El 'annus horribilis' de los autócratas
Tras años dándole vueltas al declive de las democracias liberales, los últimos diez meses desde la invasión de Ucrania han sido catastróficos para el eje autoritario de Irán, China y Rusia
Xi Jinping: El 'emperador rojo'
El autócrata que quiere eternizarse
![Xi Jinping (izquierda), Vladímir Putin y Ali Jameneí](https://s2.abcstatics.com/abc/www/multimedia/internacional/2022/12/03/autocratas2-RwD8yMn4CM8xsYpm0BouxWO-1200x840@abc.jpg)
Durante quizá demasiado tiempo, Occidente se ha entregado a un intenso ejercicio de conmiseración sobre el declive de las democracias liberales. Demasiada polarización, un superávit de contradicciones, peligrosas carencias de liderazgo, el envite del nacional-populismo y una sobredosis de banalidad han inspirado toda clase de dudas sobre la viabilidad del sistema político más respetuoso con las libertadas públicas, los derechos fundamentales y la dignidad básica del ser humano.
Por supuesto, toda esta pena, penita, pena sobre el inexorable declive democrático ha sido coreada por regímenes autoritarios empeñados en presentarse como el camino hacia un futuro mejor. Los autócratas, con independencia de la excusa que utilicen para abusar de sus pueblos, siempre han tenido cierta habilidad a la hora de presentar los fracasos de Estados Unidos y sus aliados como prueba irrefutable del agotamiento del modelo democrático y sus valores.
A lo largo de este complicado 2022 se han sucedido las buenas noticias que desmienten las premoniciones sobre la decadencia de las democracias occidentales. Por ejemplo, Emmanuel Macron se ha convertido en el primer presidente de Francia reelegido desde 2002, con el mérito de haber desacreditado a Marine Le Pen, lo que representa toda una proeza en tiempos de furia radicalizada para un centrista liberal que cita a Molière y que además trabajó para la banca Rothschild.
Janan Ganesh en el 'Financial Times' explica cómo el Reino Unido arrancó 2022 con Boris Johnson como primer ministro y lo termina con Rishi Sunak, lo que supone una sustancial mejora cuando menos en términos morales, incluido el efímero desastre de Liz Truss. Y añade que ha sido el año de la muerte del Brexit como proyecto inspirador. La OTAN se amplía, con la adhesión de Suecia y Finlandia, y se profundiza, con el aumento del presupuesto de defensa por parte de Alemania. Un esfuerzo económico secundado por otros socios atlánticos. Y en Estados Unidos, los votantes en las elecciones de medio mandato castigaron a los candidatos que llevaban el sello de Donald Trump, complicando una segunda vida política para un expresidente tan sospechosamente agradecido al Kremlin.
Los ayatolás
Este 'annus horribilis' de los autócratas ha quedado heroicamente retratado en el mundial sin escrúpulos de Qatar. La imagen de la selección nacional de Irán negándose a cantar el himno nacional por la forma en que el régimen de Teherán abusa de las mujeres ha sido toda una lección en esa corrupta apoteosis futbolística. Los iraníes vienen protestando desde septiembre por la muerte en prisión de Mahsa Amini, una joven de 22 años que fue detenida por la Policía de la Moral por el delito de no cubrir hasta el último mechón de su cabello. A diferencia de anteriores movimientos de protesta en Irán, el impulso de este levantamiento no parece disminuir.
Los manifestantes ya no exigen mayores dádivas o una reforma política dentro del sistema, sino el derrocamiento de la teocracia
No es la primera vez que el régimen de los ayatolás se enfrenta a un estallido popular. Aproximadamente cada diez años se producen grandes protestas en Irán, pero cada vez son más furiosas. La contestación generada por el caso Amini no es comparable con las anteriores. Los manifestantes ya no exigen mayores dádivas o una reforma política dentro del sistema, sino el derrocamiento de la teocracia. La indignación ha durado más que antes y se ha extendido más allá de la clase media y a diferentes sectas religiosas y etnias.
