Repudio a la reforma sanitaria de Obama
La Cámara Baja ultima su rechazo a la principal medida legal del presidente

Tras una semana larga de introspección en la política de Estados Unidos -forzada por el tiroteo de la congresista Gabrielle Giffords- el pulso habitual de poder entre republicanos y demócratas ha vuelto de nuevo a Washington con un énfasis en las buenas formas pero con los mismo objetivos. Al término de un expeditivo pero civilizado debate, la nueva mayoría republicana en la Cámara Baja repudió anoche por 245 votos a favor y 189 en contra la reforma sanitaria auspiciada por el presidente Obama.
Con todo, esta maniobra parlamentaria aplazada por los traumáticos asesinatos de Arizona tiene muchas más implicaciones simbólicas que prácticas. Ya que los conservadores no cuentan ni con una requerida mayoría en el Senado ni con el número total de escaños suficiente para superar un prometido veto por parte del presidente Obama en defensa de su principal iniciativa legislativa aprobada hace diez meses.
Durante el debate planteado esta semana en el Capitolio, tanto republicanos como demócratas han realizado evidentes esfuerzos para no ser los primeros en romper el tono de responsabilidad y civismo impuesto por el trágico suceso de Tucson. Un esfuerzo de moderación ante la crispada retórica política también impulsado por el presidente Obama a través de su discurso en el funeral por las víctimas de Arizona.
Los republicanos han insistido durante estas deliberaciones en que la reforma supone una extralimitación de los poderes constitucionales del gobierno federal y un prohibitivo daño para la economía de Estados Unidos. Los demócratas, bastante más unidos que durante la tramitación de la reforma sanitaria, han vuelto por su parte a defender la necesidad de regular un sistema sanitario cada vez más costoso, que excluye a más de 40 millones de americanos y que multiplica los números rojos presupuestarios.
Tras la votación de repudio de ayer, la nueva mayoría republicana en la Cámara Baja ha indicado su intención de bloquear la financiación requerida para hacer posible la entrada gradual en vigor de porciones clave de la reforma sanitaria. Además de forzar investigaciones parlamentarias y votos adicionales de bloqueo durante los dos próximos años de Legislatura que culminará en las presidenciales del 2012.
El presidente Obama ha terciado también en este pulso declarándose dispuesto a "mejorar" la ley de reforma sanitaria pero totalmente contrario a empezar otra vez desde cero. A su juicio, "los americanos se merecen la libertad y seguridad" de los nuevos límites impuestos a los seguros médicos privados junto a medidas encaminadas a contener todo el gasto sanitario que no se puede permitir la mayor economía del mundo.
En defensa de la reforma, el gobierno de Estados Unidos ha publicado un estudio que establece que la mitad de la población con menos de 65 años -unos 129 millones de americanos- sufre de enfermedades crónicas cuyo coste suele ser evitado o sometido a recargos por parte de los seguros privados. Prácticas punitivas que la nueva legislación sanitario prohíbe. Sin embargo, los republicanos han desestimado esos datos como una burda maniobra de "relaciones públicas" para justificar los niveles de intervencionismo que contiene la disputada reforma sanitaria sobre la que eventualmente se tendrá que pronunciar el Tribunal Supremo
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