Estados Unidos honrará a las víctimas de la bomba atómica de Hiroshima
Por primera vez, una autoridad estadounidense participará en la conmemoración del ahora 65 aniversario de la tragedia

No irá Obama, pero sí será la primera vez que un representante de Estados Unidos honre a las víctimas de la bomba atómica de Hiroshima. El embajador estadounidense en Japón, John Roos, depositará este viernes una ofrenda floral en el Monumento a la Paz de dicha ciudad en la ceremonia que conmemorará el 65 aniversario del bombardeo.
A las ocho y cuarto del 6 de agosto de 1945, el B-29 Enola Gay arrojó sobre Hiroshima una bomba de uranio de cuatro toneladas que, con el macabro apodo de «Little boy» («Muchachito») , no sólo precipitó el final de la Segunda Guerra Mundial en el Pacífico, sino que cambió el curso de la Historia.
Como nunca se había visto antes, la explosión provocó una enorme bola de fuego que hizo subir la temperatura un millón de grados centígrados, incendió el aire, eclipsó al sol, destruyó edificios enteros, derritió la tierra, desintegró de inmediato a 140.000 personas en un radio de más de un kilómetro y al cabo de los años mató a cientos de miles más a causa de todo tipo tumores y enfermedades.
«El arsenal mundial suma 150.000 bombas nucleares como la de Hiroshima»
Un tenebroso hongo radiactivo entre negro y violáceo se elevó más de 800 metros en el cielo y luego las nubes descargaron la ácida «lluvia negra». Tres días después, otra bomba, «Fat man» («El Gordo») , desataba el mismo infierno en Nagasaki, donde perecieron 70.000 personas.
Desde entonces, ambas ciudades son el símbolo del horror nuclear que aterrorizó al planeta durante la Guerra Fría y que aún hoy lo mantiene acongojado ante la posibilidad de que algún grupo terrorista se haga con una bomba atómica, desarrollada ya por países tan poco fiables como Corea del Norte o Pakistán.
Hacia el desarme total
Por eso, el alcalde de Hiroshima, Tadatoshi Akiba, que tenía sólo tres años cuando estalló la bomba, lidera una liga de Ciudades por la Paz que reúne a más de 4.000 municipios de 144 países, y reclama un mundo sin armas nucleares en 2020. Por su encomiable labor contra la proliferación atómica y el reconocimiento de los supervivientes («hibakusha»), acaba de ser galardonado en Filipinas con el premio Magsaysay, considerado el Nobel de Asia.
Su objetivo lo comparte el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, un firme defensor de la desnuclearización que ganó el Nobel de la Paz el año pasado y ha acordado con Rusia una considerable reducción de sus respectivos arsenales atómicos. Pero ambas potencias aún siguen conservando 22.000 cabezas nucleares . Unidas al millar que, en total, poseen Francia, Reino Unido, China, India, Pakistán e Israel, suman 150.000 bombas como la de Hiroshima.
Para recordárselo, el alcalde de esta ciudad había invitado a Obama a los actos del 65 aniversario. Aunque Obama enviará en su lugar a su embajador, el primer edil confía en que visite Hiroshima aprovechando la cumbre de los países de Asia-Pacífico que se celebrará en octubre en Japón.
Por primera vez también, el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, acudirá a la ceremonia para «llamar la atención sobre la urgente necesidad de lograr el desarme nuclear global».
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