La guerra del 'pickleball': jugar a las palas se pone serio
Este mini-tenis, que explotó durante la pandemia, ha sido durante tres años el deporte que más crece en EE.UU. El éxito ha traído problemas -guerra por las canchas- y una fiebre del oro con equipos profesionales e inversiones de famosos, de Lebron James a Naomi Osaka
«La llegada de Messi será un antes y un después en la historia del deporte de EE.UU.»
![Algunas de las pistas de Central Park, uno de los lugares más codiciados de Nueva York](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/06/26/reporansorenadeporte-R17f4qLbvqdK3kXI9b0vr6N-1200x840@abc.jpg)
'Plac, plac, plac'. Uno pasea por Central Park, por los caminos coquetos y umbrosos cerca del estanque, en la esquina sureste, entre el murmullo de las hojas y el canto de los pájaros, y escucha un sonido seco. 'Plac, plac, plac'. El ruido ... se multiplica cerca del Wollman Rink, la pista de hielo más célebre y bonita de Nueva York, una postal navideña esencial de la Gran Manzana, a la sombra del Plaza y del Pierre. 'Plac, plac, plac'.
Cuando se asciende al mirador sobre el Wollman Rink, con el fondo inmejorable de los edificios 'art déco' y de los nuevos rascacielos filiformes de Manhattan, aparece un mar de pistas de tenis azules y en miniatura. El 'plac' es el sonido del golpe de una pala rectangular, con apariencia cercana a una pala de playa, contra una bola amarilla, de plástico, hueca y con agujeros. Se juega en un campo de tenis en miniatura y la versión más habitual es el dobles. Una raya cerca de la red establece una zona –'kitchen', la cocina– que no se puede atravesar para volear.
Esto se llama 'pickleball' y su conquista de uno de los espacios públicos más codiciados de Nueva York –y de EE.UU.– es el símbolo de su éxito: tras tres años como el deporte que más crece en el país, ahora se ha convertido en una máquina de hacer dinero.
La fiebre del 'pickleball' es como la del pádel en España hace diez o quince años, pero con una temperatura como para llevar al niño a urgencias: se ha disparado el número de jugadores, ha creado una cultura propia, el dinero entra a espuertas, se ha profesionalizado y todo el mundo busca pegarle un bocado al negocio. En el camino, peleas y tensiones asociados a la nueva moda, no solo por el 'plac' molesto de las palas.
El número de jugadores de 'pickleball' ha crecido un 159 por ciento, hasta los nueve millones. Y el número de pistas construidas en las cien mayores ciudades del país se ha multiplicado por seis
«Es para todo el mundo, lo pueden jugar desde niños a personas de 90 años y se aprende fácil, pero ser muy bueno es difícil». Así explica Zach Le Vey, que acaba de jugar en estas pistas de Central Park, la receta del éxito de este deporte. Él es uno de los que ha surfeado la ola del 'pickleball', un deporte creado hace medio siglo por un millonario de Seattle, pero que hasta hace poco había pasado sin pena ni gloria.
De no haber cogido una raqueta en su vida, Le Vey es ahora entrenador. Pero el elemento clave para el despegue del 'pickleball' es un virus: la Covid-19. «Esto explotó con la pandemia», reconoce Derek Sawer, director de estos campos de juego en Central Park –«los más grandes del noreste del país», alardea–, operados por City Pickle, una de las muchas compañías que rentabilizan el éxito del deporte.
Fiebre por la salud
«La pandemia nos hizo darnos cuenta que a nuestras vidas les faltaba equilibrio», dice Sawer. «Y el 'pickleball' fue algo que nos hizo volver a salir a la calle, ser saludable, hacer amistades, recuperar la actividad física…». A él le cambió la vida mucho más que eso: conoció el deporte en los muelles del parque de Brooklyn Bridge, donde la gente se llevaba sus redes y pintaba las líneas del campo. Y acabó por dejar sus estudios de Filosofía y dedicarse a tiempo completo a esto.
En el año 2020 y 2021, por todo EE.UU., la afición a este juego de palas se contagiaba con la voracidad del virus que había provocado los confinamientos. Nueva York tardó más en convertirse que otras partes del país. Pero cuando lo hizo, fue a su manera: exagerada. Las plazas, campos de deporte y parques de la ciudad empezaron a ser invadidos por grupos de gente con ropa deportiva y cargados con redes portátiles. Pintaban las rayas con tiza o con cinta adhesiva. Tiene la ventaja de que es un juego muy móvil. 'Plac, plac, plac'.
Más que un deporte, una máquina de hacer dinero
Jugar en las pistas de Central Park cuesta entre 80 y 120 dólares la hora. Además, ya han surgido dos ligas profesionales
Pero surgieron anticuerpos contra el virus del 'pickleball'. Los vecinos protestaban por la invasión de individuos con palas que se plantaban en sus canchas de 'handball', una especie de pelota mano muy tradicional en Nueva York, o de baloncesto. Fuera de Nueva York las tensiones son más estructurales. El 'pickleball' ha invadido las comunidades de jubilados de estados soleados como Florida, Arizona o California.
