Un año después, Sudán sigue hundida en una guerra civil que no cesa
El país africano es escenario de una crisis que ha provocado más de 13.000 muertes, 8 millones de desplazados y refugiados y 25 millones de personas que dependen de ayuda humanitaria
Sudán, una catástrofe humanitaria sin fin
Diez crisis humanitarias que el mundo ha metido en el desván del olvido

No son tiempos de paz. Los ucranianos intercambian misiles con los vecinos que quieren adueñarse de sus tierras mientras los israelíes intentan erradicar a Hamás, la organización que dirige al pueblo de al lado, y se defiende de los ataques iraníes. Los sudaneses, ... en cambio, se matan entre ellos en una guerra por el control de la nación. Son peleas distintas que se desarrollan en condiciones no equiparables, pero, como en todos los conflictos armados, existe entre ellas una lamentable coincidencia: la peor parte se la lleva la sociedad civil, donde abunda la muerte y escasea la ayuda humanitaria.
Este 15 de abril se cumple un año desde que se inició una nueva guerra civil en Sudán. Un combate largo y sangriento que se ha cobrado la vida de más de 13.000 personas, según cifras de la ONU, y que ha forzado a más de 8 millones de habitantes del país—de un total de 45 millones— a abandonar sus hogares para escapar del combate. El equivalente a toda la población suiza, para referenciar la magnitud numérica. Pero estos enfrentamientos no han hecho más que agravar una situación que ya era precaria; antes del estallido, un tercio de la población sudanesa ya sufría de hambre. Ahora es la mitad, alrededor de 25 millones de personas, la que necesita asistencia.
La disputa la lideran dos generales que se pelean por el poder. Abdel Fattah al Burhan, que comanda las Fuerzas Armadas, y Mohamed Hamdan Daglo, quien fue uno de sus principales colaboradores y que dirige el grupo paramilitar Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF por sus siglas en inglés). Juntos, se hicieron cargo del Gobierno tras derrocar en 2019 a Omar al Bashir tras 29 años presidiendo el país. Su objetivo era dirigir una transición que culminaría en elecciones generales, pero fue difícil para ellos encontrar consensos; Daglo no estaba de acuerdo con las condiciones de integración de las RSF en el Ejército, pues implicaba la pérdida de su dominio. Entonces las tensiones entre ambas facciones crecieron y el proceso democrático se vino abajo cuando estalló el combate en Jartum, la capital, que rápidamente se extendió a lo largo y ancho del país.
«Sudán es una de las peores crisis que el mundo ha visto en décadas», describe en una rueda de prensa Christos Christou, presidente internacional de Médicos Sin Fronteras (MSF). «Hay niveles extremos de sufrimiento en todo el país y las necesidades aumentan día a día, pero la respuesta humanitaria es profundamente inadecuada». «Un problema importante es el bloqueo sistemático de la entrega de asistencia humanitaria impuesto por las Fuerzas Armadas sudanesas durante los últimos seis meses». «Los pacientes están muriendo debido a lesiones relacionadas con la violencia y enfermedades prevenibles; los niños mueren por desnutrición, las vacunas se están agotando y ya se han producido brotes de enfermedades mortales como el cólera y el sarampión».

De los 8 millones de desplazados, casi 2 han huido a naciones colindantes. Un movimiento que no cesa y que se traduce en más presión para la infraestructura de los vecinos que los acogen. La ONU estima que más de 1.800 personas cruzan alguna frontera diariamente, siendo Sudán del Sur el país que ha recibido a la mayoría de los refugiados sudaneses—casi 640.000—. La Agencia de la ONU para los Refugiados, ha logrado reubicar a la mayoría de las personas en asentamientos, pero no se dan abasto para atenderlos a todos; todavía hay más de 150.000 personas en zonas fronterizas hacinadas que viven en condiciones insalubres por la falta de fondos.
Asimismo, UNICEF ha advertido que 24 millones de niños hacen frente al riesgo de una «catástrofe generacional, indicando que 14 millones necesitan urgentemente ayuda humanitaria y 19 millones que están sin escolarizar. Además, ha habido un aumento del número de niños muertos, y de víctimas de abuso sexual, además del riesgo que corren del reclutamiento forzoso por parte de ambos bandos.
«Desde que el movimiento islámico tomó el poder en 1989 mediante un golpe de Estado liderado por Al Bashir, el régimen ha convertido la violencia sexual en un arma de guerra. La ha utilizado durante el conflicto con Sudán del Sur, antes de que obtuviese su independencia, y también en Darfur contra mujeres y niñas de tribus sudanesas. Las RSF, anteriormente conocidas como Janjaweed, fueron creadas por Al Bashir para hacer el trabajo sucio en Darfur y están compuestas principalmente por hombres de tribus árabes sudanesas. Sin embargo, ambas facciones de este conflicto han sido señaladas por ejercer la violencia sexual», asegura a ABC Eiad Husham, periodista sudanés.

Ha habido varios esfuerzos por poner fin a la guerra, pero, hasta ahora, todos los intentos han fracasado. Durante el año pasado, se lograron varias treguas para cesar el fuego, pero cada una fue rota, y cada bando se acusó mutuamente de romper el acuerdo. Sin embargo, se espera que una nueva ronda de negociaciones entre ambas partes del conflicto se inicie el 18 de abril en Jedah, Arabia Saudí.
Husham considera que el naufragio de las conversaciones de paz se debe a la participación de jugadores con intereses propios que relegan la paz y la democracia a un segundo plano. «Actores regionales e internacionales de gran poder están involucrados directamente en el conflicto. Si la ONU, la UE y la comunidad internacional no presionan para que dejen de apoyar a cada una de las partes en el conflicto, ninguna tregua será exitosa». Sudán ha sido cortejado por varias naciones por sus recursos minerales y su situación estratégica en el Mar Rojo. Antes de que estallase el conflicto, rusos y emiratíes controlaban los puertos del país, lucrándose del oro sudanés y a quienes les convendría la prolongación del conflicto. «Si la guerra dura no es forzosamente algo malo para los Emiratos o para Rusia. Los Emiratos podrían conservar su influencia, lo que sería imposible con un poder estructurado y un ejército sin rival», señaló al comienzo de la guerra un especialista del Golfo a AFP.

«Si queremos devolver a Sudán por el camino democrático, es necesario que ni el Ejército ni las RSF tengan un rol importante en los acuerdos de paz, que deben basarse en las exigencias civiles de un gobierno democrático», denuncia Husham. Con respecto al futuro, el periodista sudanés se muestra escéptico. «Si no podemos detener el conflicto en Sudán recortando los recursos que reciben de sus patrocinadores y llegar a un acuerdo con las fuerzas políticas sudanesas que sacrificaron mucho para llevar la democracia al país, no creo que veamos ningún futuro democrático en Sudán. Y si alguna de las partes en conflicto logra controlar o gobernar Sudán, pronostico peores años que los de Al Bashir».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete