Claves latam
Daniel Noboa arranca su presidencia en Ecuador con decisión tras 'desterrar' a su vicepresidenta a Israel
Su éxito dependerá de que la violencia del narcotráfico no se incremente y de que la economía no retroceda
Daniel Noboa, aire fresco para Ecuador, un país golpeado por la violencia
La presidencia de Daniel Noboa en Ecuador comenzó la semana pasada con el dinamismo con que el nuevo político de centro derecha quiere imprimir al corto mandato que tiene por delante (la marcha anticipada del conservador Guillermo Lasso deja año y medio hasta las ... próximas presidenciales). Su discurso de toma de posesión no llegó a diez minutos, queriendo indicar que su interés está más en la acción que en lo ceremonioso, y su primera decisión, además de nombrar un Gobierno joven (una media de 42 años; él tiene 35), fue intentar desactivar posibles distracciones desde la vicepresidencia, al enviar a Verónica Abad a Tel Aviv como «embajadora por la paz para evitar el escalamiento del conflicto entre Israel y Palestina».
Ese «destierro» de su compañera de tícket electoral (quizá en la práctica no sea tan rotundo, pero despoja a Abad de cualquier papel significativo) visualiza a Noboa como único CEO de la empresa de levantar económicamente a Ecuador y de reducir el nivel de violencia que sufre el país.
De familia empresarial, Noboa ha dado señal de que él se responsabiliza de toda la gestión y de que, desde el pragmatismo, no dudará en tomar las decisiones pertinentes: buscando consensos cuando lo necesite (como el acuerdo institucional, para la puesta en marcha de la Asamblea Nacional, con la formación correísta Revolución Ciudadana, que tiene el 40% de los asientos, y los socialcristianos del PSC, pues la coalición de Noboa, ADN, está en minoría) y apartando de su Gobierno a quien no se pliegue a sus directrices (como el veto a la vicepresidenta, algo más a la derecha que él y reacia al diálogo con el correísmo).
El éxito de Noboa dependerá, como él mismo ha señalado, de que la violencia derivada del narcotráfico, desbordado desde Colombia, no se incremente notablemente y de que la situación económica no retroceda. La percepción de un no empeoramiento en ambos frentes -bastaría eso, pero el reto tampoco es fácil- facilitaría su reelección en 2025.
En cuanto a la violencia lo más probable es que Ecuador siga deslizándose en un imparable incremento de la actividad delictiva, aunque si se diera la ausencia de ciertos crímenes notorios (como el asesinato del candidato Villavicencio en las pasadas elecciones) podría evitarse la sensación de colapso del Estado.
Por lo que afecta a la economía, tras enfrentarse a la crisis que supuso la pandemia, Lasso ha dejado las cuentas adecentadas: en 2022 se logró el equilibrio fiscal y en 2023 el déficit puede cerrar en un mero -1%; en 2023 la deuda pública puede haber caído al 55,5%, siete puntos porcentuales por debajo del pico alcanzado durante el Covid-19; y el paro ronda el 3,5%, si bien en un país con un amplio sector informal la cifra desempleo real -especialmente el juvenil- es mayor.
No obstante, la economía se encuentra en un estado especialmente débil, con un incremento del PIB previsto para este año de solo el 1,4% y del 1,8% para el próximo, según el FMI, que ha rebajado sus estimaciones respecto a las que hacía en abril debido sobre todo a la menor producción de petróleo de Ecuador.
Está por ver que Noboa consiga atraer la inversión extranjera que necesita el país. Ese fue el primer objetivo de Lasso, también procedente del mundo de los negocios, pero la pandemia, primero, y el salto en violencia, después, restaron atractivo financiero a Ecuador, lastrando las posibilidades de reactivación económica y por ende la presidencia misma.
Noboa se la juega en el mismo terreno que su malogrado antecesor; cuenta con la ventaja política del desmoronamiento de la oposición indigenista, que tanto presionó a Lasso, pero el correísmo sigue tan fuerte como en el anterior mandato.
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