Liberar Karabaj: la hora de Azerbaiyán
Momento clave para el conflicto más viejo de la órbita postsoviética. Con Rusia empantanada en Ucrania y una reforzada alianza con la UE a cuenta del gas, Bakú atisba la oportunidad de recuperar la región de Karabaj arrebatada en los 90 por los armenios. La presión sobre el terreno está en marcha
![Fuerzas Especiales de Azerbaiyán custodiando el corredor de Lachin](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/01/28/Imagen%20WhatsApp%20Image%202023-01-27%20at%2020.03.16.jpg)
Una carretera del fin del mundo, la llaman la de Lachin. Noche de enero y nieve hasta los tobillos, se mastica hielo al respirar. Detrás de una alambrada, custodian el flanco oriental las Fuerzas Especiales azerbaiyanas cuchillo en cinto y kalashnikov en guardia baja, con ... el cañón apuntando al suelo en señal de no agresión, aunque con las muñecas firmes en el sitio correcto, por si hubiera que alzar a posición de tiro. Inmóviles, no pierden ojo de dos BMR rusos, uno 40 metros a la derecha y otro 40 metros a la izquierda, que apenas se intuyen entre una niebla de perros, aunque lo suficiente como para apreciar que llevan las armas de a bordo descubiertas.
Y entre medias, una protesta ecologista tintineante, básicamente juvenil, contenedor-casa a disposición para café caliente y descansar, sale con pancartas del estilo «Stop ecocidio», «Stop contaminación» a batir enérgicamente banderas de Azerbaiyán y cánticos de victoria, retando de lejos a los carros de combate de Moscú para exigirles que les permitan acceder a no sé qué minas donde no les dejan pasar a supervisar no sé qué inmenso desastre medioambiental que amenaza con destruir su presente, su futuro y el del resto de sus generaciones.
«No hablamos de política», despeja a bocajarro a modo de portavoz Shahana Guluzade ante los interrogantes de periodistas de Italia, Turquía, Hungría, Reino Unido o España, caso de este diario, traídos expresamente aquí a ver y a contarlo por el Gobierno de Bakú en un viaje de seis horas desde la capital. A la espalda de la activista, misteriosos operarios avivan fuegos en bidones donde poder ir a caldearse las manos y de vez en cuando, apartan a los manifestantes como guardias de tráfico para permitir el ir y venir de vehículos, incluidos camiones de carga, una columna entera, mandados por Rusia que, ver para creer, aquí es una fuerza de paz.
Lachin que es el único cordón umbilical que enlaza la región separatista de Nagorno Karabaj, tierra de Azerbaiyán, con Armenia, que amparó en 1991 a los rebeldes
El cuadro cuasi surrealista está sucediendo desde el 12 de diciembre, hará hoy 49 días, Nochevieja incluida, en lo que resulta ser uno de los puntos más críticos, más endiabladamente explosivos y más olvidados del mapamundi: ese corredor de Lachin que es el único cordón umbilical que enlaza la región separatista de Nagorno Karabaj, independizada de su legítima autoridad de Azerbaiyán en 1991 por la fuerza de una población en un 80% armenia, con el país inmediatamente vecino del que procede su etnia y que amparó la revuelta: Armenia. Que, aunque madre del levantamiento, nunca ha reconocido a aquel ente territorial que los rebeldes bautizaron 'República de Artsaj', como tampoco ningún estado del planeta.
Ucrania y las oportunidades
Estamos frente al conflicto más viejo asociado a la desintegración de la vieja URSS pero, paradojas de la geoestrategia, está pugna antigua está siendo la primera en verse verdaderamente sacudida por la última y más nueva de las luchas emprendidas por el Kremlin: la ofensiva contra la totalidad de Ucrania en la que Vladimir Putin ha empantanado todo su músculo militar, lo que parece haber estimulado las expectativas de Bakú de cumplir por fin algo que lleva más de treinta años esperando. Esto es, recuperar el territorio arrebatado de Nagorno Karabaj sin gran temor a que Rusia mande armamento o tropas en auxilio de Armenia, que por cierto ya ha pedido ese apoyo, sin éxito alguno.
Ni tampoco hay miedo a que la comunidad internacional, léase la UE con su galopante dependencia de los combustibles fósiles azerbaiyanos consecuencia también de la ofensiva ucraniana, hiperventile en caso de que la liberación implique tener que liarse a disparos. En julio se firmó doblar las compras de gas natural, hasta los 20.000 millones de metros cúbicos anuales a este lejano país. Cuyo presidente, venerado Ilham Aliyev, no perdió oportunidad de subrayar en Bruselas que Bakú se había convertido en un «socio confiable» y contribuyente a «la seguridad de Europa», a la par que incidió en su profunda alianza con Albania, miembro de la OTAN que siempre ha respaldado los anhelos de restauración territorial azerbaiyanos y por cuyo subsuelo, casualmente, discurre el gasoducto Transadriático que transporta el preciado carburante hasta las necesitadas calefacciones, por ejemplo, de Alemania. Una tubería que además pasa muy cerca de Karabaj y atraviesa toda Turquía, OTAN también, el 'Gran Hermano' y valedor de Bakú, que se cree en esa alianza con Ankara bien protegido de una eventual, hipotética, invasión del Kremlim. Que todo puede ser. El paisaje de Azerbaiyán está colmado de cartelones y monumentos que glorifican esa amistad.
