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Rusia celebra hoy la jornada de reflexión electoral con un candidato y cinco figurantes

MOSCÚ. Rusia vive hoy su jornada de reflexión electoral, con escasas alternativas sobre las que reflexionar. La única duda es si la participación superará la mitad del censo y permitirá validar los comicios, ya que la victoria de Vladimir Putin está fuera de toda duda. Los expertos señalan que las autoridades garantizarán de una forma o de otra que las urnas queden llenas.

Si en los comicios del año 2000 Putin hizo valer la maquinaria propagandística del Estado contra una panoplia de contrincantes ya conocidos y con experiencia en estas lides, la actual campaña apenas merece calificarse de tal y muchos analistas señalan que las actuales elecciones significan el final de los procesos democráticos en Rusia, en todo lo que no sean puras formas. Al igual que ocurrió en las últimas elecciones, todo quedó decidido en las legislativas del pasado mes de diciembre, en las que el partido de poder, Rusia Unida, y sus aliados, lograron una mayoría aplastante en la Duma y privaron a sus contrincantes de cualquier posibilidad.

Los «clásicos» de estas convocatorias, el comunista Guennadi Ziuganov, el ultranacionalista Vladimir Yirinovski y el liberal Grigori Yavlisnki anunciaron que no presentarían sus candidaturas, aunque las motivaciones han sido bien distintas, desde el deseo de boicotear unas elecciones en las que no se dan unas mínimas garantías de juego honesto, a la simple maniobra para evitar quitarle votos a Putin y forzar una segunda vuelta, si el presidente saliente no logra más del cincuenta por ciento de los votos, algo que parece prácticamente descartado. Ninguno de los cinco candidatos que les sustituyen supera el 5 por ciento en la intención de voto y entre todos suman aproximadamente el 10 por ciento.

Boicot liberal

El primer caso es el de Grigori Yavlinski, que ha favorecido un boicot de su partido, Yabloko, y el de todas las formaciones liberales, a raíz de los pésimos resultados que obtuvieron en las elecciones legislativas de diciembre, en las que apenas consigueron mantener una exigua presencia parlamentaria. Las principales figuras del otro partido liberal en liza, la Unión de Fuerzas de Derechas, como Boris Nemtsov o Anatoli Chubais, secundaron la decisión de Yavlinski, con la excepción de Irina Jakamada, una brillante economista de origen japonés, que con su gesto pretende que al menos haya una figura testimonial en la que el electorado de tendencia liberal pueda reflejarse (sus correligionarios han criticado su decisión, que para ellos contribuye a legitimar un proceso que no lo merece).

Los comunistas

Por su parte, el comunista Guennadi Ziuganov ha querido evitarse la humillación de una estruendosa derrota frente a Putin y ha enviado a su «número dos», Nikolai Jaritonov, un hombre procedente de las filas del Partido Agrario que carece de carisma o de tirón popular. Ni siquiera el eterno histrión de estas convocatorias, Vladimir Yirinovski, ha estado ahí para «animar» las elecciones con sus excentricidades. El político ultranacionalista, que en realidad es una criatura política del Kremlin, se ha apartado para no quitar a Putin el puñado de votos que podría necesitar eventualmente para superar el 50 por ciento. En su lugar ha tenido la ocurrencia «humorística» de enviar como candidato a su guardaespaldas, un ex boxeador de nombre Oleg Malyshkin, que se ha convertido simplemente en una fuente de comentarios burlescos.

La gran revelación se desinfla

En cuanto a Serguei Glazev, la gran revelación de las legislativas de diciembre, su figura se ha desinflado después de que su partido (Rodina, la Patria) le haya retirado su apoyo. Su caso ilustra la efimera vida política de las criaturas «de diseño» impulsadas para la ocasión desde los aledaños del Kremlin, en este caso con el objetivo claro de quitarles votos a los comunistas. Su corto vuelo terminó el día en que los telespectadores de toda Rusia pudieron contemplarlo mientras forcejeaba con los miembros de su partido que habían acudido a su despacho para echarlo y arrancar su placa de la pared. El quinto en discordia es un viejo conocido de la política rusa, pero que carece absolutamentre de carisma, el presidente del Consejo de la Federación, Serguei Mironov, quien, según han reconocido fuentes de su entorno, se ha presentado a las elecciones por presiones directas del Kremlin, que necesitaba más figurantes en su bien orquestado espectáculo.

Por si fuera poco, Putin discutió ayer un aumento de pensiones para millones de ancianos rusos, El presidente presionó a su ministro de Salud y Desarrollo Social para que incremente las pensiones, que actualmente promedian por debajo de los 60 dólares.

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