Anna Chapman, la espía que vino del frío
Una bella pelirroja rusa y otras nueve personas, detenidas en EE.UU. por espionaje para el Kremlin

Moscú reaccionó ayer con perplejidad y estupor ante las informaciones difundidas por el Departamento de Justicia norteamericano sobre la supuesta implicación de once residentes en Estados Unidos en actividades de espionaje en favor de Rusia. El portavoz del Ministerio de Exteriores, Andréi Nesterenko, calificó de «infundadas» y «malintencionadas» tales acusaciones, mientras el jefe de la diplomacia rusa, Serguéi Lavrov, denunció el «refinamiento» con el que ha sido escogido el momento para provocar una nueva crisis en las relaciones entre los dos países.
Se da la circunstancia de que el presidente ruso, Dmitri Medvédev, acaba de regresar de su gira por EE.UU., efectuada antes de asistir en Canadá a las cumbres del G-8 y el G-20, durante la que mostró una total sintonía con su homólogo norteamericano, Barack Obama.
Desde Jerusalén, Lavrov dijo en una rueda de prensa, en compañía del ministro de Exteriores israelí, Avigdor Lieberman, que «no nos han explicado nada sobre el asunto y espero que lo hagan». El portavoz diplomático admitió que los detenidos en EE.UU. «son ciudadanos rusos que en distintas etapas fueron a parar a territorio norteamericano», aunque, según sus palabras, «no llevaron a cabo acciones dirigidas contra los intereses de Estados Unidos».
Según el Departamento de Justicia, el domingo fueron detenidas 10 personas en Boston, Nueva York, New Jersey y Virginia. Se emitió además una orden de búsqueda y captura contra otro sospechoso, que ayer fue arrestado en Chipre. Se trata de Robert Christopher Metsos, con pasaporte canadiense. Fue después liberado tras el pago de una fianza.
Los puestos a disposición judicial son la periodista peruana Vicky Peláez, que escribe en el diario neoyorquino en lengua española «El Diario/La Prensa»; su marido, Juan Lázaro, de origen uruguayo; Richard Murphy y su esposa Cynthia; Anna Chapman, Michael Zottoli, Patricia Mills, Mijaíl Semenko, Ann Foley y Donald Howard. La foto de Chapman, una rusa divorciada de 28 años que posee una inmobiliaria, apareció ayer en la prensa de Nueva York con el titular «Esta es una espía rusa».
Según el FBI, la matahari —«Melena Roja» titula un tabloide, jugando con la ex URSS y el pelirrojo de Anna Chapman— habría suministrado información a un responsable ruso con el que se encontraba todos los miércoles en una librería del West Village de Nueva York.
El fiscal Michael Farbiarz es el promotor de las causas sobre las supuestas actividades de espionaje de los inculpados. Farbiarz asocia a todos ellos con el SVR ruso, Servicio Exterior de Inteligencia. Sin embargo, las acusaciones presentadas, por el momento, hablan solamente de «conspiración» y «blanqueo de dinero», detalle que las autoridades rusas se han preocupado de subrayar especialmente. Según la agencia rusa RIA-Nóvosti, ninguno de los presuntos espías tuvo acceso a información clasificada.
Ayer, precisamente, se reunieron en las afueras de Moscú el ex presidente estadounidense, Bill Clinton, y el primer ministro ruso, Vladímir Putin, para hablar, según el portavoz gubernamental, Dmitri Peskov, exclusivamente del «desarrollo de las relaciones bilaterales». Pero, al recibir a Clinton, Putin le dijo: «Has llegado en el momento oportuno. Vuestra policía se excede y mete a la gente entre rejas, aunque cada uno hace su trabajo». Los dos expresaron el deseo de que el incidente de los espías no estropee las relaciones.
La última vez que Moscú y Washington se enzarzaron en otra crisis parecida, con expulsiones de diplomáticos por ambas partes, se remonta a la primavera de 2008.
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