35.000 muertos en los años 90
Si a más de uno hará falta tirar de atlas para ubicar este avispero, Cáucaso sur a orillas del Caspio, no menos útil será recurrir a los manuales de historia moderna para constatar que la escisión de esta región del tamaño de La Rioja fue a principios de los 90 una guerra feroz, atizada por el fantasma de la limpieza étnica. Los azeríes, musulmanes, huyendo del horror de Karabaj; matanzas de armenios, cristianos, en Azerbaiyán. Hubo 35.000 muertos en total. Aunque en realidad, el primer derramamiento de sangre se había registrado aquí mucho antes en 1988, cuando todavía existían los soviets y mandaba Mijail Gorbachov, a cuenta –atención– de una trifulca ecologista: los presuntos planes armenios de destruir un bosque, el de Topkhana, que rodea a la capital histórica de Karabaj, Shusha, y que soliviantaron los ánimos del pueblo azerbaiyano, luego organizado en Movimiento de Liberación Nacional, pionero de la dinámica rupturista que luego desmembraría la URSS. Ahí es nada.
El primer derramamiento de sangre se había registrado aquí mucho antes en 1988, cuando todavía existían los soviets y mandaba Mijail Gorbachov
Lo subraya Naghi Ahmadov, del Centro de Análisis de Relaciones Internacionales de Bakú (AIR Center, en sus siglas en inglés), y también que aquellas sospechas arboricidas en época de la Perestroika ejercieron como catalizador de la escalada violenta, del mismo modo, avisa, que el «abuso flagrante» hoy de la carretera de Lachin «para actividades militares ilegales y de otro tipo, incluido el tráfico de recursos nacionales de Azerbaiyán» –y de terroristas, certifica una fuente diplomática– puede hacer otra vez como impulsor para «acelerar la situación». Un choque, se entiende. El que el colectivo International Crisis Group (ICG), especializado en alertar de potenciales conflictos, señaló como el segundo más probable de 2023.
![Imagen principal - Arriba, imagen de las columnas de vehículos Rusos que discurren por la ruta entre Armenia y Karabaj. Debajo, a la izquierda, la protesta ecologista azerbaiyana que exige acceder a unos yacimientos cercanos y a la derecha, cartel en el territorio de Fizuli, al este de Karabaj, que alerta de la existencia de minas antipersona](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/01/28/rusos-U17218444075SDO-758x470@abc.jpg)
![Imagen secundaria 1 - Arriba, imagen de las columnas de vehículos Rusos que discurren por la ruta entre Armenia y Karabaj. Debajo, a la izquierda, la protesta ecologista azerbaiyana que exige acceder a unos yacimientos cercanos y a la derecha, cartel en el territorio de Fizuli, al este de Karabaj, que alerta de la existencia de minas antipersona](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/01/28/protesta-U45878208023PmQ-464x329@abc.jpg)
![Imagen secundaria 2 - Arriba, imagen de las columnas de vehículos Rusos que discurren por la ruta entre Armenia y Karabaj. Debajo, a la izquierda, la protesta ecologista azerbaiyana que exige acceder a unos yacimientos cercanos y a la derecha, cartel en el territorio de Fizuli, al este de Karabaj, que alerta de la existencia de minas antipersona](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/01/28/desminado-U13622324718LMx-278x329@abc.jpg)
El precedente del bosque dota a la protesta de la carretera, con sus chicos y chicas uniformados con chalecos azules del RIIB (Asociación civil de Desarrollo Regional), de mayor calado del aparente, escenificación de una tensión real entre las partes rivales . Empezando por la expresada por Armenia, que ha denunciado que tal movida no es sino un bloqueo físico orquestado por el poder de Bakú, con sus agentes, sus funcionarios y sus espías, para cegar ese corredor humanitario imprescindible para los pobladores del ocupado Karabaj –120.000 según Armenia, 45.000 según Bakú– cuya supervivencia se estaría poniendo en riesgo. Otra vez tambores de limpieza étnica.
