EE.UU. rechazó negociar con Assange la omisión de datos potencialmente peligrosos en la filtración
Horas antes de la publicación de los 250.000 documentos, el fundador de Wikileaks ofreció al embajador en Londres eliminar aquello que pudiera poner en peligro vidas o la seguridad nacional

Cinco periódicos del mundo dejaron ayer a la diplomacia estadounidense panza arriba al sacar a la luz un cuarto de millón de cables secretos del Departamento de Estado obtenidos por Wikileaks. Pudieron ser más los medios invitados a la fiesta pero algunos se quedaron fuera por negarse a firmar un acuerdo de confidencialidad con Wikileaks, como la misma CNN cuenta que fue su caso. Washington ha hecho todo lo que ha estado en su mano para contener los efectos negativos de la filtración, menos una cosa: sentarse a negociar con Julian Assange. En lugar de eso le ha advertido que también él tendrá que atenerse a las “graves consecuencias” legales de todo este asunto, que para el portavoz de la Casa Blanca, Robert Gibbs, “pone en riesgo las vidas y el trabajo de nuestros diplomáticos y profesionales de inteligencia y de personas que en todo el mundo han pedido ayuda a Estados Unidos para promover la democracia”.
En la misma línea se manifestó en una entrevista a la CNN el jefe del estado mayor conjunto, el almirante Michael Mullen, para quien lo que ha hecho Wikileaks es “extremadamente peligroso” para la seguridad de las tropas estadounidenses. Mientras que el embajador estadounidense en Bagdad, James Jeffrey, se ha quejado públicamente de que con filtraciones así no puede realizar su trabajo, que exige “poder hablar en confianza con la gente”.
Otros creen que no hay para tanto. Scott Shane, uno de los periodistas de The New York Times que participó en la difusión de los documentos, defendió ayer esta decisión asegurando que –tras eliminar algunos nombres e informaciones demasiado específicas de los documentos-, ellos no esperaban ninguna consecuencia demasiado drástica. “Seguro que habrá repercusiones, quizás tensiones en las relaciones con algunos países y con algunos líderes, pero no creemos que haya vidas en juego, ni que ninguna operación de inteligencia importante pueda verse en peligro por lo que se ha publicado”, concluyó.
El caso es que tan oscuro como el origen mismo de la filtración es su gestión por parte de Wikileaks. ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina, los documentos secretos o la investigación abierta por presuntos delitos sexuales de Julian Assange en Suecia? El que ya es sin duda el hacker más famoso de todos los tiempos no duda en atribuir todas las imputaciones contra él a “trucos sucios” de sus todopoderosos enemigos en Washington. Aunque no todo el mundo, ni siquiera dentro de Wikileaks, suscribe estas teorías al cien por cien.
El caso es que Assange se ha convertido en el hombre invisible, el que nadie sabe dónde vive ni dónde está. Este domingo anunció la inminente filtración en una videoconferencia con periodistas en Jordania, insistiendo en que el nuevo material cubría “todos los grandes asuntos de cada país del mundo” y que no podía revelar su paradero porque “Jordania no es el mejor sitio para tener a la CIA en los talones”. Los servicios secretos jordanos mantienen una privilegiada relación con los norteamericanos.
Assange denunció también la movilización de Estados Unidos para “intentar desactivar el efecto” de la filtración en ciernes. Que por cierto acabó apareciendo antes en los cinco rotativos elegidos - The New York Times (Estados Unidos), The Guardian (Reino Unido), Der Spiegel (Alemania), Le Monde (Francia) y El País (España)- que en el mismo sitio web de Wikileaks, oficialmente bajo un ataque informático que le impedía estar operativo. ¿O era un truco para eludir acciones legales directas?
Assange califica la carta de Koch como poco más que «un comunicado de prensa»
Assange trató de negociar con el Departamento de Estado, al que mandó una carta firmada conjuntamente con su abogada, Jennifer Robinson, ofreciendo “diálogo” sobre los documentos secretos que obraban en su poder.
Por supuesto con tanta carta arriba y abajo, firmadas todas por abogados, ya se veía que no iba a fructificar ningún acercamiento. La dinámica tampoco era estrictamente nueva; poco después de sus filtraciones sobre la guerra de Afganistán, Wikileaks aseguró que había ofrecido al Pentágono expurgar ellos mismos los documentos de los datos que consideraran más peligrosos o comprometidos para la seguridad. El Pentágono negó en redondo haber recibido jamás una oferta parecida. En la primera misiva con fecha de ayer, Assange asegura que Wikileaks "no tiene absolutamente ningún deseo de poner vidas en peligro ni dañar la seguridad nacional de Estados Unidos" y ofrece eliminar aquello que pudiera poner en peligro vidas o la seguridad nacional. En la respuesta, el consejero legal del Departamento de Estado norteamericano, Harold Hongju Koch advierte a Assange de que Estados Unidos "no se involucrará en negociación alguna en relación a la divulgación de un material clasificado obtenido ilegalmente". Assange califica la carta de Koch como poco más que "un comunicado de prensa, divulgado como tal", cuyo contenido sólo incita a pensar que "los supuestos riesgos que comportaría la filtración no significan nada para Estados Unidos, que en su lugar está más preocupado de ocultar pruebas que demuestran abusos de Derechos Humanos y otro tipo de actividad criminal".
Por lo que sea el gobierno norteamericano parece pensar que, por importantes que sean las consecuencias de estas “peligrosas y temerarias filtraciones” se las pueden permitir antes que plegarse a ninguna exigencia de Wikileaks. Cuyo futuro es cada vez más incierto. ¿Qué se acabarán antes, sus filones de documentos secretos o la carrera de prófugo internacional de Assange?
La secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, llamó personalmente a los presidentes o primeros ministros de Alemania, Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Francia, Afganistán, China y el Reino Unido para ofrecer explicaciones y disculpas. En otros países afectados por las filtraciones las gestiones las realizaron otros oficiales de Estado de alto nivel.
En Moscú el diario Kommersant admitía que algunas de las fugas informativas contenían apreciaciones “desagradables” que podían herir algunas sensibilidades en Rusia. En el Reino Unido la prensa informaba de que el primer ministro, James Cameron, había llamado a los editores de prensa para pedirles que no publicaran nada dañino para la seguridad del país.
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