Las pistas son ahora ingrediente indispensable de las urbanizaciones y el estatus social lo da cuánto juegas y con quién juegas. Aquí muchas veces las quejas son de los vecinos a los que les han plantado los campos de 'pickleball' ('plac, plac') cerca de su casa. Un propietario de Falmouth (Massachussetts) vendió su casa para huir del sonido de los golpes. Una vecina de Newport Beach (California) demandó a la ciudad porque el sonido causa «sufrimiento mental severo, frustración y ansiedad».
Un grupo de vecinos de Arlington (Virginia) hizo lo mismo por los campos construidos cerca de sus casas. Uno de los grupos más combativos son los jugadores de tenis, que ven cómo los de las palas les quitan las pistas. «Es difícil que pase una semana sin que escuche una queja o conflicto sobre el uso de las pistas», reconoció a 'Axios' J.J. Yost, director de instalaciones del sistema de parques públicos de Lincoln (Nebraska).
El número de jugadores de 'pickleball' ha crecido un 159 por ciento, hasta los nueve millones, en los últimos tres años, según la Sports & Fitness Industry Association. Y el número de pistas construidas en las cien mayores ciudades del país se ha multiplicado por seis –de 420 a 2.788– desde 2017. Estas guerras territoriales del 'pickleball' llenaron las páginas de los periódicos a finales del año pasado.
Hay un 'reality' en producción, con el nombre 'Pickleballers', en el que mezclan a jugadores amateurs, profesionales y famosos
En Nueva York, los lectores devoraban las peleas entre padres pijos del West Village y los cachorros de Wall Street que utilizaban el 'pickleball' para encontrar amigos –y lo que surja–, ambos disputándose los escasos espacios públicos del sur de Manhattan. Pero van ganando los segundos: un paseo por la Gran Manzana descubre pistas improvisadas en los bajos de un rascacielos de Wall Street, en el otro reducto 'underground' de Tompkins Square Park, en azoteas, en la ribera del East River, en el paseo marítimo de Rockaway Beach… Y cada vez más pistas construidas por la ciudad en sus parques públicos.
Motivo de trifulca
Algo sobre el papel tan inocente como el 'pickleball' se ha acabado por convertir en motivo de trifulca. Para millones de estadounidenses se ha convertido en una forma de vida: es la actividad con la que socializan y hasta organizan sus vacaciones alrededor de su hobby. Pero muchos otros lo tratan con desdén –en especial, los jugadores de tenis– o con tirria. «La lección más valiosa que os pueden ofrecer sobre 'pickleball'», decía en un vídeo humorístico en redes sociales un supuesto experto en el juego. «Cuando estés sobre la línea de la 'kitchen', abre las caderas, apunta hacia la puerta más cercana, ve para allá, sal y busca un deporte de verdad».
«El 'pickleball' es lo peor», se titulaba una reciente columna de opinión en 'The Washington Post' que mostraba la acidez que provoca a algunos. Su autor, Rick Reilly, reconocía odiar el deporte: «Lo probé, no me gustó. No es tan divertido como el ping pong. Ni tan elegante como el tenis. Ni tan bonito como el golf». Y criticaba con colmillo a esos jugadores que ahora se creen 'atletas': «Un juego que empiezas a practicar después del desayuno y en el que eres bastante bueno para la hora del almuerzo no es un deporte».
Todo un negocio
Un negocio sí es, sin duda. Jugar en las pistas de Central Park cuesta entre 80 y 120 dólares la hora, pero eso es casi anecdótico. Ya han surgido dos ligas profesionales. Una de ellas, la de la Asociación de Profesionales del Pickleball (APP, en sus siglas en inglés), firmó este enero un acuerdo con CBS y ESPN para retransmitir sus partidos. La otra, la Major League Pickleball, está llena de dinero de famosos y atletas de relumbrón: varias estrellas de la NBA –Lebron James, Kevin Durant, Draymond Green–, del fútbol americano –Tom Brady, Patrick Mahomes– o del tenis –Nick Kyrgios, Naomi Osaka, Kim Clijsters– han invertido en equipos.
Veteranos del tenis –Andre Agassi, John McEnroe, Michael Chang, Andy Roddick– han participado en exhibiciones con premios millonarios. Profesionales del tenis como Jack Sock –cuatro veces ganador de 'grand spam' en dobles– o Sam Querrey se han dejado seducir por la billetada que ofrece el 'pickleball'. Hasta el actor Jamie Foxx quiere un bocado de la tarta y se ha puesto a vender una línea de palas. Y hay un 'reality' en producción, con el nombre 'Pickleballers', en el que mezclan a jugadores amateurs, profesionales y famosos.
Para muchos se ha convertido en una forma de vida. Otros lo tratan con desdén
Está por ver si la fiebre por jugar a 'pickleball' se traslada a verlo por la pantalla. «Que lo sepa todo el mundo: no voy a invertir en una franquicia de 'pickleball' ni voy a encender la televisión para ver un partido», aseguró en Twitter la extenista australiana Rennae Stubbs. «Prefiero ver cómo se seca la pintura». Hay que reconocer que, al menos de momento, el espectáculo del tenis está muy por encima del 'pickleball' para quienes lo disfrutan desde fuera. Y sin 'plac, plac'.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete