Viaje a la Raya con Portugal: «Ya solo nos separa el huso horario»
La frontera con nuestros vecinos lusos es cada vez más permeable, hasta el punto de que ciudadanos de uno y otro lado compartirán un carné que otorga los mismos derechos en el uso de hospitales y transportes públicos

Los 1.214 kilómetros de frontera entre Portugal y España , no son, en realidad, una frontera sino un punto de encuentro. Todo un estilo de vida transversal marca el día a día de los ciudadanos que habitan a ambos lados de la Raia ( ... o Raya), como se la conoce a nivel popular. Cuando los países de la Unión Europea cerraron sus puertas en plena pandemia meses atrás, parecía que los «hermanos» se iban a dar la espalda… pero no. Los lazos de unión son tan estrechos que están muy por encima de las medidas coyunturales.
Cierto que los portugueses no podían saltar a territorio español y lo mismo en sentido contrario, pero en el paso de Elvas (a solo 19 kilómetros de Badajoz) se veía la fraternidad entre los policías portugueses y los guardias civiles españoles, hasta el punto de que los del cuerpo de seguridad portugués exclaman «hombre, amigo» cuando ven a tal o cual agente español. Basta el ejemplo para dar fe de una realidad de concordia que se traduce en decenas de estampas costumbristas. «Me espera una taxista de Badajoz que se llama Mamen», alegaba en marzo un madrileño ansioso por retornar a su punto de origen. «Ah, sí, la conocemos», respondió el guardia. Y no resulta extraño porque se ha asentado un verdadero microcosmos en la zona.
Fusión gastronómica
La fusión de platos de las dos gastronomías, como varias formas de cocinar el bacalao , las variedades ibéricas del cocido tradicional o el delicioso gazpacho del Algarve , simbolizan el peculiar paisaje lusoespañol, en el que cientos de personas cruzan cada día al otro lado para trabajar o deleitarse con el impresionante patrimonio del Alentejo, Extremadura, el Algarve, Andalucía occidental, Salamanca, Trás-os-Montes, Galicia o el valle del río Miño. Tampoco conocen fronteras las viñas de la ribera del Duero, tierra de excelentes vinos a un lado y a otro.
Los rincones de Olivenza, en Badajoz, exhiben los letreros de las calles en los dos idiomas. Es la única población de España que puede presumir de una iglesia, la Madalena, de estilo gótico manuelino, arquetípico de Portugal. Un lugar donde abundan los vecinos con doble nacionalidad y donde surgió Acetre, un peculiar grupo de folk bilingüe. Pero es la red de eurociudades el auténtico estandarte que proyecta la zona transfronteriza en este siglo XXI. Son siete núcleos, cada uno compuesto por dos, tres o cuatro localidades. Las primeras en lanzar sus propósitos integradores fueron la localidad portuguesa de Chaves y la orensana de Verín. Y después, el triángulo Ayamonte (Huelva)-Castro Marim-Vila Real de Santo António.

A partir de ahí, Elvas, Campo Maior y Badajoz (hoy al borde de conceder un carné a los ciudadanos allí empadronados para que puedan utilizar indistintamente sus servicios públicos) siguieron los mismos pasos, como también Vila Nova de Cerveira y Tomiño (Pontevedra), del mismo modo que Valença do Minho y Tuy (Pontevedra), Monçao y Salvatierra de Miño (Pontevedra), o Fuentes de Oñoro y Ciudad Rodrigo (Salamanca) junto a Vilar Formoso y Almeida.
Todas estas poblaciones formalizaron el sello de «eurociudad» a través de un documento renovado al final de la pasada primavera y que «define un protocolo de acción en situaciones de crisis, momentos en los que ha de considerarse la singularidad de esas áreas de frontera». Sí, porque pongamos que alguien vive en Badajoz y se desplaza a Campo Maior cada mañana para trabajar en la fábrica del (excelente) café más vendido en Portugal. Pongamos que, a pesar de ese trayecto tan corto, es necesario cambiar la hora al ir y al volver (en el país vecino rige una hora menos, la misma franja que en Canarias). Pongamos que una persona de Elvas se traslada a la capital pacense para comprar en unos grandes almacenes antes de retornar a casa tras haber alternado la lengua portuguesa con la española .
Pongamos que un viajero da con su automóvil en Rihonor de Castilla, un municipio de Zamora que es el único dividido en dos países, pues la segunda parte del pueblo es Rio de Onor, en el extremo portugués. Desde Sanlúcar de Guadiana, en Huelva, se extiende en el horizonte Alcoutim, destino de una tirolina que nos transporta de país a país (la única en el mundo) a través de 720 metros de recorrido no apto para personas que sufren de vértigo.
Pongamos que un profesor tiene su domicilio en el enclave pontevedrés de Tuy, pero da clases todos los días en la Universidad de Braga, 77 kilómetros al suroeste de Galicia.
