Los desafíos del Occidente democrático
El paso de la revolución tecnológica a la globalización ha traído una mejora del PIB mundial y de los países emergentes, particularmente asiáticos
En estas últimas décadas, hemos pasado desde la revolución tecnológica a la globalización, trayendo una una mejora del PIB mundial y de los países emergentes —particularmente asiáticos—. A su vez, ha acentúado una menor competitividad del Occidente democrático, descubriendo de la debilidad en recursos naturales ... de Europa en particular.
La transición energética y la guerra en Ucrania han sido los detonadores de la evidente dependencia europea en materia de primas naturales.
En este nuevo mundo, marcado siempre más por una contraposición entre democracia y autarquía —por no decir dictaduras—, el desafío occidental es muy grande.
Es una obligación defender la democracia con su libertad y derechos conquistados y es fundamental defender el sistema social y económico lo ha hecho posible la misma.
Para que esto se realice es necesario una conveniente unión de los países democráticos y es indispensable un rediseño de nuestro sistema capitalista, redescubriendo los principios del liberalismo clásico de origen kantiano, menos burocratizado y judicializado que el actual neoliberalismo, pero no menos ético. Un liberalismo donde la ética del miedo se transforme en la cultura del respeto y las leyes en igualdad de oportunidades y medios para ejercer la libertad.
El reto de Occidente es ser capaz de mejorar el sistema capitalista haciéndolo más culturalmente responsable. Pero, como decía, sobretodo de saber rediseñarlo en función del impacto que conlleva la revolución tecnológica y la contraposición con Rusia y China. La revolución tecnológica está cambiando la economía y la sociedad de manera evidente y muy rápida, impactando el mundo del trabajo, de la producción, de los servicios, etc.
La Inteligencia Artificial sustituirá también a trabajos sofisticados y no solo los básicos. El problema no estará en la eficiencia productiva sino en los recursos para sostenerla, en la perspectiva del empleo, la individuación de nuevos trabajos, en la formación y en consecuencia de la renta individual. El desafío está en, por una parte, no perder nunca el espíritu emprendedor y la libre iniciativa privada; y de otra promover iniciativas para la reducción las desigualdades.
El reto estará también en planificar una mayor independencia en recursos naturales como los energéticos o tierras raras, fundamentales para los componentes tecnológicos e industriales.
En definitiva, nuestros países democráticos deben rediseñar un nuevo sistema de vida que, tanto en la tecnología pero también en la necesidad de una mayor autonomía de recursos, encuentre la oportunidad para progresar y apuntar a una mayor civilización.
A este gran reto, desde la moderación, tienen que participar, con sus distintos puntos de vista, los intelectuales, los profesionales y, sobretodo, los jóvenes con su moderna visión.
El único objetivo tiene que ser el de encontrar las mejores soluciones para mejorar nuestro sistema social, económico y democrático. Se necesita cada día más visión y perspectiva.
Es necesario contribuir e incidir en las decisiones de la política que, en la mayoría de los casos, actúa para el corto plazo. O, si lo hace a largo, lo hace ideológicamente, sin una adecuada planificación que permita conseguir positivamente los objetivos prefijados.
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