Diez años del golpe militar que aupó al poder de Egipto al 'faraón' Al Sisi y terminó con el régimen de Hermanos Musulmanes
Sus grandes obras públicas han creado una deuda colosal; la represión de los disidentes va a la par con la concesión de derechos a las mujeres y a los cristianos coptos
Abdelfatah Al Sisi se asegura un segundo mandato con el 97% de los votos válidos

Un discurso triunfalista de resultados en materia de obras públicas -en la mejor tradición faraónica- ha servido al presidente de Egipto, Abdelfatah al Sisi, para conmemorar sus diez años en el poder, tras el derrocamiento en 2013 del islamista Mohamed Mursi por un ... golpe militar encabezado por el entonces ministro de Defensa.
Al Sisi no ha mentido al hacer balance de algunos de sus activos. El mariscal -'reelegido' presidente, sin rivales, en 2018- puede presumir de inversiones masivas con préstamos y capital extranjero, que han permitido a Egipto en esta última década construir un nuevo canal de Suez, paralelo al anterior, dos docenas de nuevas ciudades, un ferrocarril de alta velocidad (23.000 millones de dólares), centenares de puentes y una nueva capital en las afueras de El Cairo (por unos 58.000 millones de dólares).
En su discurso, el mariscal-presidente no ha mencionado que Egipto tuvo que pagar una leonina refinanciación de la deuda con el FMI, que la moneda se ha devaluado un 50 por ciento desde mayo de 2022, o que la inflación ronda el 60 por ciento. «No podemos comer puentes», comentan con resignación e ironía los cairotas.
El capítulo más oneroso, el del balance en materia de libertades públicas, no apareció en boca del dictador sencillamente porque su gobierno niega la existencia de presos políticos en Egipto, pese a las acusaciones de las oenegés y las críticas de la Administración Biden. Primero fueron los detenidos tras la represión sin cuartel contra los movimientos yihadistas, que habían sembrado caos y terror en 2012. Luego, los activistas del partido islamista del derrocado Mursi, los Hermanos Musulmanes. Y finalmente cualquiera que airee demasiado, en la calle o en las redes sociales, su crítica al régimen autoritario.
Rechazo general
La población egipcia -si fuera posible sondearla con garantías- rechaza mayoritariamente a Al Sisi, no por su represión de algunas libertades, como la de expresión, sino por las penurias económicas. No puede decirlo en las urnas, pero lo dice con los pies. Las oleadas de emigración clandestina egipcia hacia Europa parten ahora de países vecinos desde que Francia y la Comisión Europea decidieron, con pragmatismo, colaborar con Al Sisi. Ahora, la mayor parte de la ayuda económica que este recibe de la UE va dirigida a controlar que no zarpen desde las costas egipcias barcos con ilegales hacia Francia o Italia; y de hecho, no ha zarpado ninguno desde 2016, según un informe elaborado por 'The Economist'.

Pero si la alternativa a Al Sisi fuera un retorno al gobierno de los Hermanos Musulmanes, probablemente los egipcios -en particular las egipcias- volverían a salir a las calles en protesta, como hace ahora diez años. El valor de la seguridad y el de la estabilidad social es prioritario después de la nefasta experiencia islamista, y el régimen militar sabe explotarlo.
Paradójicamente, el Gobierno islamista de Mohamed Mursi fue el primero, y el único, democráticamente elegido en la historia del país. Mursi llegó al poder en 2012 con un 51,7 por ciento de los votos, y pronto su partido, fajado en la lucha clandestina durante muchas décadas, demostró su incompetencia para gobernar y para controlar la acción de otros islamistas más radicales, exaltados por la ola de revoluciones de la llamada Primavera Árabe. Los fundamentalistas de Egipto -país que ha superado ya los 100 millones de habitantes- tienen a gala ser la patria chica de la ideología islamista moderna. Su gran teórico fue Qutab, que murió como Mursi en la cárcel; y su influencia en toda la región es patente; el AKP del presidente turco Erdogan es, en cierto modo, una variante de los Hermanos Musulmanes egipcios.
Cambios en el régimen
Al Sisi celebra sus diez años en el poder consciente de que el mal recuerdo del año de caos y desgobierno islamista está aún presente en la mente de los egipcios. Y además cuenta con méritos propios. El mariscal, musulmán practicante moderado, ha corregido en algunos aspectos la Sharía -la ley islámica-, y en Egipto la mujer recibe la misma parte de la herencia que el varón. El velo islámico completo, el niqab, ha retrocedido en el país, y el régimen persigue igualmente la práctica ancestral y salvaje de la mutilación genital femenina. Hay además una actitud más justa y tolerante con la importante comunidad cristiana copta, a la que el gobierno da facilidades para renovar sus iglesias, muchas en estado de ruina.
No ha tenido suerte Al Sisi, al término de esta década y de algunas de sus obras faraónicas, con la coyuntura internacional. La guerra de Rusia en Ucrania ha llevado a muchos inversores a retraerse de los mercados emergentes -como el egipcio- y ha producido además una caída del turismo, una de las principales vías de ingresos del país.
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete