La profanación de los símbolos arquitectónicos de la democracia brasileña
Se cumple una semana de la invasión de bolsonaristas a los edificios, diseñados por Oscar Niemeyer, que alojan los tres poderes del Estado
![Simpatizantes de Bolsonaro, el pasado domingo en la Plaza de los Tres Poderes, en Brasilia](https://s1.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/01/14/plaza-tres-poderes-RUuBAXfBBAfwIi4QuzV6HRN-1200x840@abc.jpg)
El asalto a la Plaza de los Tres Poderes de Brasilia el pasado 8 de enero por parte de simpatizantes del expresidente Jair Bolsonaro es la constatación de un mundo fracturado por una grieta a cuyos lados se encuentran dos visiones populistas. Las hordas ... que atacaron los símbolos de la división de poderes, materializada a través de los monumentos arquitectónicos creados por Oscar Niemeyer, son una demostración clara del embrutecimiento y fanatismo que se ha infiltrado en nuestra sociedad. Si Brasilia fue en su origen la expresión de una utopía que se quiso humanista y democrática, este asalto constituye una agresión aún más fuerte contra los ideales promulgados por Montesquieu.
Plantea el arquitecto e historiador Guilherme Wiskink que Brasilia constituye un fenómeno paralelo al que supusieron la 'bossa nova' en el ámbito de la música popular y los movimientos concreto y neoconcreto en el arte y la poesía. «La producción de este momento es la destilación de un lento proceso de maduración estética que, resonando más allá de su contexto original, triunfó en la escena internacional.» Del mismo modo que la música incorporó influencias del jazz, aportando así un grado de sofisticación a la samba, los edificios de Brasilia trascendieron las originales influencias de la visión moderna de Le Corbusier.
El relato que Oscar Niemeyer, el gran arquitecto brasileño, fallecido en 2012, a escasos días de cumplir los 105 años de edad, ofrece en sus memorias sobre la génesis de Brasilia está impregnando de euforia. «Vamos a construir la capital de Brasil. Una capital moderna, ¡la capital más bella del mundo!», le anunció Juscelino Kubitschek cuando se convirtió en presidente de Brasil en 1956. Niemeyer se había puesto a su servicio como arquitecto por primera vez a comienzos de la década de 1940 para la construcción del Complejo Pampulha en Belho Horizonte, localidad de la cual Kubitschek era entonces alcalde; una vinculación que continuó en otros proyectos, desarrollados cuando asumió el cargo de gobernador del estado de Minas Gerais.
Su plan era ahora construir una gran ciudad totalmente 'ex novo' en el corazón del 'cerrado' (zona de sabana). Las dudas que asaltaron a Niemeyer respecto a construir en aquel «inmenso y desangelado trozo de tierra salvaje en la remota llanura interior central» fueron rápidamente disipadas por el arrollador optimismo de Kubitschek. «Su visión y su empuje eran tan contagiosos que pronto estuve plenamente convencido de que, en un par de años, la nueva capital de nuestro país se levantaría desde ese lugar y llegaría hasta el confín más lejano de la tierra. Una ciudad moderna y de vanguardia, que representara la importancia de nuestro país», rememoraba Niemeyer.
Prosperidad económica
Brasil vivía por entonces un momento de gran prosperidad económica: tras la Segunda Guerra Mundial se había afirmado como una potencia mundial y motor de América del Sur y en el ambiente vibraba con fuerza la idea de que la cultura del país estaba por hacerse, libre de cualquier tradición o identidad nacional que debiera preservarse, la mirada de Brasil estaba directamente enfocada en el futuro. Sintetizado con palabras del importante crítico Mário Pedrosa: «Brasil estaba condenado a lo moderno». La promesa de trasladar la capital del país (situada desde 1760 en Río de Janeiro) a la zona centro si ganaba las elecciones que hizo Kubitschek encontró la coyuntura óptima para hacerse realidad. (Debe señalarse que la idea de ese traslado de la capital del litoral a la zona central del país tenía un precedente en el siglo XIX, apuntada por el político y naturalista José Bonifacio de Andrada y Silva.)
