China se marca como objetivo crecer un cinco por ciento tras el fin del Covid 0
En medio de las crecientes tensiones internacionales, el primer ministro saliente, Li Keqiang, anuncia una subida del 7,2 por ciento de los gastos militares en la apertura de la Asamblea Nacional
Xi Jinping, ¿el Mao del siglo XXI?: claves de la Asamblea en la que obtendrá un inédito tercer mandato
![El primer ministro de China, Li Keqiang, durante su discurso en la apertura de la Asamblea Nacional Popular](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/03/05/li-keqiang-ksL-U502410352040BVE-1200x840@abc.jpg)
Bajo fuertes medidas de seguridad y una nube de contaminación que oculta los rascacielos de Pekín, este domingo ha arrancado la Asamblea Nacional Popular, reunión anual del Parlamento orgánico del régimen chino. En su discurso de apertura, que además es su despedida tras una ... década en el cargo, el primer ministro saliente, Li Keqiang, ha hecho resumen del último año y marcado las principales líneas de actuación para este. Entre ellas, destacan el objetivo de que el Producto Interior Bruto (PIB) crezca «alrededor del cinco por ciento» tras el fin de las restricciones de la política de Covid 0, que el año pasado asfixió a la economía. Con un incremento de solo el tres por ciento, fue la segunda cifra más baja en medio siglo después del 2,3 por ciento registrado en 2020, cuando el coronavirus estalló en Wuhan y paró completamente el país durante el primer trimestre.
Desde entonces, la media de crecimiento ha sido del 4,5 por ciento, pero hay bastantes dudas sobre las cifras chinas porque el impacto del Covid 0 ha sido devastador para la economía y, sobre todo, para las pequeñas y medianas empresas del sector privado. Aunque el régimen canta victoria sobre el virus, que dejó circular libremente tras el levantamiento de las restricciones por las históricas protestas de noviembre, la Asamblea se sigue celebrando bajo la misma burbuja de seguridad que en los tres años anteriores.
Salvo la cúpula del régimen, los casi 3.000 diputados presentes en el Gran Palacio del Pueblo deben llevar mascarilla y, con esta excusa, las autoridades han limitado de nuevo el número de periodistas extranjeros, lo que ha provocado que la mayoría de los corresponsales acreditados nos quedemos fuera de la inauguración. Además, los elegidos para asistir a la sesión de apertura han debido pasar una noche de cuarentena en un hotel y someterse a pruebas PCR.
«El año pasado, el desarrollo de nuestra economía afrontó el impacto de la epidemia y de otros múltiples factores externos e internos que superaron nuestras expectativas», reconoció Li Keqiang en su alocución, que duró solo una hora y siguió la grandilocuente retórica habitual de la propaganda. «De cara a un tempestuoso ambiente internacional y a las arduas y pesadas tareas internas de reforma, desarrollo y estabilidad, el Comité Central del Partido, en torno al camarada Xi Jinping como núcleo, ha dado cohesión y guía al pueblo de todas las etnias del país al salir al encuentro de las adversidades, consiguiendo que se cumpliera plenamente la exigencia de controlar la epidemia de la Covid-19, estabilizar la economía y conquistar un desarrollo seguro», se ufanó Li mientras los diputados rompían a aplaudir tras sus máscaras.
En su discurso, ofrecido en directo por la televisión estatal, Li Keqiang prometió crear este año 12 millones de empleos en las ciudades, que es siempre el reto del régimen para dar salida a los universitarios que se gradúan de sus estudios. Aunque las cifras oficiales prevén un desempleo no superior al 5,5 por ciento, son poco representativas de la realidad porque no suelen contar a los emigrantes rurales que se quedan sin trabajo. Además, la tasa de paro entre los jóvenes de 16 a 24 años se sitúa cerca del 17 por ciento, lo que da buena cuenta de las dificultades que atraviesa la otrora boyante economía china y es una peligrosa bomba de relojería. A estos problemas estructurales se sumó el año pasado el impacto de los controles del Covid 0, que afectaron al empleo urbano y mermaron la capacidad adquisitiva de los chinos.
