La guerra de Ucrania polariza lo internacional
La Conferencia de Paz en Bürgenstock (Suiza), auspiciada al alimón por Suiza y Ucrania, defraudó tanto por el número y nivel de las representaciones nacionales como por sus resultados
La cumbre de paz celebrada en Suiza reclama el respeto de la «integridad territorial» de Ucrania
Los asistentes a la Cumbre de Paz de Ucrania en Suiza se reducen a pocos días de su celebración
![Zelenski y Biden, tras firmar un nuevo acuerdo de seguridad entre Estados Unidos y Ucrania](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2024/06/18/zelenski-biden-RYMBw4ogPIsH3ffOFCzYEJJ-1200x840@diario_abc.jpg)
Las tropas rusas mantienen la iniciativa en todo el frente, sin que ello suponga grandes ganancias de terreno. Dos sectores aparecen más activos. Uno, el de Járkov, donde los cazabombarderos Su-34 rusos, empleando masivamente bombas guiadas, tratan de aniquilar las reservas ucranianas que fueron ... urgentemente sustraidas de otros sectores, y desplegadas allí tras la reciente apertura de ese frente. El otro es el de Avdivka, donde han alcanzado Novo-Oleksandrivka, amenazando así la retaguardia ucraniana bien en Kostiantynivka o bien en Prokovsk.
En el campo político, la actividad ha sido muy intensa en la segunda mitad de la semana pasada. Se ha concretado en dos reuniones/conferencias internacionales, que tuvieron la guerra de Ucrania como punto fundamental de las respectivas agendas. En la primera, la cumbre del G-7, en Apulia (Italia), destacaron dos aspectos. Uno, el más folklórico, fue un rutilante desfile de estrellas que la anfitriona, Giorgia Meloni, concentró en la pasarela. Aparte de los líderes políticos de 'plantilla' del grupo, en tal marco concurrieron, por ejemplo, los dos argentinos del momento: el presidente Milei y el Papa. El otro fue el acuerdo sobre préstamos (léase aumento de deuda) a Kiev, de 50.000 millones de dólares, financiados por EE.UU., y garantizados por los 3.000 millones de dólares de intereses anuales, que generan los 300.000 millones de dólares de los activos rusos congelados en Occidente. Un robo, según el Kremlin.
El otro evento fue la Conferencia de Paz en Bürgenstock (Suiza), auspiciada al alimón por Suiza y Ucrania. Voceada como acontecimiento planetario, defraudó tanto por el número y nivel de las representaciones nacionales como por sus resultados. No asistió el presidente Biden sino la vicepresidenta Kamala Harris. Tampoco compareció el otro gran invitado, el chino Xi Jinping. Ni el ruso Putin, que se supondría indispensable en una conferencia semejante. Sí apareció Zelenski, perejil de todos las salsas, y cuyo mandato como presidente de Ucrania expiró legalmente el pasado 20 de mayo. De los 193 países miembros de la ONU, solo 92 estuvieron representados. De ellos, doce ni tan siquiera firmaron la declaración final de la conferencia (incluidos Jordania e Irak, que firmaron, pero luego se retractaron); entre esos doce estaban Brasil, India y Sudáfrica, países que, junto con Rusia y China, conforman el corazón del llamado grupo de los Brics y que, conjuntamente, suman 3.248 millones de habitantes. O, dicho de otro modo, más del 40% de los seres humanos. Si añadimos a ellos las poblaciones de los otros no firmantes, más las de los 101 países no asistentes, se podría afirmar que bastante más del 50% de la población mundial no se ha sentido involucrado con los resultados de la Conferencia. Un encuentro, por tanto, que más que de paz casi podría considerase de preludio de la guerra. Bien que, en la redacción del comunicado final, se haya intentado dejar la puerta abierta para una potencial adhesión de Rusia a este proceso. Algo poco probable, porque Putin, en la víspera de la conferencia, presentó su propio plan de paz, que es diametralmente opuesto al preconizado por Zelenski.
Con tal fondo, no deben desdeñarse los gestos y actividades internacionales que fomentan la tensión. Tal es, por ejemplo, la reciente e inesperada llegada a La Habana, el pasado miércoles, en visita a puerto de cinco días, de un Grupo de Acción Naval ruso compuesto por la fragata portamisiles Almirante Gorshkov, el submarino nuclear Kazán, el remolcador Nikolái Chíker y el petrolero Àkademic Pashsin. Grupo que, supuestamente, estaría desarrollando ejercicios en el Atlántico Occidental y el Caribe. La reacción norteamericana no se demoró. El Pentágono despachó a la zona tres destructores portamisiles, a los que se unió una fragata francesa, y aviones de lucha antisubmarina para monitorizar el trasiego ruso. Canadá aportó también un buque de guerra y envió, asimismo de visita a La Habana, la fragata Margaret Brooke. No son movimientos casuales. Por el contrario, la iniciativa rusa contiene un mensaje dual del Kremlin a Washington. Por un lado, plasmar el desagrado que supone tener un adversario entrometido (con presunta referencia a Ucrania) en tu periferia próxima. Y, por el otro, evocar que Rusia tiene buenos amigos en la región caribeña, incluyendo inquebrantables antagonistas norteamericanos como Cuba y Venezuela.
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