Heridas sin cerrar en Asia
La región más dinámica del mundo es también la más conflictiva por las disputas de la Guerra Fría entre dictaduras como China con democracias como Taiwán y Japón
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Gracias al auge económico de China y a la acumulación de potencias desarrolladas como Japón y Corea del Sur y emergentes como Vietnam o Indonesia, Asia es la región más dinámica y con mejores perspectivas de crecimiento por su vasta población. Pero también la ... más conflictiva por las heridas sin cerrar que quedan de la Segunda Guerra Mundial, especialmente sangrienta por las atrocidades niponas.
En lugar de cicatrizar como en Occidente, donde enemigos irreconciliables del pasado como Francia y Alemania se erigieron en motores de la Unión Europea, dichas heridas se enquistaron en Asia por la división entre los bloques capitalista y comunista durante la Guerra Fría. Pero, como se ha visto también en Rusia, ni siquiera la adopción parcial de una economía de mercado por parte de China ha podido acabar con las diferencias, ya que el conflicto del siglo XXI no es entre comunismo y capitalismo, sino entre dictaduras y democracias.
Por ese motivo, y por sus rencillas del pasado, una alianza política como la UE resulta imposible en Asia, donde conviven democracias como Japón y Corea del Sur con regímenes autoritarios como el chino y el norcoreano. A lo largo del Paralelo 38, una «tierra de nadie» de cuatro kilómetros de ancho y plagada de minas, tanques y armamento separa a las dos Coreas y es la última frontera de la Guerra Fría. Foco de tensión por las bravuconadas de Kim Jong-un, este año no solo ha visto el vuelo de decenas de misiles, sino hasta de drones durante los últimos días que recuerdan a los ataques rusos contra Ucrania.
Pero, por grave que sea la amenaza incluso nuclear de Pyongyang, el verdadero riesgo es la aspiración de otro régimen autoritario, el chino, por conquistar una democracia como Taiwán. Separadas desde el final de la guerra civil en 1949, las dos Chinas han seguido una evolución política tan diferente que impide su reunificación pacífica. Ni siquiera el modelo de «un país, dos sistemas» propuesto por Pekín convence ya a la mayor parte de la sociedad taiwanesa, que desconfía de Xi Jinping por su regresión autoritaria y por haber liquidado las libertades que tenía la antigua colonia británica de Hong Kong tras su devolución a China en 1997.
En un mundo cada vez más polarizado por las dudas sobre la propagación de la pandemia desde Wuhan y la invasión rusa de Ucrania, que Pekín apoya implícitamente, Taiwán es el nuevo campo de batalla entre China y Occidente. No solo EE.UU. y la UE, sino también Japón, cuyo primer ministro, Fumio Kishida, ya advirtió en junio durante el Foro de Seguridad Shangri-La celebrado en Singapur que «Ucrania hoy puede ser Asia Oriental mañana».
Con unos vecinos tan hostiles como China, Corea del Norte y Rusia, con la que mantiene el contencioso de las islas Kuriles, el Gobierno nipón ha actuado igual que Alemania y llevará a cabo una subida récord de su presupuesto militar para alcanzar en cinco años el 2 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). Dicho rearme, el mayor en Japón desde su derrota en 1945, abrirá aún más las cicatrices con China, que le reclama las islas Senkaku (Diaoyu en mandarín) y cuya reivindicación sobre Taiwán ve como una amenaza por la proximidad a su territorio.
Espoleadas por el nacionalismo, las disputas territoriales no solo enfrentan a Tokio con autocracias como China y Rusia, sino también con democracias como Corea del Sur, que controla desde 1952 los islotes de Takeshima bajo el nombre de Dokdo. Esgrimiendo la defensa propia en un escenario internacional cada vez más revuelto, y como decíamos ayer, el pacifismo de Japón tiene los días contados con vecinos como China, Rusia y Corea del Norte.
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