Para reactivar la economía fomentando el consumo, las autoridades elevarán los fondos para que los gobiernos locales puedan gastar más y subirán el déficit fiscal del 2,8 al 3 por ciento, con una previsión de inflación del 3 por ciento frente al 2 del año pasado. Optimistas con la vuelta a la normalidad y la reapertura de China, algunos medios estatales incluso elevan la previsión de crecimiento al 6 por ciento, pero la economía se enfrenta a serios problemas. Entre ellos destacan el consumo interno insuficiente, la falta de confianza del sector privado, la crisis inmobiliaria, la elevada deuda de las administraciones locales, el frenazo a las exportaciones y las tensiones geopolíticas por la guerra de Ucrania y el apoyo implícito de China a Rusia.
Este revuelto panorama internacional también estuvo presente en el discurso del primer ministro, quien anunció una subida de los gastos militares del 7,2 por ciento, solo una décima porcentual más que en 2022. Aunque los expertos sospechan que el presupuesto del Ejército Popular de Liberación es mayor porque no incluye numerosas partidas tecnológicas y aeroespaciales, oficialmente ascenderá este año a 1,5 billones de yuanes (211.000 millones de euros).
Ante las suspicacias que provoca en los países vecinos y Occidente el auge militar del régimen, los medios chinos recuerdan que el presupuesto del Pentágono para este año es cuatro veces más, 817.000 millones de dólares (768.000 millones de euros), y que EE.UU. y otros miembros de la OTAN presentan unos gastos militares por encima del 2 por ciento del PIB mientras Pekín los mantiene en torno al 1,3 por ciento. «Debemos ver que las operaciones militares y la preparación para el combate están bien coordinadas para conseguir grandes tareas, así como para acelerar la implementación de los mayores proyectos de defensa», ordenó Li Keqiang.
En medio de las crecientes tensiones internacionales, Asia está viviendo un rearme, como se aprecia en Japón, la India y Taiwán, la isla independiente «de facto» pero reclamada por Pekín. Tras oponerse de nuevo con firmeza al «separatismo» de Taiwán y rechazar las injerencias extranjeras, en clara alusión al apoyo militar y político que le presta Estados Unidos, Li Keqiang abogó por la «reunificación de la patria, impulsando el desarrollo pacífico de las relaciones entre las dos orillas del estrecho de Taiwán». Sin marcar una fecha, el objetivo del régimen es que se consiga durante la «nueva era», como se conoce al mandato de Xi Jinping, quien se ha perpetuado en el poder tras el Congreso del Partido Comunista celebrado en octubre. Al contrario que Li Keqiang, Xi no tendrá que dejar la presidencia después de sus diez años de mandato porque en 2018 reformó la Constitución para abolir dicho límite y será renovado un lustro más en esta Asamblea. Lo que pasé después, ya se verá, pero de momento ya se ha erigido en el dirigente más poderoso desde Mao.
Junto a la defensa, la seguridad interna es otra de las principales partidas del presupuesto chino. Con una represión y un control de la sociedad cada vez mayor, sobre todo tras las protestas del otoño contra la controvertida política de Covid 0, el gasto en seguridad pública subirá este año un 6,4 por ciento, casi dos puntos porcentuales más que en 2022.
En plena «guerra de los microchips» con EE.UU., China aumentará hasta un 50 por ciento sus fondos especiales para el desarrollo de este sector y otras industrias tecnológicas, hasta alcanzar los 13.300 millones (1.800 millones de euros). Otra de las partidas que más subirá será la diplomática, que crecerá un 12,2 por ciento, diez puntos porcentuales más que el año pasado, para que la voz de China suene más fuerte en el mundo.
Buena prueba de ello es su reciente plan de paz para Ucrania, que Occidente ha acogido con muchas reservas por no condenar la invasión rusa y el apoyo implícito que ha mostrado a Putin hasta ahora. Aun así, supone un primer paso en su implicación en una solución para la guerra y, como señalan diplomáticos occidentales en Pekín, «sitúa a China frente a sus propias contradicciones».
Como despedida tras sus diez años en el cargo, Li Keqiang apostó por «permanecer firmes en una estrategia de apertura para el beneficio mutuo, seguir trabajando por la paz mundial, contribuir al desarrollo global y mantener el orden internacional». Con el nombramiento del nuevo número dos del régimen, Li Qiang, como primer ministro en esta Asamblea, la realidad espera a su sucesor más allá de estas buenas palabras.
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