Biden: la apuesta al centro para derrotar a Trump
La elección por el Partido Demócrata de un candidato moderado, pero que ha sabido integrar al ala izquierdista, ha acabado por resultar exitosa
Joe Biden gana las elecciones y será el próximo presidente de EE.UU.

El ascenso al poder de Donald Trump en 2016 supuso una sacudida para el Partido Demócrata de la que todavía, incluso en la victoria que estrena con Joe Biden , no se ha recuperado. Hasta ahora las diferentes corrientes han discutido sobre ... la fórmula para doblegar al multimillonario neoyorquino. Los izquierdistas concluyeron que el partido habría ganado la Casa Blanca si se hubiera apostado por el movimiento de Bernie Sanders : apelación a la clase media deteriorada –que acabó por huir a Trump– con un mensaje económico populista y disparar la movilización del voto joven y de las minorías. El partido fue con Hillary Clinton , representante del establishment, y fracasó.
En estas elecciones , la disyuntiva volvía a ser la misma: apuntar al centro y ganar el voto moderado e independiente o inundar las urnas de quienes menos votan –jóvenes, minorías, recuperar la clase trabajadora– con un candidato revolucionario. La primera fue la apuesta de Biden. Y ganó, tanto dentro del partido, como en la elección, como se confirmó el sábado con su victoria frente a Trump . La clave de la victoria del ya presidente electo fue convencer al centro e incluir a la izquierda, pero, con malabarismos, sin dejar arrastrarse por sus mensajes.
No fue fácil. Hace diez meses, en los caucus de Iowa, este periódico pudo comprobar cómo a la campaña de Biden se le veían las costuras. Un candidato anciano, que venía de ofrecer desempeños mediocres en los debates y cuya ventaja en las encuestas parecía un castillo de naipes a punto de derrumbarse.
Impulso en Carolina del Sur
La energía de otras campañas –la del joven Pete Buttigieg , la senadora combativa Elizabeth Warren o el tótem de la izquierda, Sanders– era incomparable. Biden se hundió en Iowa. También en New Hampshire y en Nevada. En Carolina del Sur, el voto negro –mayoritario en ese estado en el electorado demócrata– demostró que veía con mejores ojos la propuesta moderada del escudero de Barack Obama y relanzó su campaña. Fue suficiente para que el establishment se aglutinara a su alrededor y acabó por imponerse con claridad en las primarias.
Biden montó su campaña alrededor de una idea: recuperar «el alma de América». El veterano político creyó que la mejor manera de conquistar la Casa Blanca era mostrarse como la otra cara del «trumpismo». Era una apuesta menos de programa y más de carácter personal. Frente a la retórica agresiva de Trump, los insultos, la diseminación de falsedades, las declaraciones de aroma racista o xenófobo, la política con el cuchillo entre los dientes y la tensión siempre al máximo, Biden se presentó como el candidato de la decencia, la honestidad y las buenas formas. Era la vuelta a la normalidad. Como dijo este fin de semana en su discurso de la victoria en su ciudad, Wilmington , su objetivo era «darnos una oportunidad los unos a los otros. Bajar la temperatura. Volver a vernos, volver a escucharnos. Dejar de tratar a nuestros oponentes como enemigos. No somos enemigos, somos estadounidenses».
La pandemia evaporó la pujanza económica, la gran carta electoral de Trump, y retrató a este como unlíder que coloca por delante sus intereses personales
Biden era el candidato demócrata que más temía Trump y para él la peor noticia fue que Sanders no ganara en las primarias. El candidato socialista hubiera puesto al presidente en bandeja todo el voto moderado e independiente. El exvicepresidente formuló la elección como un repudio al «trumpismo». Él sería el pegamento que uniera a moderados, independientes, minorías, progresistas y hasta la extrema izquierda para expulsar a Trump de la Casa Blanca.
Después las circunstancias le ayudaron. La epidemia de Covid engrasó su campaña en muchos frentes. Colocó a Trump al frente de una crisis que acumula casi 240.000 muertos. Evaporó la pujanza económica, la gran carta electoral del presidente. Y retrató a Trump como un líder que colocó por delante sus intereses personales –mirar a otro lado en medio de una pandemia para mantener con vida su reelección– a los de los ciudadanos. La reacción tibia, ineficaz y descoordinada de la pandemia se completó con su indiferencia ante las precauciones para evitar contagios en campaña. No dio ejemplo en el uso de la mascarilla, dio patinazos en el uso de fármacos y remedios caseros, organizó mítines multitudinarios sin exigencia de distancia social ni mascarilla… Su contagio y su paso por el hospital pocas semanas antes de las elecciones simbolizaron su derrota ante la crisis.

Biden, al contrario, se subió a la ola de la pandemia. La utilizó no solo para asociar su impacto a Trump. También le valió para ahorrarse buena parte de la campaña. A sus 77 años –cumplirá 78 años en menos de dos semanas– se refugió en su mansión de Wilmington. Ahorraba energía y patinazos verbales al mismo tiempo que se mostraba como un líder responsable. Ya en campaña, sus precauciones con el Covid fueron exageradas, a veces hasta el ridículo.
Pero Biden también tuvo que tomar posiciones. El verano previo a las elecciones fue caliente, con tensiones raciales tras los últimos episodios de abusos policiales a la minoría negra. En la izquierda, clamaban los llamamientos a «Defund the police», «recortes a la policía». Era una amenaza a un territorio clave para el candidato demócrata, los estados del «cinturón del óxido» del medio Oeste, como Pensilvania, Míchigan y Wisconsin. Biden fue disciplinado, rechazó los ataques a la policía, condenó la violencia y el vandalismo e hizo equilibrios en una posición ambivalente. «Necesitamos justicia en América. Y necesitamos seguridad en América».
Lo mismo hizo con la renovación expedita del Tribunal Supremo por parte de los republicanos. Mientras muchos demócratas pedían venganza y ampliar el tribunal para compensar la línea conservadora, Biden evitó el debate.
Sin mejora con las minorías
Trump retrataba a Biden como un político incapaz y senil, una «marioneta» de los comunistas. Pero eso no es lo que veían los estadounidenses en el candidato demócrata, al que la mínima exposición pública con la pandemia le permitió controlar el mensaje.
El resultado, según las encuestas a pie de urna, fue que Biden no mejoró mucho en el voto de las minorías. Trump ganó voto negro e hispano respecto a 2016. Tampoco entre las mujeres (aunque sí en esos estados decisivos). Pero Biden ganó porque arrasó entre los votantes independientes (Trump ganó por 4 puntos en 2016, Biden por 14 ahora) y porque mejoró mucho en el gran caladero de Trump: el hombre blanco. En especial, los que tienen estudios universitarios, que tienden a ser más moderados.
Imaginar un resultado con un candidato como Sanders, con más movilización de jóvenes, es política-ficción. Lo que se sabe es que la participación en estas elecciones fue récord. Y que la apuesta de Biden al centro funcionó.
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