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Kamala Harris, la pionera que quiere ser la primera presidenta

Biden, que se retira de la carrera presidencial, anuncia que apoya a su vicepresidenta como candidata a las presidenciales de 2024

Crónica | Biden anuncia su retirada de la carrera presidencial

En directo | Renuncia de Joe Biden a la carrera presidencial, en directo: anuncio, reacciones y última hora desde Estados Unidos hoy

Reuters
Javier Ansorena

Javier Ansorena

Corresponsal en Nueva York

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En la historia no cumplida de los demócratas, la primera presidenta de EE.UU. debería haber sido Hillary Clinton. La que fuera primera dama, senadora y secretaria de Estado estaba llamada a ‘romper ese techo de cristal en las presidenciales de 2016’, pero Donald Trump hizo añicos el sueño.

La segunda intentona podría venir con Kamala Harris, la actual vicepresidenta y favorita para hacerse con la nominación demócrata tras el abandono de la candidatura de Joe Biden.

Su carrera arrancó en San Francisco, la ciudad de California, en la fiscalía, uno de los caldos de cultivo de los candidatos políticos en EE.UU. Ascendió con fuerza y ambición hasta llegar a ser fiscal general del estado, el más importante del país.

Pronto demostró que su ambición era nacional. Contó con el apoyo de Barack Obama y de la propia Clinton para pelear por un cargo de senadora y lo consiguió en la elección de 2016, el mismo año que llegó a la presidencia el que ahora podría ser su rival.

Harris mostró madera de fiscal en la Cámara Alta y destacó por su dureza en los interrogatorios en comparecencias (la más recordada, a Brett Kavanaugh, actual juez del Tribunal Supremo, tras su nominación por parte de Trump).

El Senado también se le quedó pronto pequeño. Harris aprovechó el impulsó y se presentó como candidata en las presidenciales de 2020, donde se vio las caras con Biden. En el primer entre candidatos, Harris consiguió mucha atención por acusaciones de racismo hacia quien había sido vicepresidente con Obama. Su desempeño en esas primarias fue mediocre, con una campaña mal organizada y con tumbos ideológicos -era una moderada que no tardó en abrazar las propuestas más progresistas para tratar de escalar en las encuestas- que acabaron por hundir su candidatura a las primeras de cambio.

Los roces con Biden no evitaron que el actual presidente la eligiera como candidata a la vicepresidencia. En las primarias, Biden dijo que su compañía en el ‘ticket’ presidencial sería una mujer y de una minoría racial.

Durante aquella campaña, afectada por la pandemia de Covid-19, los rivales de Biden advertían que quien sería la verdadera presidenta era Harris. La edad de Biden multiplicaban la relevancia de su candidata a la vicepresidencia.

La dupla Biden-Harris ganó aquella elección. El primero se convirtió en el presidente más viejo de la historia, a punto de cumplir 78 años. La segunda logró un hito histórico más atractivo: la primera vicepresidenta de la primera potencia mundial y la primera persona negra o asiática en ocupar el cargo.

Su labor como vicepresidenta no ha tenido brillo. Biden le encargó la misión imposible de arreglar la llegada masiva de inmigrantes indocumentados y EE.UU. ha sufrido récord tras récord en la detenciones en la frontera. Los republicanos la retratan como una política radical, que ha abrazado las ideas más izquierdistas y que no tiene capacidad de gestión. De nuevo, hasta el abandono de Biden, advertían que la reelección del presidente significaba que Harris tendría pronto el cargo de comandante-en-jefe.

En los últimos meses, su perfil político ha mejorado tras haberse convertido en la cara de la Administración Biden para la defensa del aborto y de los derechos reproductivos, un asunto popular entre la mayoría del electorado estadounidense, en especial tras la sentencia del Supremo de 2022 que eliminaba las protecciones constitucionales a la interrupción voluntaria del embarazo.

Eso no ha impedido que Harris conviva con una impopularidad flagrante, similar a la de Biden, en niveles por debajo del 38% según el acumulado de encuestas de ‘FiveThirtyEight’.

Ahora Harris necesita unificar al partido alrededor de su figura para conseguir lo que otras potencias occidentales han logrado hace muchos años: tener al frente una mujer.

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