Nombrado Niemeyer, emblema de una modernidad audaz y exuberante, como arquitecto de la nueva capital, se procedió a convocar un concurso público para escoger al responsable del plan urbano. Lúcio Costa, maestro de Niemeyer y seguidor de Le Corbusier, fue el escogido. Presentó una propuesta escueta, sintetizada en unos croquis y unas cuantas páginas que presentó como «una idea que nació de forma espontánea». Leyenda o realidad, el hecho es que esa dimensión de inspirada iluminación vendría a subrayar el aura de heroicidad que envolvió a Brasilia, presentándola como una ciudad que no era fruto de cálculos racionales, sino de un vigor visionario.
![](https://static.abc.es/media/infografias/2023/01/edificios-tomados-brasilia/edificios-tomados-brasilia-desktop.png?v=1673461746760)
Los símbolos de la democracia brasileña
Congreso Nacional
de Brasil
Tribunal Supremo
Federal de Brasil
Palacio de Plananto
(Sede del Gobierno)
Via N1
Via S1
BRASIL
Pr. dos Três Poderes
Brasilia
Esplanada
dos Ministérios
Via S1
Via N1
SAFS Quadra 2
Via S2
Via L2 Norte
Catedral Metropolitana
Nossa Senhora Aparecida
N
Via L2 Sul
ABC / CG. Simón
![](https://static.abc.es/media/infografias/2023/01/edificios-tomados-brasilia/edificios-tomados-brasilia-movil.png?v=1673461747728)
Los símbolos de la democracia brasileña
1
Palacio de Plananto
(Sede del Gobierno)
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BRASIL
Congreso Nacional
de Brasil
Brasilia
Tribunal Supremo
Federal de Brasil
3
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Via
S1
Pr. dos Três Poderes
1
Via
N1
Esplanada
dos Ministérios
Via
S1
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S2
Catedral Metropolitana
Nossa Senhora Aparecida
Via
N1
Via L2 Sul
Via L2 Norte
N
ABC / CG. Simón
Sin embargo, la planificación de Brasilia se sustentaba sobre los fundamentos de los Congresos Internacionales de Arquitectura (CIAM) y las directrices sobre urbanismo señaladas por la Carta de Atenas (1933). Su plan evocaba la forma de un avión con las alas extendidas en un suave arco. El punto central era la Plaza de los Tres Poderes, donde se erigieron el Palacio Presidencial, el Tribunal Supremo, el Congreso y la catedral, edificios cuyas formas enfatizaban la impresión de apertura espacial y se elevaban vigorosamente hacia el cielo. Costa y Niemeyer rompían con la tradición rectilínea del racionalismo articulando ese eje monumental esencialmente a través de formas curvas. También fueron cruciales en su planificación las 'supercuadras', impresionantes manzanas con edificios de viviendas separadas por amplios espacios.
Trabajadores explotados
el diálogo que los expresivos cuerpos geométricos diseñados por Niemeyer establecieron con los volúmenes y espacios libres del plan diseñado por Costa, resultó lo que Niemeyer describiría como «una ciudad monumental y hospitalaria» y que, en su tiempo, fue leída muy positivamente por figuras como Peter Smithson. No obstante, años después, críticos como Kenneth Frampton y Manfredo Tafuri pusieron en cuestión el gran proyecto de Brasilia, viéndolo como una tardía aplicación de modelos urbanos desarrollados en Europa en la década de 1930 y que habían dado evidentes muestras de fracaso. Se la comparó también con modelos autoritarios y desfasados de planificación urbana.
