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EE.UU. se prepara para dos años de problemática «cohabitación»

Todo apunta a que las legislativas de este martes producirán un Congreso fracturado, con una Cámara Baja republicana y un Senado demócrata

EFE

PEDRO RODRÍGUEZ

Las elecciones de medio mandato convocadas para este martes en Estados Unidos se pueden resumir en dos números: 39 escaños en la Cámara Baja y 10 en el Senado. Esa es la distancia política que debe avanzar el Partido Republicano para conquistar el Congreso federal y poner frenos al tren expreso de Obama. Y aunque no existen muchas dudas de que el 2 de noviembre va a ser un mal día para los demócratas, la clave de cómo serán los dos próximos años en Washington pasa por el tamaño de la anticipada resurrección de los conservadores.

Sin restricciones a la hora de publicar encuestas electorales, el "USA Today" ofrecía ayer el más reciente y demoledor sondeo Gallup que asigna a los republicanos la mayor ventaja ante unas legislativas registrada en más de una generación. Con una diferencia genérica de 55 % de votantes dispuestos a respaldar a los conservadores frente a un 40 % al partido de Obama. Proporción no vista desde que los demócratas arrasaron en las elecciones de 1974 tras el escándalo Watergate.

A la hora de entrar en los detalles de un sistema electoral sin listas cerradas ni elementos de distorsión del voto, todo apunta a que la Cámara de Representantes -con todos sus 435 puestos sometidos a renovación cada dos años- va a quedar durante la próxima legislatura en manos de los republicanos . Los conservadores realmente sólo corren peligro en nueve escaños mientras que los demócratas se enfrentan a graves dificultades en casi noventa.

Por lo que respecta al Senado -donde este martes se encuentran sometidos a la voluntad popular 37 de sus 100 puestos, con mandatos de seis años renovados por tercios- la batalla se ha estrechado realmente a unos cuantos lugares como Nevada, Pensilvania, Illinois o Colorado donde resulta imposible hablar de favoritos. Aunque todo indica que los demócratas, incluso perdiendo algún escaño, podrán ser capaces de mantener una mayoría en la Cámara Alta, aunque por debajo de los sesenta votos requeridos para romper maniobras de bloqueo.

De materializarse finalmente ese Congreso fracturado, será más bien una anomalía dentro de la tradición electoral de Estados Unidos. Ya que hay que remontarse hasta el año 1930 para encontrar el precedente de unas elecciones en la que cambiase de manos la Cámara Baja sin que también lo hiciera el Senado. En cualquier caso, el pronosticado "split" en el Capitolio vendrá acompañado de dos años de problemática "cohabitación".

El presidente Obama, por supuesto, retendrá su capacidad constitucional de veto contra las acciones del Congreso. Pero se podrá ir despidiendo de seguir adelante con su ambiciosa agenda legislativa. Con nulas posibilidades de sacar adelante, por ejemplo, una reforma de inmigración que sirva para regularizar a los más de once millones de "sin papeles" que tiene Estados Unidos. O formular una nueva política energética con significativas restricciones para combatir el calentamiento global.

Además, esta "cohabitación" también vendrá acompañada de dificultades para que la Casa Blanca consolide la reforma sanitaria o las nuevas regulaciones para Wall Street. O se pueda seguir permitiendo el lujo de seguir ignorando el monumental déficit acumulado por Estados Unidos, con tres billones de dólares sumados a la deuda nacional desde la toma de posesión del presidente Obama.

Los republicanos vienen con ansias de recortar el presupuesto federal en 100.000 millones de dólares, mantener los recortes de impuestos promovidos por la Administración Bush para todos los niveles de renta y dar marcha atrás a lo que perciben como una nociva sobredosis de intervencionismo y regulaciones impuesta por los demócratas durante sus dos años de monopolio político en Washington.

De un Congreso paralizado a las posibilidades de Obama

Junto a conflictos bastante asegurados, existe también el riesgo de que el nuevo Congreso dividido se convierta en un Congreso paralizado. Sobre todo, si los nuevos diputados y senadores patrocinados por el "Tea Party" mantienen sus ganas de beligerante activismo hasta el final y se niegan a participar en políticas de consenso. Con la posibilidad de actuar como una extremista minoría de bloqueo.

En este sentido, las mismas encuestas de intención de voto que apuntan a un voto de castigo también dejan claro la ausencia de grandes niveles de confianza en los conservadores y sus alternativas. Como ha explicado el veterano analista Michael Franc, del "think-tank" conservador Heritage Foundation, "el Partido Republicano es todavía una marca dañada, no es que la gente les esté respaldando con entusiasmo, es más bien un rechazo a lo que se ha venido haciendo en los dos últimos años".

Lo más irónico de todo este ejercicio de prospectiva es la noción de que este "cohabitación" pueda mejorar las posibilidades de re-elección del presidente Obama en el 2012. A su favor juegan los precedente de Truman en 1948, Eisenhower en 1956 y Clinton en 1996. Es decir, ocupantes de la Casa Blanca que ganaron un segundo mandato después de que sus respectivos partidos perdieran el control de una o ambas Cámaras del Congreso.

Entre esos posibles "beneficios" que se pronostican para Obama destaca el alivio de compartir responsabilidades con los republicanos , que tendrán que empezar a ofrecer algo más que críticas; la opción de establecer todos los días diferencias entre su agenda de gobierno y la de los conservadores; además de la oportunidad de convertirse en una especie de voz de la razón, factor de moderación o forjador de acuerdos. Aunque lo único realmente claro es que la próxima campaña presidencial empezará a partir de este miércoles.

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