Ministro de Exteriores del Vaticano: «Rusia y Ucrania siguen confiando más en un éxito militar que en un resultado negociado»
El responsable de la diplomacia de la Santa Sede afirma en una entrevista con ABC, que «Kiev buscó y promovió una negociación, requiriendo la facilitación del Vaticano, antes de la invasión de febrero de 2022, pero no se materializó por falta del consenso necesario»

En 2004, Paul Richard Gallagher (Liverpool, 1954) aceptó convertirse en nuncio papal en Burundi, donde su predecesor acababa de ser asesinado. Cuatro años más tarde, su residencia fue bombardeada. Esa experiencia diplomática le preparó para convertirse en 2014 en ministro de Exteriores de la Santa ... Sede y trazar la estrategia diplomática del Papa Francisco. Gallagher responde con soltura a ABC, saltando de la guerra en Ucrania, a las tensiones en el Pacífico o la crisis con Nicaragua.
¿Cuáles son las prioridades de la diplomacia vaticana?
Ante todo, la promoción y defensa de la dignidad de todo ser humano, en cualquier situación. Eso supone también proteger la casa común, que Dios ha creado y confiado a las personas. De aquí derivan, entre otras, la defensa de la vida, la lucha contra la pobreza, la atención a los emigrantes, la condena de la guerra y de cualquier conflicto, la promoción del desarme total (tanto nuclear como general), y muchas otras cuestiones.
El Papa dice que usted está trabajando duro para contribuir a la paz en Ucrania. ¿Existen aún opciones de mediación por parte del Vaticano?
La mediación no depende de nosotros sino de las partes en conflicto. Como hemos dicho desde el principio, estamos disponibles a facilitar el diálogo y las negociaciones si las dos partes lo solicitan y están dispuestas a llevarlas a cabo.
¿Alguna de ellas lo ha solicitado?
Ucrania buscó y promovió una negociación, requiriendo la facilitación de la Santa Sede, antes de la invasión de febrero de 2022, pero no se materializó por falta del consenso necesario. Ahora mi querido y estimado colega, el ministro ucraniano de Asuntos Exteriores, Dmitro Kuleba, dice que Ucrania no contempla la participación de la Santa Sede en las negociaciones que Kiev considera que tarde o temprano serán indispensables.
¿La Santa Sede sigue siempre disponible?
Por supuesto, la Santa Sede está siempre dispuesta a ayudar y no se ahorra ningún esfuerzo, pero tampoco busca un protagonismo estéril. Lo que le importa es la paz de los pueblos y el bien de las personas, no la propia imagen.
En su opinión, ¿qué se podría hacer y qué no se está haciendo para al menos frenar el conflicto?
Mi percepción es que, actualmente, las partes, más allá de las declaraciones, siguen confiando más en un éxito militar que en un resultado negociado. Creo, por tanto, que, por un lado, debería haber un mayor compromiso por parte de la comunidad internacional, para dar más espacio y confianza al diálogo y a las negociaciones, en particular por parte de los países de cuya ayuda dependen las partes en conflicto. Por otro lado, habría que encontrar formas de ofrecer garantías contra el riesgo de nuevas agresiones, con la participación de la comunidad internacional y respetando los principios fundamentales de la Carta de la ONU.
Las tensiones se reflejan en otras partes del globo. China ha criticado la firma del acuerdo Aukus sobre la cuestión de los submarinos de propulsión nuclear en Australia. ¿Teme una escalada nuclear?
Sin entrar en la compleja dinámica geopolítica de la región Indo-Pacífica, por la información recibida hasta ahora, dudo que sea inminente una escalada nuclear. Por el contrario, mantengo la esperanza de que los pueblos y las naciones sean capaces de mantener la paz y preservar el mundo para las generaciones futuras.
¿Qué posición tienen ustedes sobre el uso de tecnología nuclear?
La Santa Sede contempla su uso civil sin prejuicios ni esquemas ideológicos, tomando como punto de referencia el desarrollo integral de la humanidad, el cuidado de nuestra casa común y las normas internacionales vigentes en la materia. Por otra parte, está comprometida con la prohibición total de las armas nucleares, cuyo uso y posesión considera inmorales, y ve con preocupación el uso de la tecnología nuclear con fines militares.
