Una falsa alarma de bomba obliga a evacuar la Torre Eiffel entre el temor a atentados en Francia por la crisis de Níger
A finales de junio, el ministerio del Interior decretó con urgencia, para todo el verano, un estado de alerta grave, «como consecuencia de los riesgos de atentados»
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En París, las fuerzas de seguridad del Estado evacuaron la Torre Eiffel, símbolo nacional, durante varias horas, el sábado, como consecuencia de una amenaza de bomba, la última de un rosario que se ha sucedido durante las seis últimas semanas en ciudades grandes y pequeñas, como Clermont-Ferrand, Pian-sur-Garonne (Gironde), Montpellier, Rennes, Rouen, Valenciennes, Lyon, Francheville, Toulouse, Dieppe, Bastia, Burdeos, Marsella.
La amenaza de bomba es una alarma clásica. Desde hace semanas, Francia conoce otro riesgo «inédito». Se han multiplicado las amenazas contra guarderías y establecimientos escolares (parcialmente cerrados, por causa de vacaciones veraniegas). Una treintena de establecimientos se vieron forzados a recurrir a las fuerzas de seguridad del Estado, como consecuencia de amenazas telefónicas en Lille, Créteil, Grenoble, Versailles, Marsella, Burdeos, Lyon. «Se trata de una novedad inquietante», reconoció días pasados una fuente oficial del ministerio de Educación.
A finales de junio, el ministerio del Interior decretó con urgencia, para todo el verano, un estado de alerta grave, «como consecuencia de los riesgos de atentados», imponiendo normas de seguridad muy estrictas en estaciones de ferrocarril, aeropuertos y edificios públicos.
Tras el estallido inflamable de la crisis, en Níger, los riesgos han crecido de manera alarmante.
Nicolas Normand, especialista reputado, que ha sido embajador de Francia en Malí, Congo, Senegal y Gambia, autor de varios ensayos de referencia, describe de este modo esos riesgos: «Si los 'califas' terroristas, presentes en Sahel, terminan implantándose en Níger, las amenazas terroristas aumentarán mucho. El Sahel occidental se ha convertido en un foco terrorista islámico, que lleva años creciendo. La crisis actual solo beneficia a las bandas yihadistas que controlan las rutas de la inmigración hacia el Mediterráneo…».
Las amenazas terroristas islámicas de origen africano, contra Francia y otros países europeos, tiene dos dimensiones, directa a indirecta.
En Francia residen 3,3 millones de inmigrantes (legales) de origen africano. Esa diáspora sigue de manera apasionada las convulsiones políticas nacionales y regionales en Oriente Medio, el Magreb, Malí, Níger, República del Congo, entre otros países africanos. Los jóvenes nacidos en familias de esa diáspora oriental y africana, instalada en la «banlieue», los suburbios de París y otras grandes ciudades, mal integrada, participaron activamente en las jornadas de violencia del mes de junio pasado.
Hasta ahora, no han existido relaciones directas entre la violencia callejera y el terrorismo. La crisis en Níger crea una realidad de nuevo cuño: la «banlieue» de París y las grandes ciudades francesas son un campo de minas inflamables, tierra prometida para los predicadores del apocalipsis religioso o «cultural».

La violencia suburbana era anterior a los estallidos de violencia de junio. La «paz» (precaria) se impuso con una movilización excepcional de las fuerzas de seguridad del Estado. Pero los «incidentes» han continuado y han coincidido, en ocasiones, con las alarmas de bombas terroristas.
Se trata de la filial interior de las nuevas amenazas terroristas. La filial exterior tiene raíces muy profundas.
Los africanos que aspiran a llegar a Europa, cruzando el Mediterráneo, deben cruzar Argelia, Tunez, Libia, desde el África subsahariana. Esas rutas están controladas, con frecuencia, por bandas yihadistas, asociadas a traficantes de seres humanos.
Francia, Alemania, Italia, España, la UE, en su conjunto, negociaron con varios países africanos acuerdos bilaterales y multilaterales, intentando frenar la inmigración. Acuerdos siempre válidos, pero parcialmente fallidos. Gran parte de los atentados cometidos en Francia y Europa, los últimos años, fueron cometidos por individuos que entraron en Europa través de las rutas de la inmigración.
La crisis de Níger ha agravado y acelerado esos procesos. Muchos africanos intentan escapar del infierno local huyendo hacia el Mediterráneo, aspirando a instalarse en algún país europeo, Italia, Francia, España. En su inmensa mayoría, se trata de hombres y mujeres que buscan pan, seguridad y libertad, en Europa. Entre esa inmensa mayoría también circulan individuos peligros y amenazantes, que no siempre es fácil detectar. La crisis en Níger, con sus secuelas de hambre y matanzas, multiplica de manera inquietante ese abanico creciente de riesgos y amenazas de nuevo cuño.
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