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«Es el déficit, estúpido»

Los tres billones de dólares sumados por la Administración Obama a la deuda nacional centran el debate electoral en Estados Unidos

PEDRO RODRÍGUEZ

«Es la economía, estúpido» figura entre las consignas legendarias de la política americana desde que en 1992 sirviera para fijar el rumbo de la travesía que llevó a Bill Clinton desde Arkansas hasta la Casa Blanca. Trascurridos 18 años -con la recesión más larga registrada en más de medio siglo- la economía sigue siendo el centro del debate electoral en Estados Unidos. Sobre todo, el déficit que alguien tendrá que pagar se ha convertido en argumento principal de cara a los comicios del próximo 2 de noviembre.

De acuerdo a los datos del Departamento del Tesoro, cuando el presidente Obama tomó posesión, Estados Unidos tenía una deuda nacional de 10,6 billones de dólares. Números rojos que durante los dos últimos años han aumentado tres billones de dólares hasta rondar los 13,7 millones de dólares. Con previsiones oficiales de que esa cifra llegue a 16,5 billones de dólares para el final del primer mandato de Obama. Lo que superaría en más 100 % todo el valor de la mayor economía del mundo.

Esa ingente acumulación de deuda -con un déficit federal para el ejercicio que terminó el 30 de septiembre de 1,2 billones de dólares- figura en el centro de la vida política de Estados Unidos. En esos números rojos se explica la génesis del «Tea Party» , la forma en que los republicanos han ejercido su oposición a las reformas de Obama y la posición defensiva que tienen los demócratas en este ciclo electoral. Con limitados resultados que ofrecer a pesar de su fe «keynesiana» plasmada en multimillonarias iniciativas de estímulo económico.

La hoja de ruta de 18 «sabios»

Más allá de la batalla electoral, Washington espera las recomendaciones de una comisión bipartidista de «responsabilidad fiscal». Grupo de 18 «sabios» encargado de formular para primeros de diciembre una hoja de ruta que permita equilibrar las cuentas. La última vez que el gobierno federal operó con un superávit presupuestaria fue durante los buenos y viejos tiempos de la Administración Clinton, entre 1998 y el 2001.

Un punto de especial controversia es la extensión de los recortes de impuestos promovidos por la Administración Bush. Medida que la Casa Blanca sólo respalda para los contribuyentes que declaren menos de 250.000 dólares al año. Según Obama, Estados Unidos no se puede permitir un coste estimado en 700.000 millones de dólares durante diez años y «continuar pagando intereses a China o a quien esté dispuesto a seguir comprando nuestra deuda».

En cualquier caso, subir la presión fiscal de las rentas más altas no es suficiente para solucionar los problemas de gasto público Estados Unidos. Este año, debido a la crisis, los ingresos de Washington por impuestos serán un 15 % del PIB americano, la porción más pequeña desde 1950. Con previsiones de que para el 2020, con los más ricos pagando más, los ingresos fiscales lleguen al 20 % del PIB. Lo cual seguirá siendo insuficiente para cubrir un presupuesto público estimado en 24 % del PIB americano.

La gran duda es si el poder compartido que previsiblemente saldrá de los comicios del próximo martes va a servir para hacer frente a la insostenible combinación de menores ingresos en las arcas públicas y el aumento del gasto asociado con cuestiones trascendentales como las pensiones y la cobertura sanitaria de la Tercera Edad. Según explicaba recientemente al New York Times uno de los miembros de la comisión de «sabios» convocada por Obama, «parece que lo que todos quieren es limitarse a discutir».

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