Aunque no se trate estrictamente de política internacional, ¿cómo se valora la invitación del obispo de Pekín al obispo de Hong Kong para visitar la diócesis?
Las visitas de obispos católicos, miembros de un mismo colegio episcopal, son ocasiones buenas para experimentar la comunión eclesial e intercambiar experiencias pastorales. Por eso, no sólo lo vemos bien, sino que lo alentamos, tanto entre obispos de China como entre obispos chinos y otros episcopados del mundo. La comunión de la Iglesia en China con la Iglesia universal debe cultivarse siempre y mantenerse viva y eficaz. En este sentido, la diócesis de Hong Kong ha sido y sigue siendo un puente importante.
¿En qué sentido?
Es una cuestión eclesiológica. La Iglesia universal vive «en y de» las Iglesias particulares, y las Iglesias particulares viven y crecen «en y de» la Iglesia universal, de lo contrario correrían el riesgo de desaparecer o de perder su identidad católica. Nuestra esperanza es que los fieles de China no sólo sean plenamente chinos, sino también plenamente católicos.
¿Cómo van las relaciones diplomáticas con Nicaragua?
Han entrado en una nueva fase después de que el 10 de marzo el Gobierno nicaragüense decidiera unilateralmente el cierre de las respectivas representaciones diplomáticas: la suya ante la Santa Sede y la de la Santa Sede en Managua, y declarara la suspensión de las relaciones diplomáticas. Esta situación constituye una novedad que abre muchos interrogantes a distintos niveles.
¿Qué van a hacer ustedes?
La Santa Sede tiene claro que debe permanecer fiel a sus principios, buscando siempre el bien del pueblo, por eso, nunca ha dejado de buscar e invitar al diálogo, como el arma más eficaz para alcanzar entendimientos reales que ayuden a la convivencia pacífica y fraterna. El Santo Padre ya dijo a su periódico que 'La Santa Sede nunca se va. La echan' y que intenta salvar lo que se puede salvar, siempre mediante la paciencia y el diálogo.
¿Por qué es un problema el cierre de la nunciatura en Managua, si el diálogo ya era inexistente?
Más allá de que el diálogo sea más o menos fluido, la Nunciatura Apostólica es el punto de referencia para las relaciones diplomáticas de cualquier Estado con la Santa Sede y viceversa. Busca promover relaciones amistosas a todos los niveles, empezando por las autoridades civiles, pero no sólo con ellas, también con la Iglesia en Nicaragua. La nunciatura representa de manera estable al Santo Padre ante los Estados, ante la Iglesia y ante las autoridades públicas, procurando que los lazos se refuercen y sean eficaces. Pero también hace visible la cercanía del Santo Padre al pueblo nicaragüense, los obispos, sacerdotes, religiosos y laicos que ven en ella la casa del Papa en su tierra. Su cierre como es evidente, complica esta tarea.
Cada Papa marca sus propias prioridades, también en función de su momento histórico. ¿Qué acento especial les ha puesto Francisco en estos diez años?
Me gusta ver cómo la perspectiva del Papa está enraizada en el presente, en las cuestiones urgentes, pero al mismo tiempo proyectada hacia el futuro. Los pontífices indican prioridades teniendo en cuenta la situación internacional y como es evidente en este momento la diplomacia papal se moviliza para impulsar la paz en Ucrania. Pero lógicamente, la contribución del Papa va mucho más allá de lo urgente.
¿Qué ideas concretas les ha señalado el Papa?
En paralelo a la publicación de la encíclica 'Laudato si', la protección de la casa común se convirtió en una de las cuestiones más recurrentes en la diplomacia «cotidiana» de la Santa Sede. También su primera salida de Roma, que fue a Lampedusa el 8 de julio de 2013, adquirió un significado profético, y adelantó lo que cinco años después serían los dos Pactos Globales de la ONU sobre migrantes y sobre refugiados.
¿Qué distingue a la diplomacia vaticana de las otras?
La diplomacia pontificia sigue necesariamente y encarna el mensaje del Evangelio. Esto supone la capacidad y la voluntad de evitar la lógica de los alineamientos políticos, estableciendo relaciones que se basen en la verdad y el respeto mutuo y no en la lógica del beneficio político o la ventaja económica.
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