Frente a ello, Amin Mammadou, de la 'Water Experts Union' azerbaiyana, porfía a pie la protesta que no hay más interés que el medioambiental, que la ruta se ha empleado para saquear oro, cobre y molibdeno de yacimientos azeríes como los de Gizilbulag y Damirli, que los químicos empleados en la extracción están envenenando su suelo para la eternidad, mientras nadie puede ir a documentar el expolio. Y vean, apremia, que no están cortando el paso a nadie, hasta la Cruz Roja con su ayuda humanitaria o lo que lleve, asegura, entra y sale por la vía a placer.
Armenia denuncia que se está bloqueando el corredor humanitario de Nagorno Karabaj. Azerbaiyán lo niega y muestra los camiones pasando por la carretera en ambas direcciones
Que los soldados de Azerbaiyán y los propios voluntarios de la RIIB puedan pisar esa latitud exacta de la carretera de Lachin ya es un avance, el derivado del triunfo en una segunda guerra que tuvo lugar en 2020, 6.500 bajas en 44 días, absolutamente eclipsada por el pandemonio del Covid, gracias a la que el país reconquistó parte, no ya del Karabaj perdido en los 90, sino de las siete provincias alrededor que los armenios se anexionaron fuera de la región rebelde para asegurar su defensa.
Es ese 'status quo' producto de la última contienda el que en principio está llamado a vigilar temporalmente hasta 2025 el Ejército de Moscú. Como si fuera un actor imparcial y no mantuviera miles de efectivos en la base militar armenia de Gyumri, 100 kilómetros al noroeste de la capital, Erevan y casi al borde de Georgia. Y como si no tuviera nada que ver con el nombramiento hace tres meses como ministro de Estado en el propio Karabaj de Ruben Vardanyan, un oligarca ruso que, como tantos próximos al Kremlin afectados por las sanciones de la UE a raíz de la guerra de Ucrania, optó por dejar el país, mudarse a Erevan y hasta renunciar a la ciudadanía. Una maniobra que, a juicio de una voz oficial de Azerbaiyan que no quiere ser identificada, no esconde que es «el títere de Putin».
La desconfianza hacia el papel de la fuerza pacificadora es profunda. «Rusia necesita el conflicto para seguir en el Cáucaso, –resume el experto del AIR Center–, si los armenios de Karabaj se integran en Azerbaiyán, se habrá acabado su influencia imperialista aquí«. Por eso existe la certeza de que Putin no facilitará un acuerdo y menos aún lo firmará. Se dice que hay dos borradores y que son irreconciliables.
El regreso de los desplazados
Con la recuperación de tierras de hace dos años, Bakú corroboró que los ocupantes habían canibalizado las casas hasta arrancar la piedra de sus muros de fachada –una roca caliza marmolizada famosa en la zona– para venderlo a los iraníes, que por lo visto han construido con ellos edificios que pueden verse al otro lado de la frontera persa, apenas 50 kilómetros al sur. Es el paisaje de Fizuli, un llano que precede a la orografía vertiginosa de Karabaj por el este, donde también está la mezquita de Merdlindi Kand, con orígenes en la Edad Media, que fue convertida en establo. Las alambradas roñosas y los restos de pasto en su interior lo atestiguan. En ese mapa recobrado prepara Azerbaiyán la futura posesión de la región separatista: ya ha construido tres aeropuertos, todavía sin uso, y puesto en obras una autovía que conducirá turismo, inversores, azerbaiyanos, al corazón del deseado enclave.
![Bulula Khalikova, que ha regresado a Shusa tras treinta años para rehabitar su casa, destruída por los armenios](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/01/28/chicamejor-U78282832626WLG-624x350@abc.jpg)
Empezando por Susha, cuya liberación revistió especial simbolismo, aura de leyenda, en tanto se ejecutó mediante una operación militar de película con especialistas de montaña trepando por acantilados glaciales que según los nativos, ha admirado tanto a los norteamericanos que han venido hasta aquí para copiarla. Los planes de Aliyev son reactivar la ciudad cuanto antes, repoblarla.
Aceptamos a los armenios como vecinos y residentes en Azerbaiyán, estamos listos para darles la mano y vivir juntos en paz», dice Bulula
Hay cicatrices de la depredación armenia por todas partes, ejemplo es lo que queda del hogar de Bulula Khalikova, de 59 años, que escapó de allí con sus padres y abuelos hace casi tres décadas para huir a Bakú, de donde ha regresado hará once meses. El Gobierno ha prometido rehabilitar las casas. Ella de momento duerme de prestado, narra, mientras muestra las ruinas de su propiedad sin techo, atestada de escombros, chatarra y basura inclasificable. «Volver era mi sueño», se repite ensimismada. ¿Y si tiene que convivir con los armenios, como hizo aquí de niña? ¿Siente odio porque la echaron?. «Ninguno. Les aceptamos como vecinos y residentes en Azerbaiyán, estamos listos para darles la mano y vivir juntos en paz. Nosotros tenemos la convicción plena de que es posible... esperamos que ellos lo mismo».
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