A pesar de los cientos de muertos y las más de 15.000 detenciones, las fuerzas represoras de Jamenei no han conseguido sofocar la revuelta. «Ya no somos un movimiento», como decía un manifestante en una universidad de Teherán. «Somos una revolución que está dando a luz a una nación».
Xi Jinping
A este 'annus horribilis' se ha sumado la República Popular de China con las protestas sin precedentes que durante las últimas tres semanas se han extendido por todas sus grandes ciudades. El fallido intento de prolongar durante un tercer año las duras normas contra la pandemia originada en China, ha roto el pacto planteado por el régimen comunista de monopolio político a cambio de prosperidad económica.
En lugar de escuchar gritos para que dimita, Xi Jinping debería estar disfrutando de la apoteosis de un tercer mandato sin precedentes
En lugar de escuchar gritos para que dimita, Xi Jinping debería estar disfrutando de la apoteosis de un tercer mandato sin precedentes. Este asombroso cuestionamiento público y su posterior rectificación ha impulsado dudas sobre si el régimen comunista de Pekín ha alcanzado la cima de su poder. La contestación popular, el problema demográfico creado por la política de 'hijo único', la ralentización de la economía y la gran deuda financiera acumulada hacen pensar que la alternativa de una China más socialista y autoritaria no es tan prometedora como pensaban sus líderes.
Putin y Ucrania
Con diferencia, el peor –y más peligroso– descrédito corresponde a Vladímir Putin. La invasión iniciada el 24 de febrero aspiraba a conquistar Ucrania en una guerra relámpago, privarla de su soberanía, eliminar toda oposición, borrar su identidad nacional y convertirla en un Estado fallido. Tras meses de resistencia respaldada por Occidente, la identidad nacional de Ucrania es más fuerte que nunca y Rusia corre el riesgo de convertirse en el país que termine esta ilegal guerra de agresión como un Estado fallido.
En el inicio de la ofensiva de Putin, se suponía que Rusia como formidable actor militar templado en la guerra de Siria impondría su voluntad sobre Ucrania a la velocidad del rayo. Hasta los propios servicios de inteligencia occidentales pensaban que el Gobierno de Zelenski sería decapitado, metafórica y literalmente, en 48 horas. Sin embargo, la realidad complicada por la corrupción ha terminado por imponerse desde un primer momento. Retirada tras retirada, las fuerzas de Moscú han demostrado públicamente su falta de pericia para operaciones combinadas, una pésima logística, carencias de medios navales y aéreos, y gravísimas limitaciones en observación e inteligencia, por no hablar de la baja moral entre sus filas.
La nueva reputación de Putin como incapaz, contrasta con la narrativa sobre la eficiencia de los autócratas
La trascendencia de esta chapuza trasciende más allá del campo de batalla. La nueva reputación de Putin como incapaz, contrasta con la narrativa sobre la eficiencia de los autócratas. A sus admiradores occidentales les cuesta cada vez más satisfacer su obsesión con el genialísimo hombre fuerte que no pierde el tiempo con procedimientos, papeleos o el estado de derecho.
El balance de estos diez meses de guerra es catastrófico para Ucrania pero también para el 'ruscismo', la declinación fascista impulsada por Putin en los últimos años. Rusia se enfrenta a toda clase de frentes abiertos: fronteras descontroladas, mercenarios que actúan por su cuenta, una población que huye, decadencia moral y la posibilidad de un conflicto civil. Y aunque la confianza en la capacidad de Ucrania para resistir el terror de Putin se ha multiplicado conforme ha sido repelida la invasión, hay una creciente preocupación por la capacidad de la propia Rusia de Putin para sobrevivir a esta guerra.
Todo este pulso entre democracias liberales y autocracias no se limita a quién gana o quien pierde en el dilema entre intereses y valores. En realidad, la trascendencia de este pulso radica en la mayoría de los países que se mueven entre ambos modelos: ese 'sur global' que se extiende por Asia, África y América Latina y que no respalda la resistencia de Ucrania porque piensa que es un problema de ricos. La clave está en esa extensa zona gris donde las autocracias aupadas por la pandemia empiezan a resultar cada vez menos atractivas.
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