Ahondando en este lado menos idílico de la utopía, los arquitectos Sérgio Ferro y Rodrigo Lefèvre, que proyectaron edificios residenciales en Brasilia, denunciaron la situación de los de trabajadores de la que pudieron ser testigos: los 'candangos', así eran llamados aquellos que servían como mano de obra, procedentes de las zonas más pobres del país, fueron explotados y sometidos a difíciles condiciones para elevar una ciudad cuyo plan maestro no había contemplado viviendas de renta baja que les hubieran permitido habitarla. Criticaron de igual manera la pulcritud de las fachadas de Niemeyer, tras la que quedaba oculta la marca de la mano humana que las había construido, rasgo en el que veían una manifestación de la tendencia del Estado a controlar la realidad social. De igual modo, como otra evidencia de esa dimensión más sombría de lo que emergió como un gran sueño, apareció el término 'Brasilete' para dar nombre a un trauma, a un periodo de adaptación por el que el recién llegado tenía que pasar antes de sentirse medianamente cómodo en Brasilia.
Tres edificios de Oscar Niemeyer
![Imagen principal - Palacio de Planalto, 1960](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/01/14/PalaciodePlanalto-U56566684834edL-198x111@abc.jpg)
Palacio de Planalto, 1960
Situado en la Plaza de los Tres Poderes, junto al edificio del Congreso Federal y el del Supremo Tribunal Federal, es la sede del poder ejecutivo nacional. Con una superficie de 36.000m2, fue uno de los principales edificios dentro del plan urbano desarrollado por Lucio Costa y uno de los primeros construidos. El proyecto data de 1956, las obras se iniciaron en julio de 1958 y su inauguración tuvo lugar en abril de 1960. Conceptualmente ligado al Palacio de la Alvorada, residencia oficial del presidente, es un volumen horizontal con columnas parabólicas en forma de velas de mármol blanco. Su fachada se distingue por la rampa que conduce al vestíbulo interior y el Parlatório, desde el que el presidente se dirige al pueblo.
![Imagen principal - Congreso Nacional de Brasil, 1960](https://s3.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/01/14/CongresoNacionaldeBrasil-U81637764075VXf-198x111@abc.jpg)
Congreso Nacional de Brasil, 1960
Protagonista de la Plaza de los Tres Poderes, está compuesto por varios volúmenes: una base horizontal, sobre la que se sitúan en sendas cúpulas (una cóncava y otra convexa) el Senado y la Cámara de los Diputados, además de dos bloques de veintisiete plantas de altura que alojan los gabinetes para los senadores y los diputados. La relación del proyecto con la sede de las Naciones Unidas en Nueva York (1947), en cuyo diseño intervinieron Le Corbusier y Niemeyer, es patente. El edificio, con el hormigón y el cristal como materiales protagonistas, singulariza aún más su presencia mediante una destacada rampa de acceso y una gran piscina, que lo separa de la plaza.
![Imagen principal - Supremo Tribunal Federal, 1958](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2023/01/14/supremofederalbrasil-U03458406688JGm-198x111@abc.jpg)
Supremo Tribunal Federal, 1958
El edificio, de menor altura y volumen que el Palácio do Planalto, es una caja de cristal que se apoya sobre sus columnas laterales. Los cálculos estructurales del ingeniero Joaquim Cardozo permitieron que las bases del edificio fueran delgadas, apenas tocando el suelo, lo que crea una intensa impresión de ligereza, a la manera de una especie de moderno templo. Frente a él se encuentra situada la escultura A Justiça, obra de Alfredo Ceschiatti. Refleja cómo Niemeyer se inspiró en las columnas de los porches de las fazendas, las antiguas casas coloniales brasileñas, para diseñar los tres edificios que serían sede de los poderes públicos del país.
Los tiempos han cambiado. No solamente en lo político. La visión desarrollista con la que se construyó Brasilia, con sus luces y sus sombras, tenía la aspiración de crear una urbe para el hombre nuevo, moderno. Hoy el tiempo marca otros derroteros. El individuo ha dejado de ser el centro de la arquitectura y el urbanismo. Las prioridades son otras. Hoy, un ideal a esa escala monumental de Brasilia sería un sinsentido; sin embargo, la solidez de las ideas propuestas por Niemeyer y Costa para generar un lugar cívico y democrático vuelven a cobrar valor cuando uno mira la futilidad y toxicidad de muchas actitudes contemporáneas, como este asalto del que Brasilia ha sido víctima.
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