Berlín rememora los bombardeos americanos de 1944, que la guerra de Ucrania ha devuelto a la realidad
Los informes del 'New York Times' y del 'Chicago Tribune', basados en declaraciones de las tripulaciones de vuelo que regresaban a tierra, recontaron 86 muertos, 57 heridos y 2.245 bombardeados
La OTAN convoca las mayores maniobras de su historia para simular el estallido de la III Guerra Mundial
Quedan ya pocos berlineses de los que sobrevivieron a los bombardeos americanos, que comenzaron a descargar sobre la capital alemana el 6 de marzo de 1944. Manfred Woge, que tenía entonces 13 años, no sintió temor, sino atracción por el espectáculo: «De niños todavía no ... teníamos la sensación de peligro, cuando comenzaron los ataques diurnos, mis amigos y yo salíamos a la calle para ver el espectáculo... los bombarderos brillaban como lepismas en el cielo».
Los B-17, llamados 'Fortalezas Voladoras', y los B-24, denominados 'Libertadores', volaban más alto que sus nocturnos camaradas británicos, pero a la luz del día se los podía ver, con sus estelas, como «grandes pájaros plateados bajo el sol», según la berlinesa Renate Holtz. Los informes del 'New York Times' y del 'Chicago Tribune', basados en declaraciones de las tripulaciones de vuelo que regresaban a tierra, recontaron 86 muertos, 57 heridos y 2.245 bombardeados en el primer gran ataque aéreo estadounidense contra Berlín, una capacidad destructiva que no se acercaba a la de la Fuerza Aérea Británica (RAF), pero las bombas americanas supusieron psicológicamente el definitivo punto de inflexión hacia la derrota.
Los berlineses, que durante los primeros años de la contienda permanecieron ajenos a los horrores de la guerra, hubieron de lidiar a diario con sus efectos. Los documentos de la época denotan una conciencia irreal que despertaba sólo muy lentamente. Tras varias alarmas aéreas a las 13.00 horas, el empleado del Ministerio de Exteriores alemán Hans-Georg von Studnitz deja constancia de su malestar por el hecho de que los americanos no respeten la esparada puntualidad y se presenten con sus aviones a las 12:40, lo que considera un gesto de informalidad que habla muy mal de los enemigos. Alojarse en el búnker del 'Adlon', además, no le resultaba nada agradable: «El aire es malo, hay mucha gente, y como las alarmas caen a la hora del almuerzo y el comedor del hotel permanece cerrado después del visto bueno, la gente suele volver a la oficina sin comer».
Una nueva rutina se impuso en la ciudad: los habitantes sacaban los muebles y enseres a la calle para evitar que quedasen sepultados por los edificios derribados, se organizó una red de búnkeres y refugios antiaéreos e incluso se adelantaron los horarios escolares, para que los niños pudiesen volver a casa antes de los esperados bombardeos, protocolos que ahora recupera la población de Berlín, para la que la posibilidad de una nueva guerra cobra progresivamente realismo desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania. No en vano, las últimas maniobras militares rusas han tenido como hipótesis de trabajo un ataque contra Alemania con tres puntos de foco: Berlín, Múnich y las bases aéreas americanas en suelo alemán.
El pasado fin de semana, el exprimer ministro ruso Dimitri Medvedev publicó en X: «Nuestros adversarios históricos, los alemanes, se han convertido una vez más en nuestros archienemigos. Basta con ver la profundidad y el detalle con que los Krauts discuten los ataques con misiles de largo alcance contra el territorio ruso, la selección de objetivos y los métodos más factibles para dañar a nuestra Patria y a nuestro pueblo. (...) ¿Y cómo reaccionar diplomáticamente ante esto? No sé...». Medvedev terminó su publicación, escrita en inglés, con las palabras: «La consigna de la época de la Segunda Guerra Mundial ha vuelto a ser relevante: ¡Muerte a los fascistas!».
«En caso de un ataque ruso, el canciller Scholz debe poder gobernar incluso en estado de emergencia. Por eso la sede del gobierno de Berlín está practicando la evacuación a una sede alternativa secreta», ha justificado el gobierno alemán el simulacro llevado a cabo este martes en la Cancillería de Berlín. Los equipos de seguridad probaron los protocolos para trasladar al Canciller y a su equipo en situación de alarma y practicaron la interacción entre autoridades, para comprobar el funcionamiento y funcionalidad de las instalaciones técnicas.
Un portavoz del gobierno ha explicado que, «para poder seguir desempeñando funciones gubernamentales en los casos en los que sea necesario evacuar los edificios oficiales de la sede habitual, la Cancillería Federal mantiene una oficina alternativa», sobre la que, sin embargo, ha evitado dar detalles. El ejercicio no se basó en ninguna conclusión especial de las autoridades de seguridad «que pudiera haber supuesto un motivo concreto para esto».
El protocolo de evacuación tiene en cuenta la necesidad de que, en una situación de ataque, el gobierno alemán mantenga la capacidad de proporcionar información fidedigna a la población. Cuenta con ataques de desinformación por parte del enemigo y proporciona al canciller vías de acceso a los datos y sistemas de comunicación pública. El 6 d marzo de 1944, sin embargo, esas vías de comunicación sirvieron solamente para la propaganda nazi.
«La población de Berlín fue la que menos se dio cuenta; aparte de una alarma aérea, en la capital imperial no pasó nada», dictó ese día el ministro de Propaganda, Joseph Goebbels, a su secretario sobre el ataque de 500 aviones bombarderos americanos. Se produjeron feroces combates que provocaron grandes pérdidas para ambos bandos: aquel 6 de marzo se perdieron 69 B-17 y 160 aviones de la Luftwaffe.
Goebbels, que también era Gauleiter del NSDAP en Berlín, no reconocía estas bajas y especulaba con supuestas grietas en la colaboración entre los aliados: «Los estadounidenses se jactan tanto que seguramente pondrán de los nervios a los ingleses, especialmente a los pilotos de la Royal Air Force, porque actúan como si los anteriores ataques británicos a la capital del Reich no hubieran significado nada y como si Berlín hubiera sido bombardeada ahora seriamente por primera vez».
La guerra en Ucrania ha vuelto a familiarizar ahora a los alemanes con la idea de un ataque. Hace ya meses que Protección Civil informó a la población sobre la conveniencia de estar preparada para un ataque, almacenando agua potable, comida no perecedera, velas y radios de manivela. La red de búnkeres públicos está siendo rehabilitada y los búnkeres privados se han abierto un próspero nicho en el mercado inmobiliario y en el sector de la construcción. El Ministerio de Defensa prepara un proyecto de ley para recuperar el servicio militar obligatorio.
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