claves de latinoamérica
A un año del magnicidio de Haití, la conspiración sigue sin esclarecerse
Todo apunta a que el asesinato del presidente Jovenel Moïse fue decidido por elementos de la élite del país
Para quienes creen que Haití no tiene remedio, el caso del asesinato hace un año del presidente Jovenel Moïse es un claro ejemplo, no tanto por el magnicidio mismo –el aniversario ha coincidido con la muerte, también a disparos, del ex primer ministro japonés, ... Shinzo Abe– sino porque a pesar del tiempo transcurrido sigue sin aclararse quién organizó y pagó el atentado contra el presidente haitiano, ocurrido en la madrugada del 7 de julio de 2021 en la residencia presidencial.
Todo apunta a una conspiración de determinados elementos de la élite de país. En las investigaciones han surgido diversos nombres, como el del propio actual primer ministro, Ariel Henry, pero el proceso apenas ha podido avanzar. En enero renunció el sexto juez que se encargaba del caso en Puerto Príncipe, debido a amenazas que en algún momento se han traducido en disparos de advertencia. Ya en octubre ardió la oficina judicial donde se guardaban las pruebas recogidas por los investigadores.
Los 18 mercenarios colombianos que fueron detenidos en las horas posteriores al atentado, de un comando de 26 personas que ejecutó la operación magnicida (tres murieron en el enfrentamiento que siguió con la Policía y cinco pudieron fugarse), siguen en prisión. También hubo detención de haitianos, como la del doctor Christian Emmanuel Sanon, que tenía residencia en Estados Unidos y aparece como presunto reclutador del comando a través de una empresa de seguridad privada de Florida. Sin embargo, de momento no hay ningún procesado.
El caso solo ha avanzado algo en Estados Unidos, donde el empresario haitiano Rodolphe Jaar y el exmilitar colombiano Mario Antonio Palacios, quien habría comandado el equipo atacante y pudo fugarse a Jamaica, han comparecido ante la Justicia en Miami. También lo hará pronto el exsenador John Joël Joseph, igualmente extraditado desde Jamaica. Las declaraciones realizadas presentan a Joseph Felix Badio, que ocupaba un alto puesto en materia de lucha contra la corrupción en el Ministerio de Justicia de Haití, como una de las figuras centrales en los preparativos del atentado.
La trama
En el caso se juntan disputas por el poder político (Moïse se había aferrado al cargo, aplazando las elecciones presidenciales, además de las legislativas), por posibles beneficios en negocios ilícitos (al parecer Moïse había elaborado una lista de políticos y empresarios vinculadas
al tráfico internacional de droga para transmitirla a Estados Unidos) y por disputas de poder económico (algunas versiones hablan de una pugna de intereses con un grupo de familias vinculadas al sector eléctrico). No está claro cuál de esos elementos tuvo preeminencia, pero lo que es evidente es que en los meses previos al atentado Haití había llegado a un punto insostenible institucionalmente, con violentas manifestaciones y una manifiesta ingobernabilidad.
Y desde entonces la situación no ha hecho más que empeorar. Ariel Henry, designado primer ministro dos días antes del magnicidio, ha venido ejerciendo de presidente interino desde entonces y aún no ha convocado elecciones. La viuda de Moïse, que resultó herida en el atentado pero pudo salvar su vida, está considerando su candidatura presidencial, aunque igualmente está tentada a pasar página del suceso. El clima político y social, en cualquier caso, es de una gran inseguridad; el vacío de poder y un incremento de la impunidad han alentado aún más la actuación diferentes bandas delictivas, con el aumento de secuestros y de la violencia en general.
Por su parte, la situación económica es de colapso. A las dificultades financieras por la acumulación de deuda a causa de la constante necesidad de ayuda exterior se han agregado las derivadas de la crisis de Covid-19 y ahora las relativas al alza internacional de precios.
Razones del retraso socioeconómico
La permanente situación de emergencia del país (agravada por desastres naturales como el devastador terremoto de 2010 y el destructor huracán Mateo de 2016, a los que sumó el terremoto más leve de agosto de 2021) ha llevado en los últimos meses a un debate sobre los orígenes del «problema» haitiano. Una serie de artículos escritos en el 'New York Times' han apuntado a un mal de origen provocado por la descomunal indemnización que Francia reclamó a su antigua colonia tras la independencia de esta, alcanzada en 1904 a raíz de un levantamiento de los esclavos negros, que eran abrumadoramente mayoría en la población. Historiadores de prestigio, no obstante, discrepan que esa cuestión, que sin duda pesó en el desarrollo de Haití, dé hoy razón del retraso haitiano.
Por su parte, el 'think-tank Diálogo Interamericano', con sede en Washington, se pregunta estos días «por qué los esfuerzos de bancos multilaterales y de gobiernos donantes tienen tan poco éxito en Haití». Su respuesta sugiere que, más allá de una pesada herencia histórica, en el país se han impuesto unas prácticas políticas –corrupción, patrimonialismo del poder, arribismo, nepotismo...– que han impedido el más mínimo progreso.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete