Musk y Trump dinamitan Washington: el caos republicano empuja a cerrar el Gobierno
Una ley de financiación descarrila y si no lo remedia el Capitolio, el sábado deja de operar la Administración
Donald Trump y Elon Musk fracasan en su primera gran prueba en el Capitolio

Cinco palabras de Elon Musk en la red social X han bastado para sembrar el caos en Washington, a un mes de que su aliado Donald Trump regrese a la Casa Blanca: «Esta ley no debería aprobarse». Con ese mensaje, el hombre más rico ... del mundo desató una rebelión republicana contra el líder de su propio partido en la Cámara de Representantes, Mike Johnson, con consecuencias alarmantes: el Gobierno federal se encamina hacia un posible cierre por falta de fondos este fin de semana, y la continuidad de Johnson como presidente de la Cámara el próximo 3 de enero ha quedado seriamente en duda.
Esta es, en esencia, una crisis interna republicana, exacerbada por la casi total desaparición del presidente Joe Biden de la vida pública. El líder republicano Mike Johnson ha invertido días enteros en negociar una ley de financiación temporal que mantendría operativo al gobierno federal hasta marzo, con concesiones a ambos lados del espectro político. Entre esas concesiones destaca, irónicamente, una propuesta para aumentar el salario de los legisladores, congelado desde 2009 en 174.000 dólares anuales (unos 167.000 euros). Aún no se ha concretado el porcentaje ni la cifra exacta de ese posible incremento.
En teoría, esta debería ser una ley de financiación de consenso, ya que los demócratas han aceptado respaldarla al incluir algunas de sus demandas, como la propuesta para que Washington, la capital federal, y el estado de Maryland se repartan la gestión de unos terrenos destinados al desarrollo de un nuevo estadio. Sin embargo, este tipo de concesiones suelen ser polémicas, ya que se añaden a leyes masivas como moneda de cambio para garantizar su aprobación. Es precisamente esta práctica lo que Elon Musk, a instancias de Trump, pretende erradicar con un ambicioso plan de recortes y eficiencia que busca transformar el funcionamiento del gobierno.
Movilización
Desde el miércoles, Musk ha movilizado a sus seguidores en la red social X para que presionen a sus diputados y senadores. Poco después, Trump se sumó al ataque, repudiando la ley que Johnson, en teoría un estrecho aliado suyo, ha negociado arduamente. El resultado es un caos político: un cierre del gobierno federal parece inminente si no se resuelve antes del sábado. De ocurrir, se suspenderán los salarios a los funcionarios, cerrarán edificios y parques federales, y la administración pública operará en mínimos absolutos, limitada a emergencias y seguridad nacional.
Una de las concesiones que los demócratas pedían, y que no lograron es, curiosamente, algo que ahora exige Trump: suspender o anular el techo de endeudamiento. Es una postura que tradicionalmente ha sido más común entre los demócratas. Históricamente, los republicanos han abogado por la responsabilidad fiscal y la limitación del endeudamiento gubernamental. Sin embargo, Trump, con planes ambiciosos de reformas y ayudas sociales, busca flexibilizar estas restricciones para facilitar al principio sus políticas.
En una frenética ronda de entrevistas este jueves, Donald Trump culpó a los demócratas de la crisis, acusándolos de ser responsables del mismo boicot al que él se ha sumado. Trump ha desafiado a su propio partido a cerrar el Gobierno y mantener el país paralizado hasta su regreso a la Casa Blanca. «Si hay un cierre, será un cierre de Biden, no mío», afirmó en una llamada telefónica con la cadena Fox News.
Los últimos cierres gubernamentales ocurrieron bajo el mandato anterior de Trump, los dos en 2018, por desavenencias sobre el gasto público y el endeudamiento. Entonces, el presidente electo culpó de esa parálisis a los demócratas, que estaban en la oposición entonces.
Mientras tanto, el presidente Biden lleva días prácticamente ausente, dividido entre su residencia en Delaware y compromisos personales. Ni él ni su equipo han tenido una participación activa en las negociaciones que se desarrollan en el Capitolio, dejando el terreno político a merced de la tensión interna republicana.
Trauma político
Para los líderes republicanos en el Capitolio, acostumbrados a la dura realidad de negociar y aprobar leyes, este boicot del presidente electo Trump es especialmente traumático. Mike Johnson lleva en el cargo poco más de un año. Sucedió a Kevin McCarthy, quien solo logró acceder al puesto tras 15 votaciones fallidas y aguantó apenas nueve meses, víctima de una constante serie de traiciones y tropiezos dentro de su propio partido.
Johnson aspira a revalidar el cargo, pero en este momento no está claro si cuenta con los apoyos suficientes para lograrlo.
Ejemplo de lo bochornoso que está siendo este episodio para él, que un influyente senador, Rand Paul, de Texas, llegó a proponer en redes sociales sustituirlo por Elon Musk. Y, aunque pueda parecer una provocación, es cierto que no hay ninguna norma que exija que el presidente de la Cámara de Representantes deba ser un diputado electo. Cualquier ciudadano que cumpla con los requisitos constitucionales —ser mayor de 25 años, haber sido ciudadano de Estados Unidos durante al menos siete años y residir en el país— podría, en teoría, ser elegido para ocupar el cargo. Algunos diputados apoyan esa maniobra, entre ellos Marjorie Taylor Greene, del estado de Georgia, una gran admiradora de Trump.
Los demócratas, por su parte, contemplan con júbilo el caos al que ya se acostumbraron en el primer mandato de Trump, a pesar de haberse quedado sin poder alguno en Washington tras las elecciones de noviembre. Según dijo el líder saliente de la mayoría en el Senado, Chuck Schummer, «parece que los republicanos están en pánico en la Cámara, y se hunden porque se niegan a negociar».
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