Kyrsten Sinema, la senadora más odiada de Washington
Con un estilismo de lo más extravagante, esta demócrata es el principal obstáculo para que Biden apruebe su millonario paquete de gasto social

El 26 de octubre de 2021 pasará a la historia como la primera vez en que un presidente del Senado inició una sesión luciendo un chaleco vaquero . Puede parecer un detalle menor, pero no lo es. Los periodistas, entregados al vaquero aun en ... las ocasiones más formales, lo sabemos bien. En las puertas del sacrosanto Senado de Estados Unidos, un amenazante cartel advierte: «Prohibido entrar con vaqueros» . La infractora en cuestión, que presidía de turno, era la senadora demócrata Kyrsten Sinema (Tucson, 1976), que se ha convertido en una de las personas más odiadas de la capital estadounidense por su negativa a tragar con el faraónico paquete de gasto de Joe Biden y sus socios, de 3,5 billones de dólares (3,1 billones de euros).
Sinema ganó las elecciones a senadora en el conservador estado de Arizona en 2018, y batió un récord: es la primera persona abiertamente bisexual en ocupar un escaño, y no cualquiera, sino el que entre 1953 y 1965 perteneció al mítico republicano Barry Goldwater, candidato a presidente en 1964 y antecesor de la revolución conservadora de los años 80. Desde su llegada al Capitolio –fue diputada entre 2013 y 2019– ha protagonizado un asombroso peregrinaje desde el activismo más izquierdista a un centro liberal que a muchos en su partido se les antoja en exceso conservador. De protestar contra la guerra en Irak y el muro en la frontera ha pasado a oponerse a aumentar el salario mínimo y subsidios de todo calado.
Sinema ha roto muchos tabúes. Se declara admiradora de John McCain , el senador republicano que peleó por la presidencia en 2008. Lo más grave, a ojos de su partido, es que fue la demócrata que votó a favor de más propuestas de Trump durante la presidencia de este. Durante la pandemia, ha destacado no por sus votos sino por sus estilismos: ha lucido pelucas de color púrpura, rosa, verde y azul, dicen sus portavoces que porque no ha querido ir a las peluquerías por miedo a contraer el virus. El día de su jura en el Senado se presentó con un abrigo rosa, una estola de piel gris y un peinado platino a lo Madonna que llegó a las páginas de todas las revistas de moda.
Entonces las bases de su partido vivían una luna de miel con la primera demócrata en ocupar un escaño en Arizona desde 1995. Y mientras estuvieron en minoría y sin aprobar grandes leyes, las cosas fueron bien. Hasta que, en enero, por los pelos, los demócratas se hicieron con el control del Senado. Tienen 51 votos frente a los 50 republicanos. Una sola defección es una herida mortal.
Y ahí, Sinema ha encontrado el punto justo de rebeldía para tener a su partido de los nervios cada día . Junto al senador Joe Manchin, es el último obstáculo para que Biden apruebe su paquete de gasto social. La furia de las bases se ha hecho notar. La persiguen en los pasillos del Capitolio, en los supermercados, aeropuertos y hasta en los baños públicos, acusándola de condenar a su propio partido a la irrelevancia, de dinamitar la unidad de la izquierda . La senadora ha optado por decirlo todo con la mirada. No suele soltar prenda. Y cuando quiere hacerse notar, simplemente le da una vuelta al armario , como cuando decidió hacerles a todos la gran peineta que supone plantarse a presidir el Senado de la primera potencia mundial con un chaleco vaquero.
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