Contenido el riesgo de una escalada regional en Oriente Próximo
El pasaje más crítico se produjo tras la tromba de proyectiles (drones y misiles) que, en la noche del 14 al 15, fue lanzada contra Israel por Irán
¿Por qué Israel e Irán han dado un paso atrás en su indiscreta confrontación?
Israel e Irán se desafían, pero no buscan una guerra a gran escala

Durante el mes de abril, Oriente Próximo ha experimentado su más alto nivel de tensión. El pasaje más crítico se produjo tras la tromba de proyectiles (drones y misiles) que, en la noche del 14 al 15, fue lanzada contra Israel por Irán, bien ... directamente o bien a través de los grupos terroristas subordinados (Hizbolá, Hutíes y las milicias proiraníes de Siria e Irak). Una formidable lluvia de fuego que fue apagada casi totalmente en el aire, por las defensas antiaéreas israelíes apoyadas por medios aéreos y antiaéreos de EE.UU., el Reino Unido y Francia, entre otros. Fue un 'casus belli' de libro que podría haber sido replicado por Israel de forma que deviniera en guerra directa contra Irán, y que podría haber incendiado todo Oriente Próximo. Sin embargo, en la madrugada del viernes 19, la réplica israelí se limitó al lanzamiento de algunos drones artillados sobre dos zonas que albergan las principales instalaciones del programa nuclear iraní: Tebriz (oeste de Teherán y próximo a la frontera turca), e Isfahán (350 km al sur de la capital iraní), con lo que Tel Aviv mostraba su capacidad para alcanzar la infraestructura atómica iraní.
Tales acciones fueron rápidamente difuminadas por ambas partes: Israel negando remolonamente su autoría, e Irán valorando los daños como irrelevantes. Posturas que, inmediatamente, favorecieron una rebaja del tono bélico de la confrontación Israel-Irán. La buena noticia fue la realidad, por ambas partes, de un férreo control político de la respectiva actividad militar. En suma, y por ahora, se ha contenido el riesgo de una escalada regional, que pudiera conducir a una confrontación más amplia.
No obstante, la guerra prosigue en los seis frentes principales, aparte de Irán: Líbano, Cisjordania, Gaza, Yemen, Siria e Irak. Dos parecen ahora más desafiantes. Uno es el cisjordano, con una creciente espiral de violencia, que empieza a recordar la segunda intifada (septiembre de 2000) de elevadísimo coste humano. A las huelgas, luchas callejeras y ataques, incluyendo los de los colonos israelíes al sur de Nablus, las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) están incrementando sus redadas, especialmente al norte de las montañas de Samaria donde, el pasado fin de semana, irrumpieron en el campo de refugiados palestinos de Nur Shams en Tulkarem, con el resultado de más de una veintena de muertos palestinos y el arrasamiento de infraestructuras básicas (edificios, agua y electricidad).
Sombras sobre Rafah
La otra zona especialmente crítica sigue siendo la franja de Gaza, el epicentro del conflicto, donde las FDI se preparan para la limpieza de Rafah, que se aventura inevitable mientras Tel Aviv mantenga las dos finalidades de la campaña: liquidar la capacidad operativa de Hamás y liberar al centenar de secuestrados que esta organización terrorista todavía retiene. El esfuerzo de las FDI parece concentrarse en dos acciones interdependientes: prepararse para el asalto y limpieza de Rafah, donde se parapetan los restos de Hamás, y descongestionar la zona moviendo cientos de miles de desplazados palestinos hacia el norte de la Franja. Empeño que demanda una ingente cantidad de recursos (transporte, alimentación, material de acampada y atención sanitaria, entre otros).
Elemento sustantivo, político, militar y económico, del actual escenario ha sido la aprobación por la Cámara de Representantes de EE.UU., el pasado sábado, de varios paquetes diferenciados de ayuda a Ucrania, Israel y Taiwán. El relativo a Israel asciende a 26.400 millones de dólares, que podrían desglosarse en las siguientes partidas (en millones de dólares): 7.200 para sistemas antimisiles y de defensa antiaérea; 6.500 para reposición de elementos y servicios de defensa norteamericanos ya proporcionados a Israel; 3.500 (del Programa de Financiación a Países Extranjeros) para adquisición de nuevos sistemas de armas y municiones; y 9.200 para asistencia humanitaria (alojamiento, alimentación y servicios básicos de urgencia).
Es particularmente curioso que esta ley, que debe pasar ahora por el Senado, se especifique la negativa a aportar fondos norteamericanos a través de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados Palestinos (Unrwa), a la vez que la Comisión Europea haya pedido a los donantes que reanuden su apoyo a la Unrwa, tras un informe externo que descarta supuestos vínculos terroristas con Hamás. En todo caso, esta ley de asistencia a Israel es prueba del incuestionable respaldo de Washington a Tel Aviv en el conflicto de Oriente Próximo.
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