Funerales y familias desplazadas: así se vive la guerra de Ucrania en la retaguardia
En Leópolis se cocinan reportajes con la colaboración de las autoridades, muy preocupadas en mostrar a Occidente todos los aspectos del drama que vive el país
Fotogalería: el mayor ataque contra la ciudad de Leópolis desde el inicio de la guerra

En la web del Centro de Prensa de Ucrania hay un amplio catálogo de historias para cubrir. Uno puede ir bajando hasta encontrar lo que le interesa, o hacer una búsqueda por región o bien por temática: animales, niños, cultura, muertos, médicos, ecología, ocupación, ... apoyo psicológico, crímenes rusos, LGTB... La web está dirigida a periodistas extranjeros, y en ella se facilitan los contactos de la gente a cargo de la producción de cada tema.
Lo dan masticado, y el servicio es eficiente, de modo que algunos periodistas sucumben a la tentación de convertirse en correa de transmisión. Conscientes de que uno empatiza más con aquello que ve, los ucranianos, en general, no han puesto demasiadas dificultades a la prensa a la hora de cubrir historias de carácter humanitario. Las cosas son muy distintas cuando uno pretende trabajar en el frente, sobre todo si es con militares.
A pie de página, hay enlaces a algunas de las «historias que contaron con nuestra ayuda», y ahí están, entre otros, Al Yasira, Die Zeit, Belsat TV y Radio Free Europe. Algunas de las coberturas ofertadas son anodinas: «Conferencia de prensa: Taiwan apoya a Ucrania: ayudando a Ucrania en tiempos de guerra». Otros, no tanto: «Inseminación artificial, y congelación y crioalmacenaje de esperma y óvulos para los militares y sus familias», «Centro de Superhumanos: unidad hospitalaria de prótesis y rehabilitación», «Rehabilitación psicológica: terapia de montaña en los Cárpatos para combatientes», «Madres Inquebrantables: un refugio para mujeres preñadas y parturientas», etcétera.
Viernes: turista en Leópolis
El frente está lejos (y la noticia y el drama y la épica), pero Leópolis es la principal puerta de entrada y salida del país. La vida aquí transcurre en la más absoluta normalidad. En las últimas semanas, la paz sólo se ha visto alterada una vez, cuando el pasado 6 de julio un misil ruso mató a diez civiles. Las alarmas antiaéreas irrumpen alguna vez, pero pueden pasar días sin que suenen. Cuando suenan, no pasa nada: unos pasean, otros comen y beben en las terrazas, y un hombre (o una mujer) con un disfraz de dragón (o de dinosaurio) mira de atraer la atención de unos niños. La línea de contacto está a mil kilómetros, y en Leópolis la mayoría ignora las sirenas desde la primera semana de la invasión rusa.
Más allá de unos pocos soldados en las calles y más allá de los 'souvenirs' que conmemoran las principales gestas ucranianas de los últimos meses, en Leópolis la guerra es una entelequia. Pero esta normalidad es epidérmica: muchos tienen a familiares y amigos luchando en el este y en el sur, otros han venido del sur y del este buscando refugio. En las iglesias, son frecuentes los funerales por los caídos en combate, y el cementerio de Lychakiv, en el centro de la ciudad, se ha quedado pequeño.

Domingo: sin excursión a los Cárpatos
Un autocar saldrá de Leópolis a las 8 de la mañana hacia el sur, y en no menos de dos horas llegará a algún punto de los Cárpatos ucranianos. Julia, de producción, había dicho que este día no eran combatientes los que iban a la montaña como terapia, sino que serían médicos militares que habían trabajado en el frente. Ésta es una de las coberturas ofrecidas por el centro de prensa: no hay originalidad alguna, pero es interesante y, sobre todo, es una fuente potencial de contactos para próximas coberturas en el frente. A las ocho menos diez, una treintena de personas espera para subir al autocar: la mayoría son ancianas; el resto, ancianos y dos niños. Por teléfono, Julia confirma que ha habido un cambio de planes y que la excursión de los médicos de guerra se ha aplazado, y que la de este domingo es para desplazados internos venidos de zonas ocupadas, del frente o de cerca del frente. Habrían sido demasiadas horas de trabajo sobre el terreno para una cuestión de interés relativamente escaso, con una barrera idiomática espesísima y sin acceso a contactos militares.
Miércoles: sucumbir a la tentación
El refugio de las Madres Inquebrantables está alejado del centro y rodeado de parques. Fue construido el verano pasado en sólo dos meses con el apoyo de Cruz Roja. Olga acaba de llegar de la calle, tiene a Darynka en brazos, y deja el carrito al lado de los demás, en la entrada. Olga es de Lisichansk, un pueblo del Donbass ahora en manos rusas. La niña, que tendrá sólo unos meses, ha nacido en Leópolis. Ivanka Fediv es la jefa de prensa del refugio: «Aquí viven trece madres y veintisiete niños, y son de las regiones más golpeadas por la guerra. Los hombres están luchando». El refugio está pensado para acoger a mujeres embarazadas o que tengan hijos menores de un año; si tienen más hijos, también se alojan allí. Cada familia tiene una habitación. Un niño de unos ocho años sale de la cocina y sube corriendo las escaleras.

Es una cocina con el comedor integrado, un espacio amplio y con grandes ventanales, y es zona común para todas las familias. Tania está haciendo la comida. Vive en el refugio con sus dos hijos: Igor, de ocho años, y Sviatoslav, de diez meses. Sucede como con Olga: el pequeño nació en Leópolis, y el mayor y la madre son de Starobilsk. También en el Donbass, también bajo control ruso desde el principio de la invasión a gran escala: «Me dejaron salir porque estaba embarazada». Llegaron al oeste de Ucrania a finales de marzo del año pasado, y al principio se alojaron en una escuela habilitada como refugio. El marido de Tania es militar: «Estuvo luchando en Bajmut pero ahora está en el centro del país. Cuando tiene rotación, podemos vernos. Siempre nos vemos en Leópolis». Hace más de tres meses de la última vez. En cambio, a sus padres y a su hermano no los ve desde que huyó del Donbass, y apenas tiene contacto con ellos: «No puedo hablar con ellos ni por teléfono ni por internet. A veces nos da para cinco minutos, pero los rusos podrían estar escuchando».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete