Todos se acuerdan ahora de la América industrial, la gran olvidada
Biden tiene su mejor arma en la reconquista del «cinturón del óxido», cuyo declive Trump no supo frenar
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Matt Moorhead trabajó 24 años en la planta de Lordstown (Ohio) de General Motors, pero se sube a un Jeep Wrangler, de Chrysler. «Esos no verán un duro más de mí», dice tras pegar un portazo y encender un puro apagado. Pone rumbo a la ... fábrica donde se dejó la piel. Sindicalista duro, con la voz cascada y el tono áspero, cuenta las penurias del trabajo en la planta que fabricaba el Chevrolet Cruze. Esa fábrica se cerró en 2019 . Y, con ella, buena parte de la riqueza de la zona. Lordstown es un estorbo en el relato de Donald Trump y su éxito económico. Y un símbolo para quienes creen que su promesa de devolver la gloria industrial al « cinturón de óxido » de EE.UU. era populismo vacío.
Moorhead atraviesa solares abandonados y casas desportilladas, colinas de bosque ocre con el fondo de una columna de humo de la central térmica. «Aquí había que pelear para encontrar hueco», dice en el aparcamiento de la fábrica de Lordstown, que podría cubrir decenas de campos de fútbol, y donde hoy solo se ve cemento. Apenas un centenar de coches de los trabajadores de Lordstown Motors, la compañía que se instaló en la planta tras la salida de General Motors. Emplea a unas doscientas personas. «Nada comparado con las 9.000 cuando yo entré aquí. O las 4.500 de hace pocos años», cuenta Moorhead. Con el cierre de la planta, la única opción para conservar su trabajo y sus condiciones salariales era aceptar un puesto en otro estado. Aguantó poco tiempo en Michigan, alejado de su pueblo y de su familia. Ahora trabaja en un campo de golf. Por mucho menos, pero en casa. Otros no tienen esa suerte.
«Este pueblo se ha muerto poco a poco en los últimos quince años», asegura Moorhead, que acusa a Trump de darle el golpe de gracia por no conseguir salvar la fábrica. De hecho, defiende Moorhead, el presidente fue parte del problema. Trump eliminó los estándares de eficiencia de consumo que impuso Barack Obama y, con la gasolina barata, el Cruze, que consume poco, dejó de ser un buen negocio para General Motors. «La fábrica seguiría aquí si él no hubiera tocado los estándares», asegura.
El declive de los localidades industriales de Ohio, como Warren, o la vecina Youngstown, es muy anterior al ascenso al poder de Trump. Las siderurgias que dominaban la zona desaparecieron en los años 60 y 70. Después, la automatización y la globalización profundizaron el deterioro. Trump prometió el renacimiento de estas regiones industriales y la vuelta de los empleos.
También prometió que Lordstown no cerraría. «Hasta dijo que volvería la siderurgia», recuerda con desespero Kathy DiCristofaro, vicepresidenta del partido demócrata del condado de Trumbull, al que pertenece la fábrica. «Es humano que te seduzca ese mensaje». De hecho, ese mensaje fue clave en su victoria electoral. Estados del «cinturón del óxido» como Pensilvania, Ohio, Míchigan y Wisconsin , que habían sido un «muro azul», leales a los demócratas durante años, se inclinaron por Trump. Fue por muy pocos votos, una diferencia de 80.000 en el total de los tres estados, pero suficiente para entregar la presidencia, de forma histórica y sorprendente, al multimillonario neoyorquino.
«Pero ni los salarios han subido ni han regresado los trabajos», defiende DiCristofaro. Antes de la pandemia de Covid-19 , Trump surfeaba directo hacia su reelección. Doblegó a los demócratas en el impeachment y la economía mostraba grandes números. La bolsa iba como un tiro y el desempleo tocaba mínimos de medio siglo. Seguía la misma trayectoria desde el segundo mandato de Obama, pero para Trump era fácil atribuirse todo el mérito.
El problema para Trump es que en estas regiones industriales, decisivas para su reelección , la bonanza no se sintió tanto. Desde que llegó al poder en 2007, hasta comienzos de este año, antes de que impactara la epidemia, el sector manufacturero solo añadió 55.000 empleos en el conjunto de Pensilvania, Ohio, Wisconsin y Míchigan. Es decir, creció lo mismo que otros cuatro estados con mucha menor tradición industrial (Tennessee, Alabama, Georgia y Carolina del Sur) y menos que Texas, en una señal de que parte de la fortaleza económica se ha traslado al Sur del país.
En total, en lo que va de presidencia de Trump, EE.UU. ha mejorado un 4,57% su mercado laboral . Pero Ohio, Míchigan y Wisconsin han crecido solo por debajo del 2% (Pensilvania está algo mejor, con el 3,3%). En el condado de Trumbull, donde estamos, la situación es dramática: cayó un 7,4%. Otros condados industriales de la región, y que pasaron de manos demócratas a republicanas hace cuatro años, como Calhoun y Monroe (Míchigan) o Winnebago (Wisconsin) también han registrado caídas.
Muchos de los que trabajaban en Lordstown viven en la cercana Youngstown. De camino, se ve una planta de baterías eléctricas de General Motors en construcción que se espera dé trabajo a unas mil personas cuando empiece a funcionar el año que viene. Se atraviesan también suburbios cuidados y llenos de banderas americanas –y muchas de Trump–, campos de cultivo afeitados por el frío, cadenas de comida rápida y fábricas herrumbrosas. Es la ciudad en que «las chimeneas se alzan como los brazos de Dios, hacia un cielo hermoso de hollín y cerámica», que cantaba Bruce Springsteen en «Youngstown», su himno a este símbolo de la América industrial. «Mi padre trabajó en los hornos, los ponía calientes como el infierno», dice la canción. Y también lo dice Priscilla Amberson, que viste camiseta y gorra de Trump. «Él trabajó treinta años aquí en la siderurgia. Siempre votamos demócrata porque los sindicatos les apoyaban. Pero ya no es así, los republicanos hacen ahora más por los trabajadores», asegura. «Yo estoy entre quienes cambiaron su voto. Voté a Trump y ha hecho lo que dijo que haría».
Amberson ha acudido con unas trescientas personas a un mitin de Don Jr., el hijo mayor de Trump, en Youngstown. «La economía va mejor. Con Biden, prepárate a más impuestos», defiende Greg Dolik, que asegura que solo los dirigentes de los sindicatos están con los demócratas. «La gente de abajo va con Trump». En Youngstown y su condado, Obama ganó en 2012 por 60.000 votos.
Pese a la salida de General Motors, parece difícil que Biden gane en Ohio. Las encuestas le dan más ventaja en Michigan y Wisconsin. Pensilvania, donde hoy Biden cerrará su campaña, podría ser la pieza determinante. Él y el resto de pesos pesados demócratas se acuerdan ahora de esa América oxidada y olvidada. La necesitan. Si Biden no consigue reconstruir, al menos en parte, ese «muro azul», Trump seguirá otros cuatro años en la Casa Blanca.
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