El oasis nuclear de Francia: una energía barata y querida por la opinión pública
El 75% de los franceses está a favor de un modelo que les permite abartar la factura de electricidad y mantener esa ilusión de potencia mundial. Sólo con Hollande se rompió este idilio atómico
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![Con Hollande, comenzaron los ajustes en el sector y se abandonaron los reactores](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/04/21/nuclear-R0cX78nDiPHl3dKznZHTFPO-1200x840@abc.jpg)
Durante más de medio siglo, Francia y los franceses sostuvieron una profunda historia de amor y fidelidad con la energía nuclear. Entre 1975 y 2012, el sable atómico de gran potencia les confería la ilusión de ser una gran potencia mundial. Además, podían consumir ... energía y electricidad a un precio más barato, argumento capital para la economía doméstica familiar.
Esa historia terminó provisionalmente mal, cuando las infidelidades de un presidente precipitaron una crisis muy grave para la familia nacional, que se está superando gracias a la comprensión profunda de los intereses y las pasiones, íntimas y colectivas.
Entre 1963, el año de la construcción de la central nuclear de Chinon, y 1975, el año de la construcción de la central de Tricastin, Francia construyó la segunda industria atómica mundial, tras los EE. UU., que aseguró entre el 70 y el 75 % de la electricidad consumida, consolidando una soberanía eléctrica absoluta. Esa realidad tecnológica tenía varios pilares capitales: unidad política esencial, percepción social muy sólida.
De la derecha encarnada por sucesivos presidentes, De Gaulle, Giscard, Chirac, Sarkozy, a la izquierda histórica, el PCF y el PS, liderado por otro presidente, François Mitterrand, todo el abanico político y sindical apoyaba, con eventuales matices, esa matriz energética nacional.
Durante más de medio siglo, la energía nuclear tuvo una cota de acepción y apoyo excepcional. Entre el 65 y el 75 % de los franceses tuvieron buena opinión de la energía nuclear, en su doble dimensión, civil y militar. El arma atómica confería al Estado un «centro» excepcional en la escena mundial. La soberanía eléctrica era un símbolo de fuerza, prosperidad y libertad. Los franceses eran muy felices: las familias y las empresas pagaban la electricidad más barata.
Marcha atrás de Hollande
Esa historia de amor entró en crisis entre 2012 y 2017, durante la presidencia de François Hollande. Durante la campaña electoral que le permitió conquistar el Elíseo, Hollande prometió reducir del 78 al 50% la producción de electricidad de origen nuclear. Por las mismas fechas, el PS y Europa Ecología Los Verdes (EELV), negociaron un acuerdo de gobierno en coalición, que prometía la perspectiva de una salida de la energía nuclear a través de un rosario de promesas: cierre paulatino de reactores nucleares, abandono de esa filial energética.
Macron repite con frecuencia que la energía atómica «es la más ecológica»
Las promesas electorales de Hollande y los acuerdos de gobierno entre socialistas y ecologistas se transformaron muy pronto en promesas difíciles de cumplir, con un coste muy duro: el parque nuclear comenzó a envejecer, sin las imprescindibles y puestas al día, la industria eléctrica fue víctima de un rosario de ajustes, atizando la incertidumbre social.
![El 75% de los franceses apoya la nuclear, no exenta de riesgos](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/04/21/yodo-U14861221652MpX-624x350@abc.jpg)
Todo se complicó entre el 2014 y el 2017, cuando el presidente Hollande nombró a la madre de sus cuatro hijos, Ségolène Royal, ministra de Ecología, Energía y Relaciones internacionales sobre el Clima. Durante tres años, la política nuclear-civil de Francia, se convirtió en una suerte de vodevil picante y catastrófico.
En la escena pública, Hollande debía intentar cumplir sus acuerdos con los ecologistas, para reducir drásticamente el parque nuclear de la Nación. En el lecho íntimo, Hollande escuchaba los consejos y opiniones de Julie Gayet, una compañera sentimental con una fe profunda en las energías renovables. En el consejo de ministros, el jefe del Estado debía escuchar la política muy personal y antinuclear de la madre de sus hijos, Ségolène Royal. Los franceses comenzaron a pagar más cara la electricidad, sacudidos por las sirenas ecológicas, finalmente catastróficas.
La era Macron
Como ministro de Economía y Secretario general adjunto de la presidencia de la República, entre 2014 y 2016, Emmanuel Macron participó y nunca denunció esa deriva antinuclear del jefe del Estado. Elegido presidente por vez primera, el 2017, Macron dejó intacta la legislación anti nuclear negociada e impuesta por la 'cama redonda' de François Holande, el PS y Europa Ecología Los Verdes (EELV).