Y, con el azote del coronavirus, todas estas eurociudades unieron sus fuerzas más que nunca, tal cual demuestran declaraciones conjuntas como la siguiente: «Los habitantes de todas las eurociudades de la frontera lusoespañola tienen sólidas relaciones sociales y lazos históricos que armaron los cimientos de la cooperación en estos lugares». Más aún: «Existen espacios comerciales, económicos, sociales, familiares y de ocio compartidos que permiten la construcción de acuerdos entre las entidades locales de los dos lados de la Raia».
Génesis contrabandista
Las raíces de estas prolongadas interacciones se remontan a la mitificada época del contrabando, toda una forma de vida en tiempos de escasez. Y así fue revitalizándose el tejido económico local, basado en las relaciones transfronterizas. En el último lustro se ha disparado el flujo de españoles que adquieren una propiedad en suelo portugués, beneficiándose de los mejores precios. Uno de ellos fue Luis Fernando de la Macorra, profesor de Economía en la Universidad de Extremadura, que dejó atrás su vivienda en Badajoz y la sustituyó por otra en Elvas . Además, se distinguió (hace casi 15 años) como el impulsor de esta eurociudad cada vez más arraigada.
«La zona transfronteriza resulta especial porque pone en comunicación dos lenguas, dos culturas y dos países , algo que te permite escoger lo mejor de cada uno», dice a ABC.
¿Y no resulta incómodo estar siempre de un país a otro y encima cambiando de hora? «No. Es como vivir en una urbanización a 15 minutos del centro de una capital. Muchas ciudades dormitorio de Madrid, Barcelona, Lisboa u Oporto requieren más de 30 minutos para acceder a ellas», señala mientras se queja: «Es completamente absurdo que no tengamos el mismo huso horario» . Pero, sobre todo, el pragmatismo cotidiano hace que «puedas comparar precios y calidades», puntualiza. Conclusión: «La vivienda es más barata en Elvas y la gasolina, en Badajoz».
El eurodiputado socialista Ignacio Sánchez Amor, natural de Jaraíz de la Vera (Cáceres), argumenta desde Bruselas: «La frontera es hoy completamente permeable y está diseñada para una cooperación que alcanza a todas las administraciones y sociedades, y en todos los ámbitos imaginables. Un proceso en el que la entrada común en la UE sirvió de enzima catalizadora».
«Cosida con cremallera»
Y rememora: «La Raya fue históricamente el lugar de los conflictos y, por eso, está cosida por una cremallera de castillos y fortificaciones. Pero esas decisiones del pasado lo eran de las capitales. Hasta Franco y Salazar decidieron solemnizar la mutua ignorancia. En lo micro, las relaciones humanas eran muy diferentes. Desde el contrabando a los matrimonios mixtos , desde las compras complementarias en Elvas y Badajoz, siempre bullía algo en la Raya. Y en Extremadura siempre hubo una exigua élite de lusófilos (empresarios, intelectuales, literatos) interesados por lo que pasaba al otro lado».
Por su parte, la experta en marketing Ana María Trigueiro es la única abonada de nacionalidad portuguesa a la Orquesta de Extremadura (desde hace cinco años), de modo que se traslada a Badajoz con mucha frecuencia: «Hay una complicidad entre las ciudades ‘raianas’ y viene de lejos. Nosotros hablamos español y tenemos familiares en Badajoz. Ellos intentan hablar portugués por una cuestión práctica relacionada con el comercio y con la salud», arguye antes de explicar: « Si no encontramos lo que queremos en Elvas, lo hay seguro en Badajoz , tanto si es ropa como productos de higiene o gasolina. Los españoles vienen a Elvas a comer como si fuese ir a un barrio de Badajoz, así que nos beneficiamos de lo mejor de un lado y del otro. Eso es muy positivo. Los pacenses siempre serán nuestros hermanos».
En la misma línea se expresa el músico extremeño Gecko Turner, uno de los mejores del panorama ‘indie’ español y actualmente de gira con John Lee Sanders & The Gospel Messengers, una banda en sí mestiza liderada por el pianista estadounidense afincado en Huelva. «Para los que hemos nacido a ambos lados de la Raya, cruzarla es lo más natural del mundo. La gente que lo hace para dar un paseo en bicicleta, por ejemplo, no tiene la sensación de ir al extranjero». Con cierto sentido del humor, el artífice de discos tan brillantes y eclécticos como «Chandalismo ilustrado» reconoce que « los portugueses hablan muchísimo mejor nuestro idioma que nosotros el suyo».
Desde el Museo Vostell de Malpartida, a apenas diez kilómetros de Cáceres, su director, José Antonio Agúndez, declara a este periódico: «Este museo se precia de ser uno de los primeros en España que dio cabida a la obra de los artistas portugueses contemporáneos, ya desde los años 70. El interés por la cultura lusa se encuentra en toda nuestra trayectoria vital, como evidencia el hecho que se clausure en nuestras instalaciones el festival transfronterizo Periferias». Y concluye: « La cercanía es, sin duda, un elemento integrador . Así ocurre en el caso de Valencia de Alcántara (Cáceres) y la portuguesa Castelo de Vide, dos localidades separadas por solo 28 kilómetros».
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