresario Julio Mario Santo Domingo (quien es uno de los grandes magnates en Colombia). La otra, la que le ganó a su hermano Enrique Santos Calderón (ex director de El Tiempo, diario en el que Juan Manuel fue editor), para establecer quién se quedaba con el dinero completo del Premio Rey de España de periodismo que se habían ganado en conjunto. Cuando lo derrotó, se paró y le regaló todo el premio a Mónica Martínez, la fiel empleada de la casa, para que comprara su vivienda”.
“Tiene una especial capacidad para detectar a los honrados, a los leales y a los competentes. Huele quién es honesto y eficiente y aparta con desdén a los otros. “Ese es una rata”, señala con desprecio. Lo vimos en el lobby de un hotel de Hong Kong expulsar como a un perro a un personaje siniestro que llegó para colarse en una gira de empresarios por Asia”, cuenta Santamaría, director de la revista Diners.
“En un país como Colombia donde los hijos de la clase media y alta no prestan el servicio militar, se le iluminaron los ojos cuando su hijo menor, Esteban, le dijo hace poco que quería irse para el Ejército apenas terminara el bachillerato. Lo mismo que se le iluminaron a su padre, el gran periodista don Enrique Santos Castillo, cuando Juan Manuel le dijo a los dieciséis años que se iba para la Escuela Naval de Cartagena”, remata.
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