Durante los tres primeros años de su primer mandato presidencial, Macron confirmó y continuó la política de su predecesor: cierre de centrales, retrasos en el mantenimiento de todo el parque nuclear civil. Cuando comenzó a propagarse el fantasma de una crisis energética grave, entre el 2021 y el 2022, Jean-Bernard Lévy, ex director general de EDF (Électricité de France), lanzó contra los gobiernos de Hollande y Macron una primera andanada de críticas de inmenso calado: «Los dirigentes políticos descubren muy tarde que nuestro parque nuclear está envejeciendo. Olvidan que fueron ellos y sus gobiernos quienes nos dijeron que se iban a cerrar más centrales nucleares. Tras los primeros cierres nos dijeron que nos preparásemos al cierre de otras centrales. Formar a los técnicos que trabajan en las centrales nucleares exige varios años de formación especializada».
Macron interpretó la primera gran andanada del director del primer grupo energético nacional como un navajazo a su yugular política personal, acusando a Lévi de «irresponsable».
Ante los negros nubarrones que se avecinaban, entre el otoño del 2021 y los primeros meses del 2022, Macron inició su cambio de doctrina personal: «La energía nuclear es la energía más limpia, verde y ecológica. Mi gobierno construirá nuevas centrales nucleares». Demasiado tarde. La guerra de Ucrania agravó la crisis energética, Francia había comenzado a perder su soberanía eléctrica, uno de los grandes blasones de la soberanía nacional, cuya piedra fundacional había sido la energía nuclear.
Manuel Valls, primer ministro de Hollande, otro de los responsables de las 'camas redondas' ideológicas que provocaron la catástrofe nacional, declaró a la comisión parlamentaria: «La decisión de reducir al 50 % nuestra producción de energía eléctrica de origen nuclear no respondía a ningún estudio científico. Fue la consecuencia de negociaciones ideológicas, políticas». Menos lírico, Hervé Machenaud, exdirector ejecutivo de EDF, hizo este balance catastrófico: «La influencia política y ecológica, antinuclear, había investido todo el Estado, a todos los niveles. Es un puro milagro que nuestro parque nuclear se haya salvado».
Francia y los franceses vivieron el otoño e invierno del 2022 aceptando la fatalidad de esa catástrofe histórica. Finalmente, tras siete años se alcahuetería presidencial, Macron cambió definitivamente de bando y aceleró el proyecto de construcción de nuevas centrales nucleares. A mediados de este mes de marzo, la Asamblea Nacional aprobaba con urgencia un proyecto de Ley de «aceleración» de la reconstrucción del parque nacional de centrales nucleares. Tras una larga década de 'camas redondas' ecológicas y progresistas, la energía nuclear volvía a ser profundamente sexy.
Otro idilio
Según los últimos sondeos, el 75% de los franceses apoyan la energía nuclear. Macron repite con frecuencia que la energía atómica «es la más ecológica». En la AN, extrema izquierda, izquierda, ecologistas, centro, derecha y extrema derecha, ultrasensibles a la reforma del plan nacional de pensiones, han puesto pocos obstáculos a la nueva legislación pro nuclear. A la izquierda, Fabien Roussel, secretario general del PCF, ha confirmado el apoyo comunista a la filial energética atómica, nuclear. Entre las distintas familias que se disputan la herencia de un PS moribundo, han comenzado a multiplicarse los nuevos militantes pronucleares, que la cadena TF1, presenta de este modo: «Las nuevas generaciones son más favorables a la energía nuclear».
En Europa, Ecología Los Verdes (EELV), el primer partido antinuclear, ha abierto un debate de fondo sobre la aceptación del átomo. Yannick Jadot, desafortunado candidato ecologista a la presidencia de la República, declaró: «Hoy, muchos partidarios del compromiso político con el cambio climático consideran la energía nuclear como una opción válida». En su día apareció un nuevo partido ecologista, radical, el Partido Pirata (PP), cuya portavoz, Florie Marie, antigua Verde, ha declarado: «Si usted es pronuclear, no tiene nada que hacer con los Verdes. Véngase con nosotros».
En su declaración de principios, el PP francés llega a esta conclusión: «Continuar el desarrollo de la energía nuclear, la energía con menos carbono, nos parece inevitable». No se trata de un amor pasional. Para los «piratas» franceses, la energía atómica sigue siendo la más sexy. Y vuelven a confiar en la promesa de una energía y una electricidad más baratas, gracias a las centrales de nuevo cuño. Veremos.
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