Joe Biden exhibe fortaleza de cara a la reelección en 2024: «Acabemos el trabajo»

Aunque el 58 % de los demócratas preferiría a otro candidato, cada día parece más claro que el presidente intentará seguir en la Casa Blanca

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Biden: las dudas sobre un octogenario que quiere presentarse a la reelección

El presidente de EE.UU., Joe Biden, durante el discurso del estado de la Unión AFP / Vídeo: atlas

Javier Ansorena

Corresponsal en EE.UU.

Joe Biden no es todavía candidato a la reelección en 2024. El presidente de Estados Unidos siempre ha defendido que esa es su intención, que se ve con fuerzas a pesar de sus 80 años, pero no lo ha confirmado. El pasado noviembre aseguró ... que su plan era presentarse, que lo meditaría junto a su familia durante las fiestas de fin de año -la de Acción de Gracias y las Navidades- y que tomaría una decisión a comienzos de este año.

Febrero ya está bien entrado y Biden no ha dicho nada, pero desde la noche del martes es difícil pensar que no será el candidato. En el discurso sobre el estado de la Unión, ante la sesión conjunta del Congreso, retransmitido en horario de máxima audiencia por todas las televisiones, Biden buscó aunar una imagen de energía y un mensaje que siente el terreno para la batalla presidencial del año que viene: «Acabemos el trabajo».

Repitió esa frase una docena de veces. Era una expresión que le servía para defender la gestión realizada en sus dos años en la Casa Blanca, para hacer un llamamiento al bipartidismo con los republicanos y para preparar el país ante una eventual candidatura a la reelección.

A la deriva

La presidencia de Biden va en estos momentos a la deriva, sin apoyo popular y maniatada por los republicanos en el Congreso, y el discurso fue un intento de enderezar el rumbo. Su mensaje estuvo más centrado en los asuntos que interesan al votante medio -economía, trabajo, impuestos, sanidad, infraestructuras- y menos en agenda ‘woke’ -derechos LGBTQ, tensiones raciales, emergencia climática- que han dominado a algunos sectores de su partido. Fue una intervención mucho más doméstica que internacional, con apenas una referencia al apoyo incuestionable a Ucrania y a plantar cara a China, en medio del escándalo del globo espía (que no mencionó).

Biden se puso el traje de candidato demócrata convencional, que habla a la clase media, con referencias populistas contra las «grandes tecnológicas» o el ‘Big Oil’ (las grandes petroleras), que promete impuestos contra los multimillonarios y contra las grandes empresas, que recuerda los consejos de su padre y de su entrenador de fútbol americano, que se fija en las cosas que mejoran la vida de la gente, como el precio de la insulina o la protección de las pensiones.

Arrancó su intervención con una defensa de sus primeros dos años en la Casa Blanca, dominados por la resaca del asalto al Capitolio por parte de una turba trumpista el 6 de enero de 2021, la bochornosa retirada del Ejército de Afganistán, su incapacidad para poner fin a la pandemia y el acoso de la inflación. «Aunque está golpeada, nuestra democracia sigue intacta e indomable», dijo Biden. Alardeó de sus logros económicos: la contención de los precios en los últimos seis meses y la buena salud del mercado laboral, con un paro en el 3,4 por ciento, el más bajo desde 1969. También de sus éxitos legislativos, algunos -como el plan de inversión en infraestructuras- en colaboración con sectores de la oposición.

La presidencia de Biden va en estos momentos a la deriva, sin apoyo popular y maniatada por los republicanos en el Congreso, y el discurso fue un intento de enderezar el rumbo

«Acabemos el trabajo», insistió una y otra vez, como una invitación a los republicanos, que el mes pasado estrenaron su mayoría en la Cámara de Representantes, a colaborar. Sabe que eso es una quimera y que obstaculizarán todo lo que puedan su agenda. Por eso sonaba más a mensaje hacia los votantes, para calentar su posible asalto a la reelección.

Lo tiene cuesta arriba: su popularidad a estas alturas de la presidencia es casi tan baja como la de Donald Trump -que tuvo mínimos históricos-, solo el 43 por ciento aprueba su gestión. Todavía menos, el 36 por ciento, considera que ha conseguido «mucho» o «bastante» durante su presidencia, según una encuesta de ‘The Washington Post’/ABC; ni siquiera tienen esa sensación en la faceta económica, donde los datos han mejorado en los últimos meses: el 58 por ciento le suspende en ese ámbito.

Poco entusiasmo

Como resultado, la posibilidad de que acuda a la reelección entusiasma a muy pocos. Ni siquiera en su propio partido, donde el 58 por ciento de los votantes demócratas preferiría a otro candidato para 2024. En encuestas sobre un eventual cara a cara con Trump, el expresidente se impone por la mínima incluso aunque ha perdido mucho tirón en su propio partido. Con otros posibles rivales republicanos, como Ron DeSantis, el gobernador de Florida, la derrota de Biden sería más contundente.

El primer presidente octogenario de la historia de Estados Unidos necesita cambiar esa impresión, venderse como un líder que ha conseguido resultados y que tiene la energía para subirse al autobús electoral el año que viene. Biden acostumbra al tropiezo dialéctico -en ocasiones, físico-, al olvido, a la apariencia confundida. Pero el martes, con todos los focos sobre él, compareció enchufado. Firmó una actuación enérgica y efectiva. Intercaló tono firme -«¡lo vetaré!», gritó sobre cualquier intento de subir el coste de recetas médicas- con notas de humor y se fajó con habilidad con las interrupciones de la bancada republicana.

En encuestas sobre un eventual cara a cara con Trump, el expresidente se impone por la mínima incluso aunque ha perdido mucho tirón en su propio partido

Biden provocó a los legisladores rivales con acusaciones de querer «secuestrar» la economía en la negociación de la ampliación del techo de deuda y de atacar programas sociales populares -la cobertura sanitaria de los jubilados y las pensiones-, que tendrían que refrendarse cada cinco años, una propuesta de un senador republicano. Le llovieron abucheos, gritos y un «¡mentiroso!», que profirió la diputada Marjorie Taylor Greene -una polémica republicana del ala radical- y que no se escuchaba en un discurso sobre el estado de la Unión desde los tiempos del expresidente Obama. «Me gusta que la gente se convierta», reaccionó con agilidad y sorna Biden, saliéndose del guion. «Entonces, estaremos todos de acuerdo esta noche, y parece que lo estamos, en que hay que defender a los mayores», proclamó. Los demócratas se pusieron en pie a aplaudirle y a los republicanos no les quedó otro remedio que imitarles. «¡No recortaremos las pensiones! ¡No recortaremos la sanidad para jubilados! Se lo han ganado. Si cualquiera lo intente, lo pararé, lo vetaré», advirtió. «Pero parece que no va a ser un problema», cerró con tono triunfal.

No se sabe cuándo Biden confirmará su nueva candidatura. El miércoles se fue a Wisconsin, uno de los estados claves en las elecciones, a vender sus logros económicos. Pero el discurso del martes solo aleja la posibilidad -cada día que pesa es menor- de que dé un paso al costado.

 

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